Paso un buen rato y Adam se encontraba leyendo un libro amarillo en su escritorio, aunque su rostro, lejos de seguir manteniendo la emoción de antes, se veía bastante molesto, como si estuviera luchando con una gran frustración.
*Puff* Adam cerró el libro amarillo de golpe y volvió a abrirlo: una sonrisa triste y llena de decepción se formó en el rostro de Adam al ver lo escrito en el libro.
—¿Hubo suerte esta vez?— preguntó el viejo sin ojos con mucha impaciencia.
—¡No, sigo sin comprender el último párrafo de esta historia de mierda!—Gritó Adam con hartazgo. El joven sabía que ocurría un cambio cuando leía todo el libro correctamente, pero este último párrafo no lo estaba logrando leer bien, por lo que el libro no cambiaba.
—Vuelve a probar: ¡Hoy lo logras, chico!—Dio ánimos el viejo sin ojos con emoción.
Adam volvió a leer la última página:
*Puff* El joven cerró el libro con violencia y volvió a abrirlo con expectación.
—¿Festejamos?—preguntó el viejo sin ojos con impaciencia.
—¡¡No!!—Gritó Adam también impaciente. Este párrafo estaba siendo bastante molesto, según el joven todo lo que estaba leyendo era correcto y tenía sentido con la historia en general, por lo que no entendía qué hacía mal.
—¿Qué dice el párrafo? Tal vez pueda ayudarte…—preguntó el viejo sin ojos con molestia, parecía que la impaciencia lo estaba cansando.
Adam abrió el libro y leyó en voz alta, para el viejo sin ojos:
—Y al final de los días, el joven héroe se lanzó al vacío eterno, otorgándole la gloria a su pueblo, la gracia a sus maestros y los regalos a sus hermanos. Su gran sacrificio abrió las puertas de nuestro futuro y nosotros cantaremos alabanzas con su nombre por siempre, él murió para salvarnos, él murió para ayudarnos, él murió para ser uno más con la biblioteca.
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*Puff* Adam cerró el libro con fuerza y volvió a abrirlo con emoción. Pero otra vez su cara se llenó de desilusión.
—Dudo que lo estés leyendo bien, chico…—Dijo el viejo sin ojos con pena, antes de esperar la confirmación de Adam acerca del intento fallido.
—¿Qué palabra dije mal?—Respondió Adam con frustración, ya tenía la cabeza quemada de tanto probar.
—No dijiste mal ninguna palabra, pero el último párrafo es un acertijo…—Dijo el viejo sin ojos con una sonrisa astuta en su rostro—Ya entiendo, es muy curioso, pero necesitas que alguien te cuente el final de la historia o nunca podrías descubrirlo por ti mismo.
—¿Qué quieres a cambio?—Pregunto Adam adelantándose a los pensamientos codiciosos de las estanterías. Ninguna estantería daría información útil desinteresadamente o de forma gratuita, siempre ponían condiciones raras.
—Una sola cosa te pido: Quiero recibir un 'adiós' cuando te marches—Dijo el viejo sin ojos con una sonrisa y sacando los ojos para ver cómo había crecido el héroe al cual había estado criando durante tantos años.
Adam se quedó mirando la sonrisa y los ojos en el rostro de piedra del viejo. Los ojos Adam se nublaron con lágrimas y gritó con emoción:
—¡Por supuesto, incluso si tu idea no funciona, me despediría antes de irme, viejo!
El viejo se emocionó y dijo con voz alegre, como si fuera un bardo recitando una antigua historia:
—Y al final de los días, el joven héroe se lanzó al vacío eterno, otorgándole la gloria a su pueblo, la gracia a sus maestros y los regalos a sus hermanos. Su gran sacrificio abrió las puertas de nuestro futuro y nosotros cantaremos alabanzas con su nombre por siempre, él murió para salvarnos, él murió para ayudarnos: ¡Él murió para volver a donde todo comenzó!
*Puff* Adam repitió las palabras del viejo y cerró el libro con violencia, luego lo abrió y apareció un mensaje gigante que cubría las dos páginas del libro abiertas: ¡Él murió para volver a donde todo terminó!
Adam arrancó las dos páginas de libro, formó dos conos y puso uno en su cabeza y puso otro en la cabeza del viejo sin ojos, mientras gritaba con histeria:
—¡¡Lo logré, viejo, lo logré!!
—¡¡Felicidades, Adam!!—Gritó el viejo con emoción—Deberías ver tus túnicas...
Adam miro sus túnicas y eran negras, de alguna manera habían cambiado de color sin que él se dieran cuenta. Adam sacó la biografía de su padrino y le escribió: '¡Logre obtener las túnicas negras!'
Sus palabras se tacharon y apareció en su lugar: '¡Felicidades, Adam! ¡Nunca dude que lo lograrías! ¡Ponte la meta que quieras, chico! ¡Lo imposible no existe en esta biblioteca, para los que nunca se rinden!'
El viejo sin ojos, leyó la biografía y murmuró con una sonrisa complicada:
—Efectivamente... Nada es imposible...