La cabeza de del viejo sin ojos miraba con preocupación a Adam. El niño se había pasado una semana entera encerrado en la cueva con miedo a salir al piso de arriba y también con miedo a volver a la casa de su padre. Con decisión, el viejo sin ojos volvió a intentar convencer al niño para que recapacitara:
—Chico, no te puedes pasar toda la vida encerrado en una cueva; si no, serías igual al resto de bibliotecarios que pasan sus vidas encerrados en sus libros.
Pero Adam no contestó, si bien se sentía un poco mejor luego de una semana, todavía seguía sintiéndose mal por lo de su padre y el colegio le daba miedo. El viejo sin ojos, al ver que el chico ahora al menos escuchaba, siguió tirándole leña al fuego del héroe:
—Está bien que tu padre te echo de tu casa y que el barón va a matarte si se entera de la verdad, ¿pero eso es motivo para rendirse y abandonar la gracia de la vida? Todos los héroes pasan por momentos difíciles. ¡Pero esos momentos difíciles forjan su camino hacia la grandeza!
Adam miró al viejo en la pared; no quería darle la razón , pero sentía que el viejo tenía razón. Adam sabía que no podía seguir viviendo en la cueva toda la vida. El viejo sin ojos se emocionó al ver que su discurso estaba funcionado y continuó hablando aún más fuerte:
—¡Es por eso que debes obtener la túnica negra, Adam! Si la espada es el arma de los guerreros ¡Entonces el conocimiento es la espada de los bibliotecarios! ¡Y no hay espada más afilada en este mar de libros que un buen idioma! ¡Ve y aprende con valentía, joven héroe!
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—Pero...— Trato de decir Adam
—¡No hay 'peros'!— Gritó el viejo sin ojos retumbando por toda la cueva.
Cuando Adam quiso seguir hablando, noto que estaba en la puerta de la escuela, el viejo sin ojos lo había hipnotizado y había recorrido todo el camino sin darse cuenta, incluso se había puesto su túnica nueva.
Cesar lo estaba esperando en el marco gigante que daba entrada a la escuela. El director lo había estado esperándolo en la puerta todos los días desde que no volvió a asistir a clases.
—Finalmente, Adam— dijo César sin buscar muchas explicaciones y con una sonrisa en su rostro— Ven, te llevaré al salón de clase. No sabes feliz que se pondrá el profesor cuando vuelva a verte.
Adam, bastante obligado por la situación, acompañó al director y se metió en las fauces del lobo; pero este era el destino de los héroes, al menos según el criterio de la vieja estantería con musgos y hongos.
Cuando Aquiles noto a Adam en la puerta, corrió y lo abrazo mientras decía:
—Mi estudiante favorito, ya me tenías preocupado. Pero no te preocupes. Aprender un idioma suele tardar años, que es una semana en ese tiempo. Ven,pasa, hoy dedicaremos esta clase para repasar todo lo que vimos esta semana. ¡Y no avanzaremos hasta que todos lleguen al mismo nivel!
Adam estaba bastante feliz, pero también algo incómodo porque no tenía más su cuaderno amarillo. Aquiles notó eso durante la clase y le regaló el que usaba en sus días de estudio. El cuaderno estaba repleto de anotaciones que ayudaron bastante a Adam.
Al finalizar la clase, Adam pudo recordar la gran mayoría de los nombres de los 30 caracteres.