Adam se despertó temprano esta mañana para poder dirigirse hacia el mercado del piso medio 3 de 5, hexágono 9 de 18 antes de que comience la escuela.
Como era muy temprano, las calles estaban algo vacías, pero no tanto como cuando Adam tenía 10 años, dado que desde la ascensión el mercado y otros hexágonos del piso 3 y 5 se usaban como lugares de intercambio de información para los nuevos secretos descubiertos en el cuarto piso medio. Por suerte, la situación en cuanto robos y desapariciones no era tan mala en estos pisos como si lo era en el cuarto piso. En especial en el mercado donde el orden reinaba con mano firme.
Adam se dirigía hacia la tienda de anteojos. Solo había una sola tienda de anteojos en todo el mercado, por algún motivo que Adam desconocía y se encontraba en uno de los hexágonos interiores del laberinto de paredes de pinturas que conformaban el mercado.
El joven héroe se dirigió hasta el cuadro de la tienda y luego de un tiempo pudo llegar. Abajo del cuadro había una chapa que decía: 'Oculista'. Adam con expectativa estiró la mano hacia el cuadro y fue chupado por el mismo.
—Bienvenido a la tienda del Comerciante del piso medio 3 de 5, hexágono 9 de 18— Dijo alguien inmediatamente después de que el joven entrara a la tienda.
Adam se dio vuelta para ver quien le había hablado: para su sorpresa la voz provino de un conejo blanco de peluche muy bonito, el cual tenía un corazón abrazado en el pecho con un nombre bordado en el medio: 'Abel'.
El conejo de peluche notó la mirada de Adam y dijo con una voz chillona:
—¿Qué servicio desea, héroe?
—Busco unos anteojos…— Respondió Adam con aturdimiento, mientras miraba la tienda.
La tienda de anteojos no era demasiado grande: sus paredes parecían estar hechas con corteza de árbol y el piso estaba formado con piedras muy chiquitas desparramadas por toda la superficie. En la tienda había varios aparatos extraños, junto a una camilla y un escritorio lleno de herramientas y cajones. Adam percibió de inmediato, que el piso irregular era un poco incómodo para caminar con zapatos y probablemente sería una tortura si alguien anduviera descalzo.
—¡Siéntate en la camilla y serás atendido por el comerciante! —respondió el conejo de peluche con mucho entusiasmo.
Adam se acercó y se sentó sobre la camilla, inmediatamente tras hacerlo, un hombre formado por guijarros de piedra se formó en el piso. El hombre de guijarros no tenía nada de ropa y su rostro estaba formado con un solo ojo en el medio de su cara y una boca.
Cuando terminó de formarse el hombre de guijarros, pregunto:
—¿No eres muy joven para necesitar anteojos, muchacho?
—Veo bien, únicamente busco algo que oculté mis ojos—Respondió Adam, mirando con curiosidad al comerciante: parecía que esta tienda era propiedad de la estantería del mercado, por lo que tenía que ser cuidadoso.
—¿Quieres ocultar tu karma? No puedo hacer eso…—Respondió la estantería mirando los ojos plateados de Adam.
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—Solo quiero ocultar mis ojos de los bibliotecarios—Respondió Adam cuidando sus palabras
—Eso es posible: ¿Procedemos?—preguntó el comerciante con una sonrisa en el rostro.
La sonrisa no le gustó nada a Adam, por lo que el pelirrojo ignoro la propuesta de la estantería y pregunto con sospecha:
— ¿Cuánto se paga y cómo se paga?
—Depende que cosas quieras poner en tus anteojos—Respondió el comerciante con calma—Por lo demás se paga respondiendo preguntas o usando hojas de caracteres.
—Sin acertijos y solo con hojas de caracteres: ¿Cuántas cosas puedo ponerle a mis anteojos?—Preguntó Adam con dudas.
El comerciante lo miro unos minutos y respondió con felicidad:
—Todo: cada pregunta bien respondida es una hoja de caracteres de descuento.
—¿Qué tipo de hoja de caracteres y cuanto vale unos anteojos que me sirvan para obtener lo que quiero?—preguntó Adam con cuidado.
—Solo se aceptan: hojas de caracteres limpios—Respondió el comerciante mirándolo de forma macabra— Unos anteojos valen 10 hojas de caracteres y se pagan otras 100 hojas por cada atributo mágico agregado.
Adam se quedó mirando la sonrisa de la estantería unos minutos y terminó sacando a su padrino para preguntarle por qué los precios eran tan baratos: algo raro tenía que haber, el joven pelirrojo no se cruzaba con tantas personas con anteojos mágicos.
Su padrino respondió:
'Recuerda que la mentalidad de la estantería está ajustada a otros tiempos donde una mísera hoja de caracteres limpios costaba una vida: Como en mis tiempos…
El porqué la gente no usa estos anteojos se puede deber a varios motivos: Esto tal vez sea un secreto. Podría haber descuentos por tu karma o simplemente eres más rico que la media de las personas de este piso (Lo cual es muy probable, Adam)'
El joven héroe tenía miedo, no quería lanzarse desprevenido con una estantería y volvió a escribirle a su padrino con letra desprolija: 'Entonces, los compro o no los compro, ¿Cuál es tu consejo?'
Su padrino respondió: 'Sé que el comerciante no miente nunca a decir sus tratos: ¡Así que róbale la tienda, chico! ¡Pregúntale si vende libros mágicos también!'
Adam escuchó el consejo, sobre todo la parte de que no miente y preguntó:
—¿Cuántos atributos mágicos se pueden poner a mis anteojos y vendes otras cosas?
—Eres un renacido, ya veo… eso explica los ojos—Respondió el comerciante con una sonrisa, preparando las preguntas en su cabeza —Que raro que aún no hayas ido a buscar tu túnica negra, deberías hacerlo o la gente sospechará que perdiste tus recuerdos. Los vasallos del barón te deben estar mirando con mucho cariño en estos momentos, héroe.
Adam no se molestó por la confusión del comerciante, dado que en estos momentos el chico estaba impaciente por robar la tienda de esta estantería.
El comerciante se acercó al mueble de instrumentos, saco una tabla de madera y se la entregó a Adam, diciendo con mucha calma:
—Únicamente vendo anteojos. Únicamente uno por persona. Únicamente una vez en la vida. Únicamente 3 encantamientos de esta tabla se pueden colocar en un anteojo. Los costes de cada encantamiento son 100 hojas de caracteres y me comprometo a decirte el total a pagar antes de empezar a trabajar. Mientras que si fallas una de mis preguntas: serás una de las pinturas más en las paredes de mi hexágono.
Al escuchar la repuesta, Adam perdió la emoción, pero supuso que tenía sentido. En definitiva, este era un servicio más ofrecido en su camino para la ascensión: si tenía buenas probabilidades de ascender y por tanto, te era fácil responder las preguntas de la estantería, entonces los anteojos eran gratis. En caso contrario, uno debía comerciar para obtener los anteojos: cumpliendo el capricho de la estantería y las condiciones del servicio.
Adam miró la lista por mucho tiempo; consultó con su padrino que era más experimentado y le indicaba que podría servirle en el futuro. La lista, si bien no era larga, tenía 30 encantamientos inscritos en la madera, en consecuencia las combinaciones posibles no eran pocas, por lo que Adam se sentía algo abrumado.