Elías se retiró hacia la parte de atrás de la tienda y luego volvió con un estuche de metal bastante chico. El joven puso el estuche sobre la mesa y lo abrió: en su interior se hallaba la canica que se encontraba en el interior de la estatua del enano y también había un espacio vacío reservado para otra canica.
Mostrándole la canica a Adam, Elías dijo:
—Si tomas la canica podrás sacar el libro de tu hermandad. Luego, cuando hagamos las inscripciones haremos que las mismas tengan el mismo efecto que la canica, pero por las dudas siempre debes guardar esta canica como copia de respaldo. Si las canicas se pierden: puedes obtener las canicas de regreso siguiendo un ritual descrito en el libro de tu hermandad. Te recomiendo memorizar ese ritual.
Antes de que Adam pudiera probar sacar el libro, Elías volvió a cerrar el estuche con las canicas y puso sobre la mesa la otra caja de madera, mientras decía:
—Cuando tengas tiempo puedes ponerte a jugar con la canica. Ahora veamos si puedes unirte a una hermandad de magos, así podemos comenzar con el bordado de los símbolos.
Adam entendió que Elías estaba apurado por lo de la purga, por lo que trato de no hacerle perder mucho tiempo y abrió la caja de madera. Al abrir la caja, Adam notó que la caja contenía cuatro cartas y una brújula.
Las cartas estaban colocadas boca abajo y todas tenían el mismo dorso: el cual era el dibujo de una rosa cardinal, la misma rosa cardinal que se encontraba en la brújula. La brújula era bastante bonita: su carcasa estaba hecha de oro y su flecha parecía ser de plata, mientras que los símbolos norte, sur, este y oeste estaban hechos de jade.
Al ver el contenido de la caja, Elías abrió su cuaderno negro y busco una página, luego leyó las instrucciones en voz alta:
—Tienes que poner las cuatro cartas boca abajo sobre la mesa y la brújula en el medio. Luego cuando la brújula gire tienes que ir dando vuelta las cartas señaladas por la flecha de la brújula en el orden señalado. Cuando termines, las cartas te harán las preguntas en el orden seleccionado.
Siguiendo las instrucciones, Adam puso las cuatro cartas arriba de la mesa y la brújula en el medio. Cuando terminó, noto que la flecha de la brújula giraba en círculos hasta terminar apuntando a la carta este.
Adam dio vuelta la carta que estaba ubicada en esa dirección. Al dar vuelta la carta, el joven notó que en la carta había dibujado una habitación completamente blanca, en el medio de la habitación se hallaba un hombre mutilado atado a un mástil de mármol.
El rostro del hombre está envuelto con unas túnicas blancas manchadas de sangre, pero parecía estar mirando a la dirección de un hombre con túnicas negras y capucha que salía de la habitación blanca.
Al ver el dibujo, Adam miró a Elías en busca de significados.
—Las cartas con muertos representan hermandades donde no deberías pertenecer—Comentó Elías, mirando su cuaderno varias veces, esta era la primera vez que abría una caja para magos, así que también tenía sus dudas—Continúa con la siguiente.
Adam observó la brújula, la flecha volvió a girar hasta detenerse en la carta norte. El joven dio vuelta la carta y observó que en la carta estaba representada una mujer vieja caminando por un camino lleno de flores, el rostro de la mujer parecía estar cubierto por una flor que volaba con el viento.
—Bien, esa carta simboliza que la hermandad te quiere entre sus miembros—Comentó Elías con una sonrisa.
Un poco más alegre, Adam volvió a mirar la brújula y la flecha comenzó a girar hasta detenerse en la carta oeste. Adam dio vuelta la carta. En la carta estaban dibujados los pasillos de la biblioteca, en medio de los pasillos podían verse a un joven con túnicas blancas con capucha. El joven estaba aplastándole la cabeza a una mujer con un libro. El rostro de la mujer era indistinguible, ya que estaba completamente hundido por los golpes del joven encapuchado.
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—Parece que no cumples sus criterios, prueba la última carta—Dijo Elías de forma expectante.
Sin esperar que la brújula señalara la última carta, Adam dio vuelta la carta en la dirección sur, pero para su sorpresa la última carta estaba completamente negra, no había nada dibujado en ella.
—Ahora te digo que es eso...—Dijo Elías buscando en su cuaderno negro por unos cuantos minutos
Mientras tanto, Adam observaba el estuche con las canicas: tenía mucha curiosidad con ver que libro salían de ellas. Luego de un rato buscando, Elías comentó:
—Veremos si es una hermandad posible cuando hables con ella, si no pregunta nada es porque no te desea. Para qué las cartas hablen y te pregunten cosas, debes tomar la carta y colocarla arriba de la brújula.
Adam tomó la carta de la mujer vieja caminando por el camino con flores y la colocó arriba de la brújula. Al hacerlo, todas las lámparas de la tienda se apagaron de repente, salvo por la chimenea que iluminaba con su fuego verde. Toda la habitación adquirió el tono verde del fuego y lentamente algo comenzó a salir de la carta arriba de la mesa.
Adam miró con atención como una mano vieja estaba saliendo de la carta, luego fue saliendo otra mano con piel arrugada y luego salió una cabeza de la carta.
Al parecer estaba saliendo la mujer vieja dibujada en la carta, pero esta vez la mujer no tenía ninguna flor tapando su rostro, por lo que Adam pudo ver la cara marchita y anciana de la mujer.
La mujer tenía el pelo blanco y ojos verdes, estaba vistiendo unas túnicas negras resaltando aún más su cabello blanco y no parecía tener rasgos distintivos salvo por su piel arrugada.
Cuando finalmente la mujer logró salir completamente de la carta, la vieja miró a las otras tres cartas sobre la mesa con desconfianza, luego miró a Adam y dijo con un tono bastante amable:
—Mucho gusto, Adam, soy la guía de la hermandad de los eternos. Como mago nacido en la ciudadela de la eternidad, puedes unirte siempre que quieras a nuestra hermandad de magos.
—Gracias, pero no me...—Adam estaba por negar la invitación, pero fue interrumpido antes de que pudiera terminar de hablar.
—Parece que cumpliste uno de los objetivos de esta hermandad—Interrumpió Elías—Piénsate bien antes de rechazar, cumplir un objetivo siempre viene con recompensas bastante importantes. Como tu consejero en elegir una hermandad: te recomiendo volver a discutirlo con tu padrino y reflexionar seriamente sobre tu decisión final.
—Bueno, veré que me dice mi padrino—Comentó Adam, procediendo a contarle toda la situación a su padrino.
Su padrino contestó rápidamente incluso antes de que Adam terminara de escribir:
'No le hagas caso y sigue el plan. ¡No debes elegir a los eternos, muchacho!
De seguro, los eternos traman algo con vos: ¡¡Por eso te desean tanto!!
No seas tan idiota de confiar en un grupo de bibliotecarios que están dispuestos a purgar dos pisos enteros. Gente tan mala de seguro no es confiable.'
—Gracias, pero no me interesa tu hermandad—Contestó Adam, siguiendo el consejo de su padrino. Además, como héroe, Adam tampoco estaba muy dispuesto a permanecer con un grupo de asesinos despiadados.
—Mi hermandad te interesa, pero confías en la persona equivocada...—Contestó la mujer vieja volviendo a desaparecer en su carta.
La carta arriba de la brújula saltó, dio una vuelta en el aire y se puso al revés. Luego la carta volvió a saltar y darse vuelta mostrando su dibujo. En su dibujo ya no estaba más la vieja caminando por el camino de flores.
En su lugar, apareció un hombre encapuchado saliendo por la puerta de un cuarto: el hombre parecía estar sosteniendo una maleta que chorreaba sangre.
En el piso del cuarto que el hombre encapuchado estaba abandonado podía hallarse un hombre y una mujer encadenados a una pared, los dos estaban desnudos y al hombre le habían cortado el cuello, provocando que la sangre manchaba su rostro, haciendo imposible distinguirlo.
Mientras que a la mujer le habían abierto la panza y las tripas se escapaban de su cuerpo. Uno de los brazos de la mujer estaba extendido hacia el hombre encapuchado, parecía suplicar por ayuda, mientras que el otro se tomaba las tripas de la panza, parecía que aún estaba viva cuando el hombre encapuchado se marchaba de la habitación.
—¿Por qué nunca se ven los rostros de las cartas?—preguntó Adam; incluso la mujer destrozada en esta carta tenía la cabeza agachada mirándose la panza abierta, por lo que no se podía ver su rostro.
—No lo sé—Respondió Elías—Pero lo más probable es que ocultar el rostro debe tener algún simbolismo para los magos.
—Pero la mujer vieja no lo oculto...—Comento Adam
—Tal vez sea una característica de los eternos, tampoco lo sé—Respondió Elías—Prueba con la carta negra y veremos si puedes seleccionar alguna hermandad para el camino de los magos.