Aunque el director no se interesó mucho por los resultados de los primeros dos cuadrados, sí miró con atención los últimos tres cuadrados de la tarjeta rasca y gana. Se detuvo un rato y se sentó más cómodamente. Parecía que estos tres cuadrados negros eran los más importantes para él. Sus viejas manos temblaron y se pusieron a rascar el tercer cuadrado mostrando otro 0 en la tarjeta.
Unas lágrimas cayeron de los ojos del director mientras suplicaba:
—¡Por favor! ¡No me queda mucho tiempo! ¡Dame algo útil!
Con las manos temblorosas y lágrimas cayendo sobre la tarjeta, el director rascó el siguiente cuadrado negro revelando otro 0.
—¡¡Nooo!! ¡¡Por favor, no me hagas esto!! — Gritó el director, rodando por el suelo mientras lloraba como si le hubieran matado a uno de sus hijos.
Adam se sintió bastante mal por el director; entendió cómo funcionaba la tarjeta y al parecer un solo cuadrado lleno no valía haber trabajado tantos años. Pero el pelirrojo no sabía cómo consolarlo, él era joven y le quedaba una vida por delante, por lo que no entendía la desesperación del director en estos momentos.
—Adam… Puedes rascar el último número por mí…—Dijo César con la voz rota en llantos, parecía que ya no podía continuar con esta decepción.
Pero para sorpresa de Adam, el director se volvió a parar y con decisión miro a los ojos del estudiante, diciendo:
—Si es más de 5 creo que podría volver a lograrlo: ¡No puedo rendirme, nunca voy a rendirme! ¡Tienes que sacar más de 5, muchacho!
Con las manos temblorosas, el director le entregó el botón a Adam y le dijo:
—Este botón te dará fortuna, era de la túnica blanca de mi padre. ¡Tienes que lograrlo, Adam! Ya estoy viejo y puedo sentir que todo está por acabarse pronto. Pero el día de hoy me diste el último empujón que necesitaba para lograr seguir viviendo. Siempre que saques más de 5 buscaré alguna forma de lograr seguir luchando y estoy seguro de que la próxima vez no fracasaré.
Adam tomó el botón mientras sus manos temblaban con violencia. El espíritu de no rendirse nunca incluso con el peor de todos los resultados posibles lo infectó a él también. Luchando porque el botón no callera de sus manos, Adam se sentó en el suelo y comenzó a rascar el último cuadrado negro.
El viejo Cesar puso la mano en el hombro de Adam como tratando de transmitirle su suerte. La otra mano la levantó al cielo como buscando reunir la energía del mundo y una mirada decidida apareció en su rostro, mientras se concentraba en el número que estaba por aparecer.
Sintiendo la energía del momento, Adam rascó con el botón la tarjeta rasca y gana que decidiría el destino del director, pero una curva ovalada apareció en la mitad, haciendo detener a Adam y poniéndolo aún más nervioso, por esta curvatura solo podía sacar: un 9, un 8 o un terrible 0.
—¡No dudes, Adam: Sacarás el 9!—Gritó César con todo su pulmón poniendo las dos manos en los hombros de Adam y cerrando los ojos— ¡Hoy es el día chico! ¡Hoy sale el 9! ¡¡Puedo sentirlo!!
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'9,9,9,9' Repetía Adam como un demente en la cabeza, mientras sudor aparecía en su frente y caía por el suelo alrededor de la tarjeta, el joven estaba completamente infectado por la atmosfera creada por el director.
Con valentía y cubriendo el resultado con una mano Adam rasgó la tarjeta. Luego de terminar de rascar el cuadrado, el joven héroe levantó la mano de una sacudida: revelando el resultado.
—¡¡¡Dame un NUEVEEEEEEEEEEE!!!— Gritó el director casi desgarrando su garganta, mientras levantaba sus manos al cielo y miraba la tarjeta rasca y gana con desesperación.
Tanto el director como Adam acercaron la cabeza hasta casi besar la tarjeta y miraron el resultado con incredulidad, no era un 0 y no eran 9: ¡¡Era un 8!!
—¡Lo logramos director! ¡Sacamos un 8!—Gritó Adam lleno de felicidad, mirando a su director aturdido mirando la tarjeta.
La mirada de César se tornó completamente fría al ver el resultado, no celebró y tomó la tarjeta en silencio. Sus manos no temblaban. Su rostro no parecía tener emoción alguna y con una voz muy calmada dijo:
—No existe el 8 en estas tarjetas, muchacho…
Tras decir esas palabras, el viejo director corrió hacia una de las paredes de madera de la escuela. Cuando estaba por llegar no se detuvo sino que aceleró y con furia pateó la pared.
La patada provocó que una tabla de madera se desprendiera de la pared y cayera al piso. Acto seguido, la tabla comenzó a rebotar en el suelo como si estuviera hecha de goma mientras se transformaba en una patineta de madera, pero no tenía ruedas parecía volar en el aire por lo que debía ser una habilidad mágica.
El director miró la patineta volando, se dio vuelta, miró al pelirrojo aún aturdido en el suelo y con euforia dijo:
—¡Buena suerte en estos tiempos de mierda, Adam! Créeme que la necesitarás…
Inmediatamente, la patineta de madera giró en el aire y se transformó en una patineta metálica. César saltó arriba de la madera y gritó con fuerza:
—¡¡Cúbrete los oídos, chico!!
*Booooom* Sin esperar a Adam, el director salió disparado por la puerta de la escuela rumbo al hexágono 4. Su túnica roja se rasgó completamente, dejando al director desnudo y parecía que la piel vieja se le estaba rasgando de la velocidad que tomó.
*Puff* Adam rodó por el suelo y chocó contra la pared de madera producto del choque generado por el impulso del director. Sus orificios de la cara sangraban, solo escuchaba un pitido en sus oídos y luchaba por no desmayarse en el suelo.
El joven pelirrojo alzó la mirada con la última fuerza que le quedaba en su cuerpo y vio al director acelerando cada vez más rápido por el pasillo principal del hexágono 4.
Las personas que trataban de huir del maniático, que únicamente aceleraba, estaban siendo completamente pulverizadas a medida que el director avanzaba. Una estela de fuego surgía desde atrás de la patineta montada por el director incendiando el pasillo principal del hexágono. Las estanterías del pasillo principal estaban ardiendo en llamas y todas las estanterías del hexágono 4 salieron a atacar al director.
Llovieron ataques hacia al director que avanzaba cada vez más rápido hacia el hexágono 0 y el director los esquivaba o dejaba que impactaran en su cuerpo haciendo que partes de él volaran por todos los pasillos. Pero eso no parecía molestarle a César y únicamente aceleraba rumbo al 00008: ¡Rumbo al infinito!
Adam cayó al suelo tratando de levantarse para escapar del incendio que no paraba de crecer en el hexágono 4, pero parecía que una gran cantidad de huesos en su cuerpo se habían roto en el impacto contra la pared, por lo que no pudo resistir mucho tiempo estando parado.
El joven se había quedado sordo por lo que solo escuchaba un pitido en sus oídos cada vez más fuerte. Desde el suelo, Adam miraba con incredulidad al hexágono 4 arder en llamas por todos lados y el caos de los bibliotecarios envueltos por las llamas corriendo por los pasillos, tratando desesperadamente de salvar sus vidas.
Lentamente, las fuerzas del joven fueron menguando y sus ojos se cerraron con aturdimiento, mientras miraba esta escena de locos. El joven héroe se había desmayado en la entrada de la escuela, sin entender como la situación se volvió tan irreal.