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103-El mensajero

Finalmente, los 4 llegaron hasta las escaleras, por suerte estaban bastante cerca. Adam sabiendo que las preguntas llegaron se sacó los anteojos. Con el tiempo descubrió que su identidad de héroe solía solucionar su identidad una gran cantidad de problemas y más con los guardias.

Los guardias al notar al hombre herido cargado por Adam se acercaron a preguntar:

—¿Necesitan ayuda?

—Si— Respondió el viejo en la espalda de Adam— Al piso superior 3 de 5, hexágono 3 de 18, te doy dos páginas de caracteres si me cargas hasta ese lugar y al resto le doy una pagina por cerrar la boca acerca del guardia faltante.

—Por supuesto, siempre se aceptan donaciones—Dijo uno de los guardias acercándose a Adam para tomar al viejo en la espalda de Adam—Pero por las dudas podrías pasarnos tu identificación, no quiero que me mate una criatura en el camino.

—Me la comió una criatura—Respondió el viejo con una sonrisa amarga—Mi nombre es Abel, número de identificación 923, pasa el libro así confirmamos.

El guardia se acercó con el libro. El viejo puso su dedo y los mismos datos que menciono aparecieron en el libro. Con una sonrisa, el guardia preguntó:

—¿Eres un trotamundos que volvió? Podrías dar un poco más que una sola página de caracteres a cada uno.

—No tientes a la suerte—Respondió el viejo—Acaso crees que el chico que me está cargando no le interesaría ganar algo de karma extra.

El guardia miró los ojos de Adam y prefirió cerrar el trato aceptándolo rápidamente.

Antes de que el viejo se fuera, Adam mencionó:

—También vas a necesitar que alguien cargue estos libros. Por más que te haya salvado, los libros son tuyos.

—Son biografías inútiles, no me sirven por desgracia—Respondió el viejo con algo de pena por sus compañeros muertos—De todas formas: gracias, la intención fue buena.

Adam algo desilusionado acepto las gracias y espero que eso de karma también. Luego acompañó al guardia cargando al viejo por las escaleras y se despidieron en los pisos medios 3 de 5 donde Adam tenía que entregar la caja de madera.

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El camino fue bastante tranquilo hasta que Adam llegó hasta una estantería de madera blanca, Adam tomó uno de sus libros y la cabeza de una la chica con estrellas en las mejillas se formó en la estantería de madera blanca, al salir dijo:

—Creciste bastante rápido! Ya tienes la altura de los adultos, solo te faltan sus túnicas.

—Sí, lo sé, ¿vamos a discutir acá o me vas a dejar pasar?—Preguntó Adam de forma apurada y algo nerviosa, no quería llamar mucho la atención de las estanterías cercanas

—Por supuesto que no discutiremos acá. ¿Y estos dos niños?—Preguntó la chica con sospecha

—Vienen conmigo—Respondió Adam apuradamente.

Al pronunciar esas palabras: un pasadizo se mostró sobre la estantería madera blanca, en su interior la misma escalera de caracol que había bajado hace un tiempo podían hallarse. Adam con cuidado comenzó a subir los escalones junto a los niños.

Al subir, noto la misma sala cuadrada de madera blanca en la que estuvo en su infancia, pero esta vez estaba decorada con un escritorio y tres sillas de madera. Parecía no haber nadie dentro de la habitación, Adam entró y puso la caja que tenía que transportar hasta acá en el escritorio luego dijo:

—Mi misión era únicamente transportar esta caja. No la podía abrir: así que supongo que ustedes sí pueden hacerlo.

Un viejo comenzó a formarse sobre una de las paredes de madera blanca de la habitación, mientras decía con voz seria:

—Sí que te has convertido en un héroe en estos pocos años, chico. Veamos si pudiste devolver el favor por haber salvado tu vida en aquel entonces.

El viejo terminó de formarse, dio unos pasos y tomó la caja. La caja se abrió de forma automática, cuando las manos de madera blanca del viejo la tocaron.

Cuando la caja se abrió, un librillo salió de adentro, era la oveja negra. Al salir el rostro del viejo formó una sonrisa bastante amplia. Pero la oveja lo ignoró y se quedó mirado a los dos niños en la habitación con incredulidad y con un grito bastante agudo pregunto:

—¿Y ustedes qué hacen acá sin un maniquí?!

—Clara nos permitió venir, además no tenemos nada que ver con vos—dijo Hermes de manera apurada.

—Si, no puedes darnos órdenes!—Grito Apolo apoyando la idea de Hermes.

—Clara es una idiota. A este ritmo los van a terminar matando a los dos—Dijo la oveja negra con molestia, luego se giró y miró a Adam y dijo:

—Llévatelos de regreso y ven a buscarme en unas horas, yo negocio por el viejo sin ojos.

Los niños se quejaron: querían sus dulces. Adam los convenció diciendo que iban por la tienda de dulces antes de regresar. Así que los tres salieron rumbo al mercado, dejando a la oveja negra discutiendo los detalles con las estanterías de madera blanca.