Adam espero en la puerta con la hoja dorada segura entre sus túnicas. Todos sus planes habían cambiado y ahora tenía que dirigirse lo más rápido que pudiera a casa; para guardar su pequeño tesoro.

Finalmente, Adam noto a la persona que estaba saliendo de la puerta: era muy viejo y tenía demasiadas canas en su cabeza, vestía túnicas rojas y cada paso lo hacía con la lentitud de una tortuga. El viejo estaba acompañado por otras tres personas que vestían túnicas negras. Los acompañantes caminaban siempre unos escalones abajo de él como si no buscaran pasarlo.

Al ver la túnica de otro color: Adam rápidamente tapó sus zapatos; sabía que este viejo era alguien importante y era mejor que no descubriera imperfecciones.

—Muchacho, no deberías estar en la escuela a estas horas? — preguntó el viejo mirando al jovencito parado en la entrada.

—El maestro Aquiles me dijo que tenía que hacer la tarea en casa con mis padres— Contesto rápidamente Adam, mostrando su libro amarillo.

—Aquiles ... Tan holgazán como cuando era estudiante... — Dijo el viejo con algo de enojo — No te preocupes, joven. Después iré a decirle algunas palabras a ese vago y verás cómo te ayuda con tus deberes la próxima clase.

Adam asintió y se despidió del viejo, siempre cauto de que no descubriera sus zapatos. Con algo de prisa comenzó a bajar las escaleras. Eran 100 escaleras y tenía 10 años; lógicamente Adam estaba bastante cansado cuando lo logró. Pero el joven no se detuvo al llegar al 3 piso medio; sino que siguió bajando hasta llegar al primer piso. Fueron un total de 400 escalones los que bajó; este también era el verdadero motivo por el cual había llegado tarde.

Cuatro personas estaban protegiendo la escalera para continuar bajando. Los 4 miraron a Adam con curiosidad. Uno de ellos con mirada algo aturdida; sacó un libro rojo de su túnica, pero no abrió, solo se quedó mirando al muchacho.

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Adam los ignoró y se dirigió por unos de los pasillos del hexágono 3 del primer piso del medio.

Adam, continuó su marcha hasta llegar a una de las esquinas; miró hacia los extremos del pasillo para ver que no hubiera nadie y se dirigió hacia una de las estanterías. Las estanterías de este piso eran bastante viejas, algunas estaban rotas, otras vacías y llenas de polvo. .

Adam fue hacia una estantería que estaba completa. La estantería estaba colocada en unas de las paredes de los exteriores del hexágono y su madera parecía muy vieja. La madera húmeda tenía algunos hongos coloridos y musgo muy verde, dándole cierta apariencia mágica.

Adam la miró con cuidado y tomó uno de sus libros, parecían bastante viejos y sus páginas estaban amarillentas, muy diferente al libro en perfecto estado que le había dado la estantería con cara de abuelita.

Al tomar el libro, una cara apareció en la estantería: parecía ser un rostro muy viejo. El rostro solo tenía una boca; en la cual podían distinguirse unos dientes afilados que asustaría a cualquiera. Con una voz ronca y fiera, la estantería dijo:

—¿Acaso no sabes quién soy ,novato?—Dijo la estantería con una sonrisa llena de codicia — Si mis libros quieres leer, primero mi pregunta debes responder. ¡Pero presta atención, porque si fallas serás otro de los hongos que hay en mis estantes! Así que dime: ¿si yo quisiera poder resucitar, cuáles son los pasos del ritual a realizar?

—Soy yo, viejo, únicamente quiero pasar — Dijo Adam mirando a los lados algo preocupado.

—¿Eres tú ,chico?— Un par de ojos aparecieron en la cara de madera y miró al niño con pelo colorado y pecas — ¡Entra! ¡Sé rápido o alguien te notará!

El libro en su mano desapareció y se colocó en la estantería. Acto seguido, los libros en la estantería comenzaron a moverse como si tuvieran voluntad propia, la madera mohosa y húmeda comenzó a doblarse hasta formar una puerta , en su interior había una escalera de caracol.

Adam entró por las escaleras de caracol, dirigiéndose al 5 piso del nivel inferior.