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E50-Tiendas de propiedades

El carruaje fue avanzando por las calles azuladas de la capital, mientras el joven noble leía obsesivamente el tercer consejo, el mismo no era tan enigmático como los otros cuatro por lo cual lo hacía sospechar de que tal vez haya otro consejo oculto entre sus líneas. No obstante todo parecía indicar que el tercer consejo únicamente era un orden de prioridad para gastar su presupuesto. Esta paranoia venía al hecho de que la primera carta dada por su antepasado ocultaba bastante bien entre sus líneas los misteriosos secretos de la máscara mágica y al hecho de que su segundo ancestro también había sido muy poco claro con alguno de sus consejos al punto de ser enigmáticos. Por lo tanto, Apolo había llegado a la conclusión que en el mundo de la magia los magos suelen dar la información a cuenta gotas y en acertijos. Haciendo que sea complicado entender el mensaje real que querían trasmitir, el motivo de esto era incierto para el joven y su principal idea es que era una simple manía creada por los largos años de soledad que tenía que afrontar un mago.

Como es normal, el tiempo nunca se detiene y cuando el joven quiso recordar cuánto faltaba se dio cuenta de que ya estaba enfrente de su destino. El carruaje de Apolo se encontraba en una de las calles principales de la ciudad anillo al frente de una tienda que ocupaba fácilmente el tamaño de otras cuatro tiendas normales en esta calle, mostrando así su liderazgo y poderío económico. Todas las tiendas alrededor de este gigantesco comercio vendían exactamente los mismos productos: tierras, propiedades, castillos y diversas edificaciones. Al parecer por los carteles de las tiendas aledañas que Apolo podía leer uno podía comprar prácticamente una casa donde quisiera y no se limitaban a trabajar exclusivamente en la capital y los alrededores.

La gran tienda como tal no tenía una apariencia tan llamativa desde el exterior y parecía una casa de ladrillos rojos tradicional; lo más llamativo de la tienda era su tamaño y lo único que destacaba era un gran cartel colocado en la parte de adelante del comercio el cual decía: «Tiendas de propiedades del reinado de minas profundas».

Por el título del cartel uno podía deducir que esta tienda pertenecía a una de las familias nobles principales, en este caso a la familia de minas profundas. La cual era una de las familias más poderosas del imperio y su principal título era un ducado. El principal motivo de su poder era debido a que controlaban gran parte de la extracción de cristales del imperio y su poderío económico era incluso mayor que el del emperador. Por lo tanto, podría decirse que esta familia era uno de los pilares que sostenían toda la economía del imperio, más aún sus nobles eran conocidos por su carencia de tradición militar y su reconocido uso de mercenarios en las guerras motivo por lo cual nunca tuvieron una buena relación con la familia de Apolo.

No obstante, la mala relación entre las familias no preocupaba al joven Apolo, ya que el joven sabía que en definitiva esta era una familia con tradición comercial por lo que si tenías el dinero eras bien atendido sea cual sea tu precedencia. Pese a ello, Apolo ya había planificado un par de cosas para que la negociación se volviera un poco más rápida y cómoda para él. Por lo cual cuando el carruaje término de estacionar, el joven noble no bajó del carruaje y en su lugar observó desde la ventana como Orrin bajaba y se dirigía al interior de la tienda.

Luego de unos pocos minutos, Orrin regreso con un Hombre vestido como comerciante con ropas muy coloridas y llamativas, lo más destacable de su atuendo era un inusual collar con un cristal negro en su cuello. El hombre tenía la piel bastante pálida y los ojos completamente negros sin pupila alguna a la vista. Sus uñas eran bastante largas y estaban decoradas cada una con colores y patrones complicados. Por su parte el color del cabello del hombre era blanco como la nieve, pese a que aparentaba no tener más de 40 años.

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Orrin se apresuró y abrió el carruaje, mostrando en el interior a Apolo listo para bajarse y saludar al desconocido:

—Encantado en conocerte, Apolo de bosque negro—Comentó el comerciante con una sonrisa, aunque la expresión de sorpresa en su rostro al ver por primera vez el desnutrido cuerpo de Apolo no logro ocultarla; al fin al cabo los rumores sobre los gigantes no eran pocos y este chico parecía un preadolescente de lo desnutrido que estaba—Soy Darío de minas profundas, ¿Te gustaría dirigirte a un lugar más cómodo para hablar?

—Sí, vamos adentro—Dijo Apolo mirando a los costados de las calles con desconfianza, lo único que le faltaba era que un ratero le robara sus cosas y saliera disparado hacia las profundidades de esta ciudad inmensa. Tras ver que no había nadie, Apolo tomó el cofre con cosas importantes rehusándose a confiar en la seguridad del carruaje e ingresó a la tienda acompañado de Darío.

Tras entrar a la tienda, el joven se percató de que la misma era como una mansión ordinaria y su principal habitación era una inmensa sala de recepción con una gran escalera en el medio que daba paso a hacia las habitaciones superiores. No obstante a diferencia de las casas hogareñas tenía un recepcionista parado entre la puerta y la escalera. Darío condujo a Apolo por la escalera y lo hizo entrar en una de las habitaciones del segundo piso. La misma únicamente tenía dos sillones y una mesa, inmediatamente tras sentarse una empleada entró en la habitación con unas bebidas y unos almanaques.

—¿Qué tipo de maquinaria andas buscando que te construyamos?—Preguntó Darío, pasándole los almanaques a Apolo— ¿Y en qué castillo fronterizo se requieren?

Apolo notó de inmediato que todas las cosas en el almanaque eran máquinas y artefactos de guerras para instalar en fortalezas, por lo cual supuso que Darío malinterpretó el motivo por el cual había venido.

—Soy un nuevo mago, solo busco una casa en la capital—Respondió Apolo corrigiendo el problema.

Al escuchar la petición la criada tomó el almanaque dado por Apolo y fue a buscar otro, mientras tanto Darío comentó:

—Oh, eso explica bastantes cosas. La verdad es que nunca me tocó atender a alguien de tu familia buscando una casa en la capital, ¿Cuál es tu presupuesto?

—Supongo que la más cara—Respondió Apolo sacando el decreto del emperador y dándoselo a Darío.

—Mmm..—Darío tomó el documento y lo releyó unas cuantas veces, hasta sonreír de manera bastante abrupta—Ja, ja, ja, deberíamos tratar de convencer a que más gente de tu familia se mude a la capital, se ve que el emperador se mal acostumbró a mimarlos. Desde que le dimos una casa a uno de sus hijos no veía este decreto.

—Paga lo que nos debe—Exclamó Apolo fríamente.

—No, les paga mucho menos que eso. Si supieras lo que cuesta contratar algún mercenario decente…—Respondió Darío con una sonrisa bastante marcada en su rostro—Ojalá contar con generales que solo busquen un par de cabezas como recompensa de guerra, pero el emperador es el emperador justamente gracias a sus alianzas y contactos.

Mientras Darío decía eso la empleada volvió y le dio un almanaque a Apolo. El joven mago observó que en el mismo se encontraban muchísimas propiedades, el precio de la casa más barata era de más de 50.000 cristales por lo que una duda surgió en la mente del joven y preguntó:

—¿Cómo hacen los nuevos magos para comprarse una casa?

Darío tomó un poco de la bebida que había traído la empleada y respondió con calma:

—No la compran, viven en el tercer castillo del ministerio de magia hasta ahorrar lo suficiente, en general le toma unos pocos años si son diligentes con su trabajo. La otra opción es que vivan en la ciudad anillo, hay un barrio lleno de magos en el interior de la ciudad anillo y no precisamente los magos novatos viven ahí: algunos de estos magos son bastante importantes y pertenecen a la alta esfera del ministerio de magia, no a todas las personas les gusta vivir rodeados de nobles y alejados de todas las comodidades.

—Supongo, me tomó casi cuatro días de viaje llegar acá…—Comentó Apolo notando el ligero problema, no obstante no quería desperdiciar su casa gratuita, por lo que siguió viendo en el almanaque tratando de buscar la indicada.

—Solo hay dos casas que te recomendaría y están las dos al final del almanaque—Dijo Darío notando que Apolo no encontraba una casa que le guste.

El joven noble siguió el consejo y descubrió que las dos casas más caras estaban justamente al fondo del almanaque.