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E1-151-Que día largo...

Los guardias en las escaleras que daban a los pisos inferiores eran de los pocos guardias que trabajaban con seriedad, dado que no eran pocas las criaturas y lunáticos que buscaban colarse por estos pisos.

Los guardias notaron que Adam los miraba de forma aturdida, por lo que uno de ellos se acercó y le preguntó:

—¿Ocurre algo, joven?

—Una estantería me dijo que buscaba hablar con ustedes—Contestó Adam, aún aturdido y con la cabeza en otro lado.

—¿Podrías decirnos dónde está esa estantería?—preguntó el guardia que se había acercado para hablarle.

Adam procedió a indicarles cómo encontrar al monje y como era la apariencia del mismo. Cuando terminó de contar los detalles, el guardia comentó:

—Me parece que conozco esa guardería. Yo iré a verla—Comentó el guardia con cierta preocupación—Pero antes dame tus datos, así verificamos tu identidad como habitante de estos pisos.

Adam entregó su carnet de identificación y colocó su dedo arriba del libro rojo que siempre portaban los guardias. Cuando los guardias terminaron de comprobar la identidad de Adam y le permitieron continuar su descenso por las escaleras rumbo al piso inferior 5.

Adam no tardó mucho en bajar las escaleras y llegar hasta el hexágono 10, donde había vivido con su padre durante su infancia hasta sus 10 años.

El hexágono 10 seguía estando igual de sucio que cuando Adam fue expulsado por su padre: parecía que nadie se había dignado en limpiar estos pisos y la estantería que manejaba este hexágono no parecía preocuparse por dejar el hexágono en condiciones decentes para las almas desafortunadas que habían perdido su cordura y habitaban este hexágono.

La mayoría de los lunáticos que Adam se fue cruzando por los pasillos del hexágono ya eran otros. Pero si había algunos lunáticos que Adam conocía de joven o de caminar por los pisos inferiores durante su infancia; no obstante, parecía que la túnica negra que Adam portaba provocaba cierto temor en los lunáticos, por lo que decidían ignorar al joven héroe y mantener cierta distancia de él.

Adam, con algo de apuro, caminó por el pasillo donde se encontraba la habitación donde solía vivir con su padre. El joven se acercó a la puerta y colocó la mano en la perilla de la misma, deteniéndose ahí: Adam se dio cuenta de que no tenía las fuerzas y el coraje necesarios para tratar de abrirla. Hace mucho no había visto a su padre y la incertidumbre sobre su estado le estaban consumiendo su mente a este punto.

Para colmo, la puerta parecía ser diferente a como Adam la recordaba en el pasado: esta puerta era nueva y no estaba rota como las mayorías de puertas de este pasillo. Pero había pasado demasiado tiempo, por lo que Adam no estaba seguro si la puerta siempre fue así o su padre la había cambiado.

El joven se quedó mirando a la puerta unos minutos con su mano en la perilla hasta que juntó valentía y giro la perilla para abrir la puerta.

*Click* La puerta no se abrió y Adam se percató de que lo más probable es que estuviera bloqueada por llave, por lo que el joven héroe tocó a la puerta esperando que su padre la abriera del otro lado.

*Tock, Tock*

Cuando Adam toco la puerta, un maniquí desnudo, hecho de oro y plata, se formó en una de las paredes de mármol de los pasillos y preguntó:

—¿Quién eres?

Adam se asustó bastante: en todos los años de su infancia nunca vio a la estantería que era dueña de este hexágono. Tal vez su túnica negra llamó la atención de la estantería y salió a saludarlo. Por lo que Adam, con algo de apuro, respondió:

—Mi nombre es Adam y vine a visitar a mi padre que vive en este hexágono.

—Adam…—Murmuró el maniquí pensativamente—Para entrar en esa habitación debes responder una de mis preguntas.

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—¿Qué ocurre si fallo?—preguntó Adam con sospecha, ya era raro ver a la estantería, mucho más raro es que le pidiera responder a sus preguntas para encontrarse con su padre.

—Nada—Respondió el maniquí de oro y plata—Pero no podrás entrar hasta que logres responder la pregunta.

Al escuchar que no ocurriría nada malo si respondía mal, Adam con sospecha sacó a su padrino y le contó acerca de la situación en busca de consejos.

Su padrino respondió: 'No debería pasarte nada malo, pero por las dudas escríbeme la pregunta antes de responder'

Adam leyó la respuesta de su padrino y le preguntó al maniquí:

—¿Cuál es la pregunta?

—La pregunta es…—Respondió el maniquí de oro y plata—¿Cómo se llama la persona que habita en este cuarto?

—Donatello—Respondió Adam de forma automática.

Pero luego de responder, Adam se arrepintió con desesperación: la pregunta era tan fácil que había dado la respuesta sin pensarlo. Sin embargo, el padre Adam podría haberse ido hace mucho y si ahora vivía otra persona, entonces el joven habría respondido mal la pregunta y el maniquí podría estar mintiendo sobre sus consecuencias al responder mal.

—Equivocado…—Dijo el maniquí de forma monótona—Vuelve a intentarlo: ¿Cómo se llama la persona que habita en este cuarto?

El nerviosismo de Adam disminuyó cuando supo que no ocurriría nada malo si respondía de forma incorrecta, pero entonces se dio cuenta del problema: Según lo que recordaba su padre se llamaba Donatello y al parecer la persona que vivía en esta sala tenía otro nombre, por lo que su padre parecía haberse marchado.

Con algo de miedo por la respuesta, Adam preguntó:

—¿Sabes qué le ocurrió a la persona que vivía con un niño en esta habitación hace más de 15 años?

—Por supuesto—Comentó el maniquí de oro y plata con una sonrisa en su rostro—Esa persona está dentro de esta habitación esperando a que el chico alguna vez regrese a buscarlo.

—Pero estoy seguro de que mi padre se llama Donatello—Dijo Adam con algo de alegría por saber que su padre estaba adentro, pero también con enojo por no poder entrar.

—Equivocado...—Dijo el maniquí de forma monótona—Vuelve a intentarlo: ¿Cómo se llama la persona que habita en este cuarto?

*Tock,Tock* Adam comenzó a tocar la puerta con fuerza, pero nadie respondía.

—No puede oírte—Comentó el maniquí al ver a Adam golpeando la puerta—Si quieres verlo: debes responder mi pregunta.

—Soy un héroe: ¿Hay alguna pista?—preguntó Adam de forma desesperada, si su padre había olvidado su nombre por la locura y le dijo a la estantería un nombre equivocado como contraseña, entonces podría no tener manera de sacarlo antes de la purga.

—No—Respondió el maniquí inmediatamente—Piénsalo y responde.

—Soy un mago: ¿Hay alguna pista?—Insistió Adam con aún más desesperación.

—Mmm…—Dudo el maniquí mirando a Adam de arriba a abajo—No creo que seas un mago…

Adam entendió el problema: parecía que las estanterías no podían ver que era un mago de manera tan sencilla como el karma. Pero Adam no tenía puestas su nueva túnica para mostrar el símbolo de su hermandad de magos: ya que había quedado algo aturdido por enterarse de que el viejo sin ojos había usado la fecha donde él visitara a su padre como la fecha de comienzo de purga.

En la mente de Adam, este era el motivo por el cual el viejo sin ojos se había escapado de su despedida para ir a hablar con las ovejas: para poder advertir a las guarderías con tiempo y ganar su libro mágico. Esto estaba molestando al joven y provocó que el muchacho se olvidara de ponerse su nueva túnica en el camino.

Al ver un rastro de esperanza, el joven se sacó la túnica negra actual y se puso su nueva túnica negra con capucha. La desesperación del momento provocó que a Adam no le importara quedar desnudo en el medio de los pasillos.

Adam pasó la mano sobre su túnica y mostró el símbolo de la hermandad del bestiario al maniquí, diciendo con desesperación:

—Vez, soy un mago. Solo un mago puede pertenecer a una hermandad de magos.

Al ver el símbolo en la túnica de Adam, el maniquí se rompió en pedazos y cayó al suelo. Inmediatamente, las pocas luces que iluminaban el pasillo se apagaron, dejando el pasillo en completa oscuridad. Antes de que Adam pudiera iluminar con su dedo, las luces volvieron a iluminar, pero para sorpresa del joven: el pasillo era completamente distinto.

Todas las habitaciones del pasillo tenían las puertas reparadas como nuevas, las lámparas con forma de estatuas de ángeles habían sido reparadas y el polvo de los pasillos había desaparecido: dejando relucir el mármol blanco de las paredes y suelos.

Adam notó que una mujer vestida con un vestido elegante se formaba en las paredes de mármol y decía con un tono algo nervioso:

—Hace tiempo no veo un mago por estos pisos, disculpa el desorden creado por los esclavos.

—Ya que soy un mago: ¿puedo entrar sin responder la pregunta?—preguntó Adam con impaciencia, ahora que sabía que su padre aún estaba adentro de la habitación, se ponía cada vez más nervioso.

La mujer miró a Adam y luego a la puerta, volvió a mirar a Adam y le dijo con incomodidad:

—Debes responder la pregunta… pero te daré un consejo: Usa el libro amarillo nuevamente.