Tras mucha reflexión y meditación, Adam pidió los cuatro libros mágicos mencionados por su padrino. En realidad, el joven tardó bastante en decidirse, al punto que por un mes entero se quedó en la cueva pensando sobre su futuro y sobre qué habilidades podrían facilitarle el mismo. Sin lugar a dudas, fue un mes bastante pesado para Adam, ya que no podía salir de la cueva porque ya no podía volver a entrar.
No obstante, el mes de reflexión no sirvió para mucho, dado que el joven héroe no logró adquirir la confianza suficiente para tomar una decisión por su cuenta respecto a algo tan importante, que podría cambiar su vida para siempre. De modo que Adam terminó cediendo a la presión del momento y aceptó con molestia la lista propuesta por su padrino.
Durante todo el mes, Adam siempre se despertaba por las noches al sentir un terrible pinchazo en el dedo gordo de su mano derecha. Por suerte era solo una vez por noche y con el tiempo el joven se acostumbró al sueño interrumpido por el pinchazo, pero el dolor seguía siendo insoportable.
Por más que el tiempo pasara, la purga parecía no ocurrir y en consecuencia Adam supuso que el viejo sin ojos le había mentido para darle menos presión con el hecho de conseguir la túnica negra. De hecho: la mentira fue bastante útil, ya que al final el joven héroe si logró tomarse las cosas más a la ligera y pudo disfrutar un poco de la vida, sin concentrarse tanto en estudiar el idioma, lo cual lo terminó ayudando bastante.
Actualmente, Adam estaba por abrir y leer su tercer libro mágico: 'El Demente'. Dicho libro tenía la cubierta de madera y era bastante grueso, por lo que había muchas páginas en su interior.
Al abrir el libro, el joven observó que había al menos 1000 páginas con renglones. Lo curioso es que absolutamente todas las 1000 páginas con renglones parecían estar vacías. Sin embargo, Adam pasó lentamente por cada hoja vacía: él sabía que las historias dentro del libro eran importantes e incluso una hoja sin nada escrito podría tener algún significado para lograr resolver el acertijo de este libro mágico.
Cuando el joven pasó por la página número 500, logró llegar a la mitad del libro, pero todos los renglones seguían estando vacíos. A medida que el tiempo transcurría, empezaron a faltar unas pocas páginas para terminar de leer el libro y por el momento todas las anteriores páginas estaban en blanco.
Al final, Adam llegó a la última hoja, la cual era la página 1001 del libro. Para sorpresa de Adam, esta página sí tenía algo escrito en su parte inferior. Específicamente: en el último renglón. Era una frase muy corta, la cual decía: 'Que incomodidad, parece ser que se me ha olvidado escribir la historia'
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*Puff* Cuando el joven leyó esa frase en su mente: el libro se cerró por sí mismo con mucha fuerza, al punto que por suerte Adam había sacado sus dedos si no los habría perdido.
El libro no desapareció, sino que en su lugar volvió a abrirse en la última página y Adam volvió a observar que lo único escrito en el libro era la frase corta: 'Que incomodidad, parece ser que se me ha olvidado escribir la historia'. Pero había una diferencia y era que actualmente la frase estaba en el penúltimo renglón: ¡La frase había subido un renglón!.
Para asegurarse que era la misma frase, Adam volvió a leerla en su mente y cuando lo hizo el libro se cerró de golpe y volvió a abrirse. El joven héroe se percató de inmediato que la frase había subido otro renglón.
Al notar esto, Adam entendió el problema y se tomó la cabeza mientras gritaba con enojo:
—¡Pero me estás jodiendo! ¡Más de un millón de veces tengo que repetir esta frase de mierda!
El viejo sin ojos salió para ver al chico quejarse y con una sonrisa macabra en su boca dijo:
—Sí, es una maravilla de libro y me lo regaló un mago tras haber superado mi primer ascenso siendo una estantería mágica.
—¡¡Más que un libro es una herramienta de tortura!!—Se quejó Adam mientras contaba la cantidad de reglones que había en cada página.
—Por algo lo sacaron de los pisos de oro y plata para dármelo a mí…—Dijo el viejo sin ojos con algo de remordimiento— Imagínate a los magos estando afuera en los pasillos, repitiendo como unos lunáticos la misma frase una y otra vez. Para colmo, trata de comprender el sufrimiento de los bibliotecarios que lograron aprender esta habilidad sin saber qué es lo que obtienen al final de leer todos los renglones.
—¿Conociste a un mago?—preguntó Adam recordando lo que había dicho el viejo sin ojos, al principio creyó escuchar mal, pero claramente el viejo había repetido la palabra mago.
—Soy una estantería mágica: ¿Quién va a conocer a los magos si yo no los conozco?—Preguntó el viejo sin ojos con algo de burla por la pregunta—Pero te estás confundiendo: no nos estamos refiriendo al mismo tipo de mago.
—¿Hay más de un tipo de mago?—Preguntó Adam con curiosidad, todavía recordaba que el camino para convertirse en un mago era leer libros mágicos, por lo cual siempre tuvo curiosidad sobre el tema y más ahora que había empezado a leer sus libros mágicos
—Dentro de poco sabrás la respuesta, muchacho—Contesto el viejo sin ojos con una sonrisa muy feliz en su rostro—Por el momento: te deseo suerte leyendo ese libro hasta quedar demente.
Tras decir eso, el viejo sin ojos se escondió en su pared. Adam miró el grueso libro en su escritorio y se tomó la cabeza masajeando su frente por un buen rato. Luego el joven fue a prepararse un café, porque esto iba a durar bastante más tiempo de lo previsto.