Cuando Adam terminó de leer, el mensaje desapareció, pero esta vez no apareció nada en las dos carillas. El joven sintió que todo lo que acababa de ocurrir era bastante extraño: a diferencia de los otros libros mágicos, esta experiencia no tuvo nada que ver con la habilidad descrita en la lista de libros.
En los otros 4 libros mágicos, la historia narrada siempre tenía una vaga correlación con la habilidad descrita por el viejo sin ojos: ya sea el pez nadando, el insecto picando en el dedo gordo, la frase retrocediendo o la chica escondiéndose. Pero esta vez, Adam no entendía cómo relacionar lo ocurrido con la posibilidad de entender una emoción.
Sin embargo, cuando Adam se estaba por concentrar a ver si sentía un cambio en su cuerpo, se percató de que los caracteres comenzaron a surgir nuevamente en el libro hasta dejar a las dos carillas como estaban originalmente, antes de que los caracteres comenzarán a moverse por su cuenta.
Al ver que el libro volvía a su estado original, Adam tuvo la corazonada de que lo que vivió hace poco estaba relacionado con leer su quinto libro mágico y no con la habilidad del libro.
Estando las dos páginas llenas, Adam trató de leerlas, pero entonces se percató de un problema: las frases escritas se repetían y no parecían tener ningún sentido. El joven no había logrado darse cuenta de esto cuando abrió el libro por primera vez, debido a que el texto de las dos carillas era dos párrafos gigantes que mareaba solo con verlos.
Adam leyó los dos párrafos gigantes en su mente, pero no ocurría nada, por lo que probó leer en voz alta:
—Solo yo sé que tú sabes que él sabía lo que nosotros sabemos, pero yo no sé que tú no sabes que él no sabía lo que nosotros no sabemos.
Al leer la frase en voz alta, Adam no notó nada extraño, por lo que procedió a repetir la frase para ver si leyendo los dos párrafos gigantes aprendía una habilidad. Pero antes de que el joven pudiera abrir la boca, alguien con una voz muy chillona lo interrumpió desde el techo gritando:
—Solo sé que sabes que sabía lo que sabemos, pero no sé que no sabes que no sabía lo que no sabemos!
Adam alzó la cabeza para observar el techo y se encontró con una cabeza en miniatura mirándolo desde el techo, la cabeza era calva y únicamente tenía una boca en el rostro, mientras Adam observaba la cabeza en busca de alguna pista, la cabeza en miniatura volvió a repetir:
—Solo sé que sabes que sabía lo que sabemos, pero...
Antes de que la cabeza en miniatura pudiera terminar de repetir la frase, un rayo azulado voló por el techo de la cueva y golpeó sobre la cabeza. Inmediatamente, la cabeza explotó como una sandía y su sangre se desparramó por todo el lago de la cueva.
Adam sintió que algo había caído al lago cerca de él. Mirando con cuidado el agua manchada con sangre, el joven notó que un hongo violeta del tamaño de una bolita se hallaba flotando junto a sus rodillas.
—¡Entraron intrusos a la cueva!, ¡Escóndete, muchacho!—Gritó el viejo sin ojos con preocupación, formándose en una de las paredes para ver quién había provocado el sistema de defensa de la cueva. Al salir, el viejo miró a Adam parado sobre el lago con el libro en la mano y con sus túnicas manchadas de sangre.
—Creo que... ¡¡Haaaaaaaaaa!!—Adam trató de explicarle la situación al viejo sin ojos, pero al terminar de pronunciar la palabra, uno de los dedos de su pie estalló y Adam cayó al agua.
El viejo observó con cautela la cueva, tratando de encontrar al culpable. Mientras que, Adam miraba con miedo a su pie regenerándose, pero no abrió la boca para pedir ayuda: ¡Había entendido el peligro del libro!.
El joven no podía decir otra cosa, además de lo que estaba escrito en el libro hasta que terminara de leerlo y parecía que una cabeza saldría a confundirlo cada vez que completara la frase. Había ligeras diferencias en la frase dicha por la mini-cabeza y la frase en sí era un trabalenguas, por lo que podía ser algo complicado lograrlo. Además, cada vez que errara una palabra de la frase, uno de sus dedos estallaría o podría ser aún peor la próxima vez.
Adam levantó el libro del agua, por suerte el agua era mágica, por lo que no estropeaba el libro del viejo sin ojos. Pero la sangre en el techo si había empapado un poco las dos hojas, limpiando la sangre con su túnica, Adam continuó repitiendo la frase:
—Solo yo sé que tú sabes que él sabía lo que nosotros sabemos, pero yo no sé que tú no sabes que él no sabía lo que nosotros no sabemos.
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No obstante, nada salió a molestarlo, Adam probó seguir leyendo hasta el final del libro, pero no ocurrió nada y no había aprendido la habilidad mágica. El joven se dio cuenta de que debía haber alguna otra condición: como que no pudiera fallar nunca mientras repetía las frases.
Por lo que Adam volvió a comenzar con la primera frase y probó decirla sin leerla del libro. Sin embargo, tampoco parecía funcionar, ya que ninguna cabeza estaba saliendo a molestarlo. Por lo tanto, el joven dejó de decirla de memoria y leyó del libro la primera frase otra vez. De forma inmediata, una cabeza surgió en una de las paredes de la cueva y dijo:
—Solo yo ...— Antes de que la cabeza pudiera terminar la frase, un rayo azulado salió de la boca del viejo sin ojos e hizo explotar la cabeza, transformándola en un hongo.
—¡Sigue leyendo, héroe! ¡No ves que te estoy ayudando con amor!—Gritó el viejo con emoción, ignorando completamente a Adam y mirando con codicia un mini hongo rojo en el suelo de la cueva—¡Juntos somos invencibles, muchacho!
Adam volvió a leer la siguiente frase tratando de completar la lectura, pero no volvió a salir otra cabeza. El joven se irritó al darse cuenta de que no estaba aprendiendo la habilidad, su primera idea fue que las cabezas no salían por la interrupción del viejo sin ojos y por las dudas el joven le hizo una señal al viejo sin ojos para que parara de atacar a las mini cabezas. Pero el viejo sin ojos la ignoró con descaro y siguió atacando a las mini cabezas consiguiendo sus hongos.
Con frustración, Adam probó leer la frase en voz alta rápidamente para ganarle al viejo sin ojos: parecería que la idea estaba funcionando porque el joven se dio cuenta de que aparecieron cuatro cabezas por las paredes de la cueva y al ser tantas el viejo sin ojos tardó más en destruirlas.
Adam paró de leer y probó leyendo la frase antes de que el viejo sin ojos pudiera derrumbar la última mini cabeza, pero no surgió ninguna cabeza más. Fue entonces que Adam se dio cuenta del problema serio de este libro mágico y porque podía terminar siendo realmente peligroso.
—¿Por qué mierda te frenas?, ¡No te rindas, héroe!—Dijo el viejo con ojos mirando con codicia a los hongos en la cueva, parecía que estaba muy alterado por la cantidad de mini-hongos que estaba reuniendo—¡Sigue sacando cabezas, mocoso!
Con las manos temblorosas, Adam decidió tomarse un descanso en silencio e ignoró la impaciencia del viejo sin ojos. La conclusión de las muchas pruebas que realizó el joven era terrible y era que no podía detenerse una vez que comenzara a leer la primera frase. En dicho caso, si las cabezas duplicaban su número cada vez que leía la frase del libro, la cantidad de cabezas podría terminar inundando la cueva.
Viendo su futuro poco prometedor, Adam decidió prevenir el problema antes de que ocurriera y se acercó a su escritorio, tomó una pluma y se dirigió de nuevo hacia el lago. Una vez en el lago, Adam se quedó un rato mirando la pluma, reunió suficiente valor y decidió atravesar uno de sus oídos con la pluma para quedar sordo.
*mmmm* mordiendo su otro brazo para no decir nada, el joven tomó fuerza y trató de no caer al agua para evitar que sus oídos se curaran.
—¡¡Nooooo!!—El viejo grito con desesperación, sus ojos de piedra parecían tornarse rojos de la ira y miraba con odio a Adam—¡Justo hoy! ¡Justo ahora te vas a matar! ¡¿Por qué no lees ese libro primero, mocoso ingrato?!
Adam ignoró los delirios del viejo sin ojos y juntó coraje para atravesar su otro oído.
*mmmmm* mordiendo su brazo, Adam evitó gritar. Al parecer el plan funcionó, ya que el joven ahora no podía escuchar al viejo sin ojos, que parecía estar gritando insultos desde el techo como si su vida dependiera de ello.
Adam volvió a tomar el libro y comenzó a leer como un loco. A medida que leía los rayos volaban por toda la cueva. Pero el pelirrojo no tardó en notar un problema. Fue conveniente para el joven héroe quedar sordo para no escuchar las explosiones de las mini-cabezas y no confundirse con su propia voz. Sin embargo, Adam se dio cuenta de que podía seguir escuchando a las mini-cabezas murmurando o gritando la frase de forma incorrecta.
Por suerte el joven ya estaba preparado mentalmente y pudo leer la primera carilla de la primera página sin problemas e inmediatamente comenzó con la segunda. Pero antes de que pudiera comenzar a leer, Adam se dio cuenta de que los caracteres en la segunda página estaban desapareciendo, obligándolo a acelerar su velocidad de lectura. El joven héroe leyó como un demente, mientras trataba de que el libro no se manchara con la sangre cayendo del techo de la cueva.
A estas alturas la cueva estaba llena de cabezas gritando, ya que el viejo sin ojos por algún motivo paró de hacerlas explotar y dejó que se duplicarán con libertad. Como no tenían más espacio en donde crecer, las cabezas empezaron a crecer encima de ellas mismas, pero siempre dejaban un círculo alrededor de Adam y parecían no querer tocarlo.
Cuando ya solo faltaban unas 10 frases; la boca de Adam sangraba por no haber parado de gritar como un loco; su mente hace mucho se había apagado y ahora exclusivamente leía el libro tratando de ignorar todos los miles de murmullos y gritos haciendo eco en la cueva. Cuando solo quedaban unas dos últimas frases, Adam dijo con una velocidad inaudita e inhumana:
—Solo yo sé que tú sabes que él sabía lo que nosotros sabemos, pero yo no sé que tú no sabes que él no sabía lo que nosotros no sabemos.
Adam trató de decir la última frase, pero inmediatamente cerró la boca haciendo que un trozo de lengua saliera volando: ¡La frase había cambiado en el último segundo!. Con desesperación, el joven héroe volvió a abrir la boca llena de sangre y leyó la nueva frase con media lengua:
—Solo yo sé la verdad, que tú nunca sabrás, que él desconoce y que ellos decidieron ocultar, pero yo no sé tus emociones, que tú nunca me contaste, que él me oculta y que ellos fingieron no saber. Te amo, pero esto no está funcionando…
Justo cuando Adam estaba leyendo la última palabra, sintió desde su espalda un fuerte golpe, como si una bomba hubiera estallado en el interior de la cueva. Adam voló por los aires y chocó contra la pared de carne formada por cabezas. Su cuerpo se partió por la mitad por el impacto e inmediatamente se desmayó del dolor sobre el lago, el cual a estas alturas estaba teñido de rojo y lleno de hongos coloridos flotando.