—¡Son 200 escalones!—Gritó Adam, casi muriéndose del disgusto al saber la información.
—Y unos cuantos pasillos—Agregó el oso con una sonrisa— ¡Tú puedes héroe!
—Me podría tomar unas horas, ¿crees que no nos cruzamos con nadie?—preguntó Adam, su miedo a los lunáticos le hizo perder su rabieta.
—Ojalá te ataquen dentro de las escaleras—Respondió el oso, pero no habló más del tema solo corrió hacia las escaleras y Adam lo siguió arrastrando la maleta por los pasillos.
En el camino, que duró horas, varias personas se cruzaron con Adam, pero todos lo ignoraron , capas si fueran personas normales se gastarán en ayudar al chico subiendo una cosa pesada por las escaleras, pero estos lunáticos únicamente lo ignoraron y continuaron su camino.
Con mucho esfuerzo y las manos acalambradas, el niño logró llegar al cuarto piso, pero según el oso era mejor esperar en las escaleras un buen rato antes de moverse entre los pasillos.
—Son seguras las escaleras?—preguntó Adam, llegando a esa idea luego de cruzarse con tantos lunáticos que lo ignoraron en un ambiente tan estrecho.
—Sí, no se permite pelear en las escaleras— Respondió el oso—Pero si en la entrada de las escaleras, por eso los guardias están ahí en los pisos medios.
—Eso lo sé, por eso subía por las escaleras del viejo sin ojos—Respondió Adam no queriendo parecer tan ignorante, tenía algo de odio hacia el oso todavía, esta misión fue horrible para él.
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—Haces eso porque eres idiota, chico—Respondió el oso con bastante calma—Tienes un carnet del piso medio, podrías entrar por la puerta como cualquier persona normal.
—¡Mentiroso! ¡¿Además, como sabes de mi carnet?!—Gritó Adam, desquitándose de la dura misión.
—Eres Adam y yo el señor oso de la familia de los osos cariñosos —Respondió el oso con seriedad y tomando un trago de su bebida que nunca escapaba de su mano—Yo te dije el secreto de la cueva, niño. El viejo sin ojos no sabe que nos conocíamos en la vida anterior.
—¡Imposible! ¡¿Ahora qué más hay que hacer?! —Gritó Adam aún más enojado — ¡Porque me dices tantas mentiras! ¡Qué tratas de conseguir!
—Tu plan salió bien, Adam—Respondió el oso sin prestarle atención a la bronca del niño—Los bibliotecarios se pasaron milenios buscándolo y tú sin saber leer un mísero idioma lo lograste... tienes razón, es imposible, chico.
—¿Por qué me dirías lo de la cueva?— preguntó Adam, algo incómodo por la seriedad de la voz del oso.
—Solo intercambiamos favores, igual que ahora—Respondió el oso sin pensarlo mucho—Pero tú fuiste lo suficientemente demente de lograr lo imposible con esos intercambios.
Adam no quería preguntar más. Este oso le había mentido en más de una ocasión y para colmo tenía una moral demasiado opuesta a la suya como para interesarte en sus mentiras o verdades. Por lo cual el niño se levantó y empezó a terminar de sacar la maleta de la escalera.
El oso miró la espalda del niño por unos minutos mientras salía de la escalera y después dijo:
—Rumbo al hexágono 9 de 18, ahí están nuestros librillos.
Adam hizo caso, comenzó a moverse, pasaron por muchos pasillos, pero nada muy extraño ocurrió por fortuna. El hexágono 9 parecía un banco, muy similar al de los pisos medios ... De hecho: era idéntico.
Tenía los mismos estantes de piedra y los mismos libros de un solo color, todos iguales e idénticos. Adam se extrañó por la similitud, nuevamente quiso preguntar, pero ahora está encaprichado por no hacerlo y en su joven mente sus caprichos eran reglas absolutas.