No pasó mucho tiempo y Adam llegó al hexágono 9 donde se encontraba el mercado de los pisos medios: el mismo estaba tan lleno como siempre y podía observarse una multitud de colas para entrar en las pinturas que se dirigían a las tiendas más populares del mercado.
Adam caminó un rato hasta que llegó a la sastrería, por suerte no era tan común modificarse la túnica, por lo que la cola para entrar en esta tienda era de solo unas pocas personas; sin embargo, por algún motivo que Adam no entendía del todo, la cola de pocas personas avanzaba inusualmente lento y parecía que el sastre que manejaba esta tienda se tomaba bastante tiempo en atender a los clientes.
Esta era la primera vez que Adam venía a esta sastrería: en general recurría a la tienda de túnicas que era llevada por los papás de su antigua compañera de clase Bianca. En ese lugar, Adam solía comprar las túnicas blancas acordes a su crecimiento a medida que pasaban los años.
Pero la tienda de túnicas no hacía modificaciones por encargo, por lo que tenía que ir a la única sastrería del mercado de los pisos medios que sí realizaba modificaciones.
Tras esperar casi una hora en los pasillos, finalmente llegó el turno de Adam para entrar en la pintura. Algo molesto por la larga espera, Adam con rapidez acercó su mano a la pintura, como si tuviera miedo de que alguien robara su turno. No obstante, parecía que realmente pocos clientes venían a esta tienda, por lo que no había nadie detrás de él haciendo cola. El joven no se sorprendió, ya que la lentitud con la que atendía este sastre le estaba haciendo replantearse su idea de modificar su túnica.
Al acercar la mano a la pintura, el muchacho fue absorbido por la misma. Algo aturdido, Adam apareció en la entrada de la tienda y se quedó mirando la tienda, mientras esperaba que el sastre venga a atenderlo.
El piso de la sastrería estaba hecho de madera oscura y las paredes estaban hechas de madera algo más clara. Para iluminar la tienda se usaban estatuas de angelitos sosteniendo lámparas de aceite, muy similares a las que podían verse en los pisos inferiores. Había túnicas de muchos colores colocadas sobre maniquíes por toda la tienda, la mayoría eran negras, había unas pocas blancas y muy pocas de otros colores.
Varias estatuas y pinturas decoraban la habitación, dándole un aspecto increíblemente elegante que sorprendió a Adam: era la primera vez que veía una tienda con tanta atención puesta en sus decoraciones.
Además de las decoraciones elegantes y los maniquís con túnicas, en la habitación podía encontrarse dos sillones de madera de aspecto muy cómodo y una mesa vacía entre los dos sillones. Al frente de los sillones se encontraba una chimenea iluminando y calentando la sala con un fuego verde bastante bonito, pero que a Adam le traía recuerdos bastante desagradables con su experiencia con el juguetero.
Mientras el joven observaba la tienda, un chico de aspecto adolescente salió de una puerta que se hallaba en las paredes de la tienda, la cual debería dirigirse hacia el lugar de la tienda donde se realizaba el trabajo de sastrería.
—¿Mucho gusto, quieres sentarte?—preguntó el adolescente, que a lo mucho tendría unos 16 o 18 años. El chico era rubio y tenía los ojos verdes, estaba vestido con una túnica blanca decorada con bordados de oro que formaban patrones de olas de mar por toda la túnica y sobre las mangas de la misma se hallaba bordado dos zorros acurrucados.
El joven se sentó en unos de los sillones y esperó a que Adam hiciera lo mismo. Una vez que Adam se sentó, el joven tomo un cuaderno negro de uno de los bolsillos de su túnica y pregunto con monotonía, como si hubiera estado repitiendo esta pregunta todo el día:
—¿Qué religión sigues y donde quieres poner el símbolo?
Adam sabía de los símbolos en las túnicas por su antiguo compañero de clase franco. Pero no todos se los ponían, así que el joven héroe había ignorado el tema. Por su parte, Franco tenía el símbolo de los inquisidores, que era un libro abierto con una vela en el medio; ya antes de ir a la escuela, Franco había recorrido bastante de la religión de los inquisidores gracias a la ayuda de su padre, por lo que no era raro que tuviera su símbolo grabado en alguna parte de sus túnicas.
The story has been illicitly taken; should you find it on Amazon, report the infringement.
Según franco, a las estanterías les gustaba ver los símbolos grabados y solían tratarlo con bastante respeto al tener el símbolo de los inquisidores en su túnica. Con algo de dudas, Adam contestó:
—Realmente mi verdadero propósito era ponerle una capucha a mi túnica negra. Pero ya que estamos, sigo la religión de los héroes y la de los magos; sin embargo, no conozco sus símbolos, aunque me gustaría tenerlos en las mangas de mi túnica. También me gustaría seguir en el futuro la religión de los caracteres perdidos, por lo cual estaría bueno que pongas su símbolo en algún lugar, me parece que en la copucha quedaría bien.
El joven se preparó para escribir las religiones que su cliente pedía y los sitios donde poner los símbolos en su cuaderno negro. No obstante, cuando escucho que Adam pidió agregarle una capucha a su túnica, levantó la vista de su cuaderno negro y miró el cabello rojo de Adam, junto a sus pecas. Con algo de dudas, el joven preguntó:
—Sé que puede parecer medio raro que pregunte esto: ¿Pero por casualidad no te llamarás Adam?
—Si… De hecho… me llamó Adam...—Contestó el muchacho algo aturdido porque la otra persona supiera su nombre, nunca se había cruzado a este chico en la escuela, por lo que no entendía como lo conocía.
—Me disculpas unos minutos...—Dijo el joven, levantándose de su sillón de forma apurada.
Con velocidad, el joven fue hasta la parte de atrás de la tienda y abrió la puerta por donde había venido y gritó:
—¡Abuelo! ¡Llegó el pelirrojo que buscaba una capucha!
Adam, bastante aturdido por la escena, se quedó esperando en el sillón, lo primero que se le vino a la mente es que la otra persona lo conocía de su anterior vida y por algún motivo lo reconoció, pero no entendía qué tenía que ver la capucha con todo eso.
Luego de un rato, un hombre jorobado apareció en la puerta. El hombre parecía ser muy viejo, con pelo blanco como la nieve en su cabeza y piel arrugada como una pasa seca. El viejo se apoyaba con bastante dificultad en un bastón de madera bastante tosco y con un mango de aspecto de zorro.
El anciano estaba vestido con una remera hawaiana, unas mallas turquesas con flores rojas increíblemente llamativas y en sus pies se encontraban unas ojotas algo destartaladas. Todos los dedos de las manos del hombre parecían ser prótesis de madera y su mandíbula también parecía estar hecha con una prótesis.
Pero lo que más estaba llamando la atención de Adam no eran las prótesis de madera, sino que era la máscara de zorro que cubría la mitad del rostro del hombre. La única persona que el joven héroe vio usando una máscara similar era el mago antiguo, por lo que podría ser posible que esta persona también fuera un mago.
El viejo con la lentitud de una tortuga sé aproximo hasta uno de los sillones y se sentó. Mientras se acomodaba en el sillón, dijo con una voz bastante alegre:
—Elías, trae café y algo para comer
—¿Eres un mago?—preguntó Adam tratando de sacarse las dudas al respecto.
El hombre no respondió, se quedó en silencio mirando al fuego verde hasta que el joven con túnicas blancas trajo una bandeja llena de postres y tres tasas.
Elías con cuidado colocó las tres tasas en las mesas.
*Click* Elías chasqueó los dedos y otro sillón apareció alrededor de la mesa, se sentó e invitó a que Adam se sirviera algo de café. Cuando los tres se sirvieron sus tasas, el viejo recién ahí respondió:
—Sí, soy un mago y me di cuenta de que tú también lo eres: ¡Te felicitó por ello, muchacho!. Sin embargo, parece que buscas forjar tu propia máscara, te va a ser bastante complicado lograrlo…
—¿Qué sería forjar mi máscara y como conoces quien soy?—Pregunto Adam
—Oh, parece que eres bastante ignorante...—Respondió toscamente el viejo mago mientras comía algunos postres ignorando la pregunta de Adam, luego de un rato respondió—Uno debe forjar una máscara cuando no tiene un maestro que lo guíe en la religión del mago. Al no tener maestro: nunca nadie te dará una máscara y tendrás que crearla. La otra pregunta debería ser obvia al conocer que soy un mago y no vale la pena malgastar tiempo en responderte.
—Lo que el abuelo quiso decir es que uso una habilidad mágica…—Respondió Elías mientras comía los postres de la mesa— Según el abuelo, el día que tú vendrías a nuestra tienda moriríamos, así que tenemos que escapar de estos pisos para salir vivos por eso te conocemos, Adam.