Acto seguido, Adam miró con aturdimiento a los dos jóvenes que lo miraban con miedo. Luego de unos segundos de mirar a Adam, la mirada en el rostro de los chicos pasó de miedo a aturdimiento y se quedaron mirando a Adam por un buen tiempo.
Al notar lo que estaba ocurriendo, Adam buscó en su escritorio sus anteojos y se los puso. Cuando Adam desvío la mirada, los dos chicos se masajearon la frente con algo de dolor.
Con los años, Adam había descubierto que el karma que tenía era lo que se consideraba la segunda fase del karma positivo y producto a esto tus ojos se tornaban blancos. Con este nivel de karma uno podía defenderse aturdiendo a los demás si los miraba a los ojos, mientras que en la tercera fase perdería la sombra y a partir de ahí ya no hay registros de los cambios físicos y tampoco de los efectos.
Mientras que el camino de karma negativo empezaba con motas negras alrededor de los ojos y en la segunda fase tus ojos se tornaban negros, pero no ocurría nada al obtenerlos. En el tercer nivel de karma negativo uno también perdía la sombra y obtendría algo similar al efecto de Adam, pero provocando temor en las demás personas con solo escucharte hablar.
Según los libros de cultura general, otro efecto que surgía en la tercera fase era que tu mente empezaría a distorsionarse por tu karma, es decir: buscarías ser malo, por tanto, actuarías naturalmente de mala manera y empezarías a aborrecer a los que actúan de buena manera. En la cuarta fase del karma negativo tu sombra se tornaba roja y no había mención de los efectos, además a partir de ahí ya no hay registros en los libros sobre los cambios físicos y tampoco de los efectos.
Stolen novel; please report.
Al ver que las expresiones de los niños volvían a su normalidad, Adam preguntó:
—¿Quién de ustedes dos es Apolo y quien es Hermes? Me pidieron que los llevará comprar dulces al mercado de arriba.
—¡Yo soy Hermes!— Dijo el chico que le había embocado un palazo a Adam en la cabeza hace no tanto
—Apolo…—Dijo el chico con pecas que corrió hacia la pared de la cueva.
—¿No nos debería llevar un maniquí a la tienda de dulces?—preguntó Hermes con sospecha, mirando a Adam desde la distancia.
El viejo sin ojos volvió a formarse en la pared y gritó con enojo:
— ¡No, los maniquíes no pueden subir: llamarían mucho la atención! ¡Arriba es más seguro que los pisos inferiores, no lo necesitan! ¡Váyanse de una vez, mocosos!
El viejo sin ojos desapareció y volvió a aparecer al costado de Adam, gritando aún más fuerte:
— ¡Trabaja y sácalos de mi cueva! Los niños van a ayudarte a que pases más desapercibido en tu misión. Cómprales dulces: no quiero problemas con mis nuevos contactos.
Enojado por los gritos, Adam lideró el camino por los escalones podridos hasta el piso superior, pero antes de salir les entregó la tarjeta de identificación a cada chico y les indico las instrucciones:
—Primero vamos al tercer piso y buscó una estantería a la cual le tengo que entregar algo, luego vamos por sus dulces en el mercado. No miren mucho a los guardias, pero si aparecen solo denles la tarjeta y ponga su dedo en el cuaderno que les den.
Con algo de desconfianza, los dos niños asintieron y miraron con expectativa la pared de piedra que estaba por abrirse para mostrar los pisos de madera.