Conteniendo la respiración, Apolo observó como el pájaro comía el cadáver de Helena: él sabía que este pájaro era su boleto de resurrección, por lo que no podía dejarlo escapar, puesto que no habría otra oportunidad como esta. El joven observó en silencio hasta que finalmente lo que esperaba ocurrió
*¡On, on!, ¡On, oooooooooooon!* El graznido del pájaro volvió a escucharse y mientras el pájaro se encontraba graznando, Apolo estiró su brazo con violencia y el mismo creció anormalmente a una velocidad estrepitosa, logrando atrapar al pájaro antes que volara asustado.
*Crush*...*Crush*... Instantáneamente los sonidos de huesos rompiéndose se escucharon del brazo alargado de Apolo; no obstante el niño no parecía estar sufriendo de dolor, en su lugar la sonrisa de un hombre que había atrapado su salvación había aparecido en su rostro infantil.
*¡Oooon, oon!, ¡Ooon, oon!* Mientras el pájaro luchaba por liberarse del agarre del niño, el anillo de oro en la mano de Apolo comenzó a iluminarse y el grabado del anillo comenzó a moverse como si tuviera voluntad propia, lentamente la persona con los brazos abiertos extendidos al cielo comenzó a cerrar sus brazos hasta abrazarse a sí mismo. Acto seguido, el anillo de oro dejó de brillar y la lucha del pájaro atrapado se hizo más intensa; sin embargo, la sonrisa de confianza del niño no paraba de crecer a medida que el pájaro luchaba más violentamente.
*¡Oo, on, on!, ¡On!* El pájaro luchó y luchó, pero poco a poco sus graznidos comenzaron a hacerse cada vez más bajos y su lucha se hacía menos violenta. Por otra parte, Apolo poco a poco comenzaba a recuperar sus fuerzas.
Este era el poder del anillo de oro que solo podía usarse por los miembros de la familia de Apolo y era uno de los grandes motivos por el cual prácticamente todos los miembros de su familia se convertían en soldados. El anillo servía de amplificador para obtener la bendición de sus antepasados de una forma más rápida y de esa manera sus antepasados lo curarían a cambio de sacrificar otra vida. Sin embargo, la corta vida de un pájaro no era lo suficientemente fuerte como para curarlo del todo, pero al menos lo ayudaría a recuperar la movilidad de sus piernas y de esa forma el niño podría alcanzar un árbol viejo en el bosque.
La habilidad innata de la familia de Apolo curaba en función de lo larga que había sido la vida del animal o la planta sacrificada, por lo que la vida de un árbol de varias décadas era lo suficientemente fuerte como para curarlo por completo, a diferencia del pasto cercano, que ni siquiera podría curar un rasguño.
El pájaro en la mano de Apolo fue envejeciendo a un ritmo apreciable a simple vista, hasta que finalmente murió de viejo. Al notar que el pájaro ya no le era útil, Apolo lo tiró a un costado y reuniendo fuerzas para luchar con el dolor que sentía, el niño se paró y rengueó con esfuerzo hacia el árbol más cercano.
Al llegar al árbol, el niño extendió su mano para apoyar la palma de la mano sobre la corteza, el anillo nuevamente volvió a cambiar la inscripción y la fuerza vital del árbol comenzó a ser absorbida por el niño. A medida que el árbol perdía sus hojas y su corteza comenzaba a agrietarse, la herida en el abdomen de Apolo comenzó a cerrarse y el dolor frío en el interior de su panza fue desapareciendo.
Tras unos cuantos minutos, Apolo sintió que su vida ya no corría peligro y que estaba completamente curado. Con algo de entusiasmo por haber salido con vida, el niño se levantó la camisa que llevaba puesta para observar que solo una cicatriz del tamaño de un dedo se encontraba en el lugar a donde había sido apuñalado.
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Con una sonrisa triunfante, Apolo procedió a regresar con su familia; sin embargo, en el medio del camino de regreso al castillo, el niño sintió que se había olvidado algo. Justo ahí recordó que no había venido a visitar el acantilado él solo. Apolo se dio la vuelta con preocupación y miró el sendero por donde había estado viajando todo este tiempo, pero para su desesperación solo se encontraba ante su vista una innumerable cantidad de árboles de madera negra y hojas rojas.
—¡Helena!—Gritó Apolo con todo su pulmón hacia la cima de la colina donde se encontraba el acantilado.
*Hush, Hush* Solo las hojas rojas de los árboles chocando por el viento le contestaron al niño.
—No puede ser, no puede ser…—Susurró Apolo con desesperación mientras se agarraba la cabeza—Me olvide de Helena en el acantilado, la muy idiota se perdió en el bosque: ¡Papá me va a encerrar en el castillo un año, si no la encuentro!
Apolo con velocidad comenzó a correr hacia el acantilado, mientras gritaba el nombre de Helena, con la esperanza de que su amiga escuchara sus gritos. Sin embargo, sólo los pájaros del bosque parecían estar atentos a los gritos del niño. Tras correr unos minutos, finalmente Apolo estuvo lo suficientemente cerca del acantilado como para comenzar a escuchar el atronador ruido del agua chocando contra las rocas.
—¡¿Helena, Helena, estás por acá?!—Gritó Apolo enérgicamente, tratando de que su voz no sea opacada por el ruido del agua. No obstante, solo el sonido del agua chocando contra las paredes del acantilado respondió al niño.
Apolo siguió acercándose al acantilado hasta que finalmente estuvo lo suficientemente cerca de la cima de la colina como para ver el cuerpo de su amiga. Helena se encontraba mirando al acantilado, sentada arriba de una gran roca anormalmente negra como si hubiera sido quemada por las llamas de un incendio forestal hace mucho.
—¡Hey, Helena! ¡Porque diablos no me seguiste de regreso!—Gritó Apolo enojado mirando como su amiga lo ignoraba y continuaba dándole la espalda para mirar el acantilado—Estaba muy preocupado: pensé que te habías perdido. Menos mal que no decidiste regresar por tu cuenta, si no hubiera tenido que buscarte por todos lados: ¡Sabes lo furioso que se pondría mi padre si llego a decirle que te deje abandonada en el medio del bosque!
No obstante, Helena continuaba ignorando a Apolo, haciendo irritar al niño.
—¡No me digas que te enojaste conmigo!—Dijo Apolo con algo de enojo por el silencio de su amiga—¡No es como si yo tuviera la culpa de que no decidieras seguirme!, supuse que te estabas escondiendo de mi apropósito, pero luego de un tiempo se me hizo demasiado extraño no poder escuchar tus pasos nunca.
Sin embargo, Helena continuó ignorando a Apolo, provocando que el mismo se cansara y decidiera ir a preguntarle en la cara porque no le respondía. Con pasos seguros, el niño comenzó a acercarse hacia su amiga, pero cuando estuvo a unos pocos pasos de la espalda de Helena, sus piernas comenzaron a ir disminuyendo el ritmo hasta que Apolo se quedó completamente parado mirando con miedo la espalda de su amiga.
No fue lo que estaba viendo lo que estaba asustando al niño, sino más bien lo que estaba escuchando: ya que Helena se encontraba repitiendo las mismas palabras una y otra vez. Dado al ruido torrencial del agua, era algo complicado distinguirlas, pero estando Apolo lo suficientemente cerca, escuchó a su amiga repetir incansablemente las siguientes palabras:
—Deo… Eco… Thais… Helena… Deo… Eco… Thais… Helena… Deo… Eco… Thais… Helena…
—¡No me asustes, idiota! Parecería que te picó un insecto y ahora estás divagando—Comentó Apolo con preocupación por el estado anormal de su amiga, lo único que al niño le faltaba era tener que cargar a su amiga desde este acantilado hasta el castillo en su espalda porque algún animal le había picado: de ser así era imposible regresar antes de la noche, por lo que su padre lo terminaría castigando.
Pese a los gritos del niño, su amiga continuó ignorándolo mientras repetía incansablemente las mismas cuatro palabras en el mismo tono de voz monótono y desalmado.
—¿Estás bien, Helena?—Preguntó Apolo mientras ponía su mano en el hombro de su amiga tratando de darla vuelta para ver su cara. Pero no fue necesario que Apolo tratara de darla vuelta, ya que cuando el niño tocó el hombro de su amiga, el cuello de Helena comenzó a torcerse hasta mirar fijamente los ojos negros del niño.
*¡Agggggg!* Gritó con terror Apolo al ver como el rostro completamente deformado de su amiga lo miraba fijamente con un odio inmenso.