Adam miro al cielo por un buen rato, pero ciertamente no veía nada en el cielo negro. La principal anomalía de que se percató el joven era que la isla parecía estar iluminada por la luz de la luna, pero ciertamente no había luna en el cielo, o al menos él no podía verla, por lo cual le preguntó al mago:
—¿Hay una luna, no? ¿Cuántos libros mágicos necesito leer para poder verla?
—Ni idea, no hay un número fijo de libros para lograr eso…—Respondió David mientras fumaba con calma—Solo préstale atención a los números importantes, por lo demás, sí, hay una luna muy linda en el cielo.
—¿Cuáles son los números importantes?—Pregunto Adam
—Solo hay tres números relevantes en toda la biblioteca: 5, 18 y 0—Respondió David con calma—Pero el 0 se representa con el 69 en nuestra religión. Te recomendaría no llegar a 69 libros mágicos leídos sin ningún discípulo.
—¿Pero entonces si hay números fijos o no?—Respondió Adam con dudas.
—Cada libro mágico te aporta una cantidad de magia bastante aleatoria…—Comentó David mirando como el fuego de la fogata se hacía cada vez más débil—Por lo que no te podría decir un número fijo para ver la luna.
Adam observó que el fuego estaba por apagarse; sin embargo, el joven no quería desaprovechar esta oportunidad única, por lo que continuó preguntándole de forma apurada: no quería que el ataque interrumpiera su oportunidad dorada de preguntar acerca de la religión del mago.
—¿Entonces qué tienen de especial esos números?, y ¿Por qué a las religiones no se las conoce como camino de vida?, siempre tuve esa pregunta.
El mago antiguo aprovechó el poco fuego restante para prenderse un último cigarrillo y contestó con calma mirando a la costa de la playa:
—Si lees 5 libros mágicos podrás hablar con los libros mágicos, si lees 18 libros mágicos tu tiempo de vida se duplicará y con 69 libros leídos obtienes otra vida. Por lo demás, ya sabes la respuesta a la segunda pregunta, solo no la reflexionaste con seriedad: un camino no cambia el mundo, una religión sí. Tu mundo cambia cuando avanzas en una religión, o mejor dicho tu percepción del mundo es la que cambia.
—Otra vida…—Murmuro Adam con asombro mirando a la fogata. El fuego estaba por apagarse y las ramas de laurel se hacían cada vez más obvias a medida que la madera ardiendo se regeneraba y la fogata volvía a ser unos troncos recién prendidos fuegos.
—Ya falta poco...—Murmuró, el mago antiguo—Se pueden escuchar algunos movimientos en el agua, parece que el rey de los océanos es el que nos quiere muertos en esta historia.
Adam se concentró en escuchar, pero él no podía oír nada por el momento. El viejo mago miró al fuego a punto de apagarse y dijo:
—Recuerda no molestar al rey en el pasado o enviará más hombres a matarnos en el siguiente pasado, solo deja que te maten en la primera oleada. Otra pista es que es un rey, no podemos luchar contra un rey: tenemos que escapar de esta isla para completar la aventura…
Adam asintió, pero dudaba bastante en que tuviera la valentía para seguir ciegamente los consejos del mago antiguo, cuando el consejo era nada más y nada menos que morir de forma rápida. Fue entonces, mientras que Adam estaba meditando qué hacer a continuación, cuando unos ruidos comenzaron a escucharse desde la dirección de las olas.
*Scruish**Scruish* Adam miró a la costa y observó como unos cuatro humanos estaban saliendo del agua, por otro lado, el fuego de la fogata sé había apagado y ahora parecían ser unos troncos listos para quemar.
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Los cuatro humanos se movían de manera bastante errática y cada vez que una de sus articulaciones se movía, se escuchaba un crujido que provocaba un extraño sonido. Parecía que sus articulaciones estaban hechas de rocas y crujían cada vez que querían mover alguna parte del cuerpo.
Las cuatro personas parecían ser bastante lentas, por lo que se tomaron bastante tiempo en llegar a la orilla de la playa. Los cuerpos de las personas estaban desnudos y tenían la piel arrugada como si hubieran estado cientos de años en el agua, además sus cuerpos parecían estar llenos de crustáceos pegados a sus pieles.
Por otra parte, los hombres arrugados portaban espadas oxidadas, las cuales parecían estar bastante rotas, al punto que Adam dudaba que pudieran cortarlo de verdad. Pero lo que más llamaba la atención, era que las extrañas criaturas tenían movimientos erráticos en los cuellos, manos y pies. La espada en las manos de las criaturas eran agitadas de forma aleatoria, como si el cuerpo de las cuatro personas estuviera siendo controlado por alguien más con mucha dificultad, apenas logrando que se movieran para adelante.
—Si son así de lentos, escapar y matarlos sería facilísimo…—Dijo Adam mirando a los cuatro hombres acercarse a ritmo de tortuga—Dudo que incluso quedándome sentado logren matarme, de suerte pueden sostener esa espada…
—La clave es que te maten ahora, recuerda lo que te dije...—Respondió David con calma. Pero mientras decía eso, una especie de líquido negro salió de las suelas de su zapato. Adam no se dio cuenta de esto porque no podía apartar la mirada de los cuatro hombres desnudos.
El mago antiguo, al ver a Adam aturdido con los hombres acercándose, continuó explicando su idea:
—Este no es un libro mágico que se resuelva solo luchando, pocos lo son, tienes que pensar y resolver la lección que el libro busca transmitir. Lo mejor a veces es ignorar la historia banal contada en sus páginas.
*Scruish**Scruish* Finalmente, las criaturas estaban a unos pocos metros de Adam y David, a estas alturas los dos pudieron sentir un hedor a pescado podrido proveniente de los cuatro humanos arrastrando sus pies hacia su dirección.
Adam se cubrió la nariz con la manga de su túnica, le dieron ganas de vomitar por el terrible olor a pescado podrido desprendido por estos cuatro cadáveres. Pero el joven héroe se resistió por el miedo a la muerte: por más que el viejo mago le haya dicho que para salir vivo del libro tenía que morir todavía había una parte del muchacho que se rehusaba a quedarse sentado y esperar su muerte.
*Scruish**Scruish* Pasaron unos pocos minutos y los cuatro hombres estaban a unos pocos pasos de la fogata apagada, tanta cercanía hacía que el miedo de Adam estallara y quisiera salir corriendo. Pero el joven se contuvo para no moverse, tomando valentía al ver que el antiguo mago a su lado se quedó callado, fumando su cigarrillo durante toda la lenta caminata de los cuatro cadáveres.
*Wush**Wush* Las espadas oxidadas cortando de forma aleatoria el aire, se escucharon cerca de Adam. Al escucharlas, el joven no aguantó más y se trató de levantar, no obstante, recién ahora, se dio cuenta de que no podía mover su cuerpo: ¡parecía que estuviera pegado al tronco donde estaba sentado!
Con desesperación, Adam miro al tronco y se dio cuenta de que un líquido negro y aceitoso salía constantemente de los zapatos del viejo mago. El líquido estaba agarrando toda su cintura: pegando su culo al tronco. Aun así, Adam ni siquiera podía sentir el peso del líquido, parecía como si el aire tomará color y ahora lo estaba agarrando por más que el líquido tenía un aspecto similar al petróleo.
—...—Adam trato de decir algo, pero cuando abrió la boca, el líquido negro salto de su cintura a su boca metiéndose por su garganta. Adam lloró de desesperación mientras miraba al mago antiguo mirar al cielo fumando sin prestarle nada de atención como si buscara ignorarlo.
Cada vez que el joven héroe trataba de pronunciar la frase mágica para lograr su escape, más líquido negro se metía a su garganta, por extraño que parezca el líquido no tenía sabor, ni textura, ni olor, realmente parecía aire negro, pero su aspecto aceitoso indicaba todo lo contrario.
*Wush* Un espadazo rozó al asustado Adam, provocando que su mejilla sangrase. Al sentir el dolor, el joven, con más terror que nunca, probó su último intento de decir las palabras mágicas.
Pero apenas Adam abrió la boca, el líquido negro de su cintura dejo de pegar su trasero al tronco y en su lugar lo catapulto hacia la espada oxidada de unos de los cadáveres andantes.
*¡Haaaaaa!* Adam salió volando hacia la espada del cadáver y la boca abierta del joven se metió dentro de la espada oxidada, haciendo que su garganta fuera completamente atravesada. El pelirrojo sintió la mezcla del sabor oxidado de la espada y de su sangre, junto a un dolor insoportable que lo hizo perder la conciencia.