Adam puso la carta completamente negra sobre la brújula e imploro porque funcionará. Realmente esta era la última opción del joven: si no funcionaba tendría que recurrir a encontrar una máscara mágica como la que portaban los magos que conoció y al parecer eso podría demorarse años.
Al poner la carta sobre la brújula, el fuego verde de la chimenea se apagó de repente, provocando que no haya nada que iluminase la sala. La oscuridad absoluta inundó la habitación asustando a Adam, pero la voz de Elías interrumpió su idea de iluminar con su dedo.
—Parece que tienes suerte y contactamos con alguna hermandad—Comentó Elías con tono alegre en la oscuridad absoluta sin lograr ver a Adam—No te levantes del sillón y responde las preguntas… Si es que pregunta… ya van dos veces que ignoran esa regla.
Adam entendió que la oscuridad era parte de la experiencia, por lo que escuchó el consejo y se quedó sentado esperando, luego de un tiempo sintió que dos manos muy grandes lo agarraban de los hombros.
Adam alzó la cabeza para ver quien era, pero la oscuridad impedía ver nada más que el color negro. Inmediatamente, murmullos empezaron a escucharse por la habitación, provocando que Adam sintiera que la oscuridad de la habitación estaba llena de personas.
Pero por más que el joven tratara de ver quien le murmuraba: todo era negro. Los murmullos eran bastante variados, algunos murmullos parecían de personas discutiendo cosas, otros murmullos eran de personas peleando, otros reían, otros lloraban y la mayoría de murmullos decían cosas sin sentido.
Adam sintió que las manos largas y grandes lo palpaban por todo su cuerpo, como si la persona detrás de él fuera ciega y buscará comprender su cuerpo. El joven se sentía bastante incómodo al ser tocado, en especial cuando las manos del hombre en su espalda se metieron debajo de su túnica.
Cuando Adam sintió el contacto en su piel, se percató de que las manos de la otra persona parecían como si llevará guantes de látex puestos. Por suerte, el sentir los guantes y no la piel de la otra persona evitó que Adam se sintiera demasiado acosado y se levantara del asiento.
Pero cuando las manos largas empezaron a deslizarse por su cuerpo, pareciendo querer llegar hasta su entrepierna, la incomodidad de Adam llegó a otro nivel y trató de levantar las manos para sacarse al acosador de encima.
No obstante, recién ahí el joven se dio cuenta de que sus manos estaban pegadas al sillón y por más fuerza que hacía no podía moverlas. Al percatarse de que no podía moverse, Adam trató de gritarle al acosador que parara, pero sus labios parecían pegados y no podía abrirlos, por lo que sus palabras no podían comprenderse y se escuchaba como si alguien tratara de hablar con un calcetín en la boca.
Cuando la persona con manos largas llegó a la entrepierna de Adam y comprobó que no había nada, subió las manos lentamente y las sacó de debajo de la túnica del joven. El hombre volvió a colocar sus manos sobre los hombros de Adam y apretó con poca fuerza sus hombros.
—¿Te llamas Adam?—preguntó la persona en la espalda del joven héroe, parecía que la persona que hablaba era un hombre con un trapo en la boca, por lo que era complicado entender lo que decía cuando hablaba.
—Si—Respondió Adam de forma involuntaria, como si la respuesta se escupiera de su boca.
Adam notó que los murmullos en la habitación frenaron cuando respondió y en su lugar un ruido de estática comenzó a envolverlo. El hombre en la espalda de Adam apretó con algo más de fuerza los hombros del joven y preguntó con la voz entre mezclada con la estática de la habitación:
—¿Cómo es un sombrerin, Adam? ¿Puedes describirlo?
—El sombrerin es una criatura negra y peluda—Comentó Adam algo incómodo porque el agarre del hombre de atrás se estaba haciendo más fuerte y comenzaba a dolerle.
—¿Algo de los sombrerines te llamó la atención, joven bibliotecario?—Murmuró una mujer en el oído izquierdo de Adam.
Adam giró la cabeza de manera instintiva porque sintió la respiración de la mujer humedeciendo sus oídos, pero no pudo ver nada en la oscuridad; sin embargo, Adam sentía que una mujer respiraba muy cerca de su boca, poniéndolo incómodo. Con algo de miedo, Adam respondió:
—Los sombrines siempre dan patadas al entregar sus libros y te ayudan cuando estás inconsciente y no pudieron darte la patada.
—¿Leíste alguno de los libros que los sombrerines regalan?—preguntó un niño desde una de las esquinas de la habitación. Mientras el ruido estático se hacía más fuerte.
—Si—Contestó Adam de forma involuntaria. Al responder, Adam sintió que el agarre de la persona detrás de él se aflojaba, pero la estática molestando los oídos del joven se hizo tan fuerte que empezaba a aturdirlo.
—¿Cómo es un Juguetero, Adam? ¿Puedes describirlo?—preguntó el hombre en la espalda de Adam, mientras sus manos largas se deslizaban de los hombros del joven hasta el cuello de Adam y comenzaban a apretarlo débilmente.
—El juguetero es como un bibliotecario, pero mucho más alto y con extremidades más largas…—Respondió Adam con dificultad, ya que la persona en su espalda estaba cada vez apretando más fuerte su cuello.
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—¿Algo de los jugueteros te llamó la atención, joven bibliotecario?—Murmuró la mujer en el oído derecho de Adam, mientras la mujer chupaba y metía su lengua en el orificio de la oreja del joven, poniendo aún más incómodo a Adam.
—No… se mueven… cuando la ves—Contestó Adam con algo de esfuerzo, mientras que el hombre su espalda comenzaba a ahorcarlo con fuerza. Al notar que la situación se estaba descontrolando y cada vez se tornaba más peligrosa, Adam quiso decir las palabras mágicas para escapar con su sombra, pero por algún motivo: ¡El joven héroe no podía recordarlas!.
—¿Leíste alguno de los libros que regalan los jugueteros?—Preguntó el niño, aunque ya no estaba en la esquina de la habitación, sino que parecía estar chocando con su frente la frente del joven héroe.
*hhhss* Adam no podía contestar porque lo estaban ahorcando con violencia
*Puff* Acto seguido, Adam escucho un ruido fuerte delante de él: cómo si un globo estallara delante de su cara y sintió como un líquido caliente manchaba su rostro, mientras que el hombre de atrás de él dejaba de ahorcar su cuello.
El joven héroe sintió como un poco del líquido que manchaba su rostro se deslizó hasta llegar a sus labios, fue entonces que Adam saboreó con horror como el líquido en su boca tenía el sabor metálico de la sangre.
—No, no y no: esos no son libros que debería leer un mago como Adam—Respondió el hombre de atrás con un tono alegre, mientras sus manos subían deslizándose por el cuello del joven hasta llegar a su rostro.
El hombre de atrás comenzó a deslizar molestamente sus manos sobre el rostro de Adam y preguntó:
—¿Cómo es un Tintero, Adam? ¿Puedes describirlo?
—Los tinteros tiene muchos rostros, todos sin mentón y sus lenguas son muy largas—Comentó Adam, mientras con incomodidad extrema sentía como los dedos largos del hombre en su espalda de vez en cuando se metía en sus oídos y en los orificios de su nariz.
—¿Algo de los Tinteros te llamó la atención, joven bibliotecario?—Murmuró la mujer chupando la frente de Adam.
*mmm* Adam no podía hablar porque los dedos largos del hombre en su espalda se estaban metiendo por su boca y parecían que no pararía hasta inspeccionar todo el interior de su boca: los dedos de la mano grande se deslizaron por todos los dientes de Adam y luego fueron por su lengua, dándole ganas de vomitar a al joven.
*Puff* El mismo ruido que la vez anterior pudo oírse y un líquido caliente manchó el rostro de Adam. Como su boca estaba completamente abierta debido a los dedos del hombre alto, esta vez el joven claramente pudo distinguir el sabor metálico de la sangre escurriéndose por su garganta, impulsando que el joven tratara de vomitar y no lo lograra.
Adam desesperadamente quería cerrar la boca para no tener que tragar la sangre que se deslizaba por su rostro, pero el hombre en su espalda no sacaba sus dedos y su boca no parecía responderle con normalidad.
—Un mago como Adam no debe revelar esa información a una sucia esclava—Comentó el hombre en la espalda de Adam, mientras sus manos salían de la boca del joven y subían deslizándose hasta el pelo de Adam.
Tras llegar al pelo del joven héroe, el hombre oculto en las sombras comenzó a palmear la cabeza de Adam como si fuera un perrito al cual felicitar, mientras decía con voz alegre:
—Muy bien, Adam, cumples los requisitos para unirte a la hermandad del bestiario.
Cuando esas palabras terminaron de pronunciarse, el fuego verde volvió a aparecer en la chimenea y la habitación se iluminó nuevamente.
Adam notó que la sensación de estar manchado con sangre desaparecía y vio que Elías miraba a su espalda de forma aturdida. Adam alzó la cabeza para ver quien era la persona que seguía dándoles palmadas en la cabeza.
La persona en su espalda era tan alta que su cabeza rozaba el techo de la tienda. El hombre alto estaba vestido con un traje formal con corbata azul, un velo blanco envolvía su cabeza haciendo imposible ver sus rasgos faciales o su color de pelo. El hombre también tenía guantes de látex negros en las manos: por lo que parecía no querer desvelar un centímetro de su piel.
Adam estaba completamente asustado, no por la apariencia del hombre, sino por su altura: era idéntica a la del juguetero que se cruzó en su infancia. Con la voz temblorosa, el joven preguntó:
—¿Eres un juguetero?
—Efectivamente—Respondió el hombre alto palmeando la cabeza de Adam como recompensando al joven por descubrir correctamente su identidad—Eres un bibliotecario muy inteligente, Adam. Te convertirás en un gran cazador de bestias cuando te unas a nuestra hermandad.
—Mi cliente quiere saber: ¿Cuáles son los objetivos de tu hermandad? —Comentó Elías, parecía no estar tan preocupado por el juguetero, pero sí por perder el tiempo en una charla demasiado larga.
—Armar el bestiario completo de toda la biblioteca—Respondió el juguetero sin dejar de palmear la cabeza de Adam—Como magos podemos ver criaturas que están ocultas para la mayoría y nuestro deber es registrarlas para el bienestar de la biblioteca. Realizamos otras funciones, pero todo gira en torno a las bestias y solo un miembro de la hermandad puede conocerlas.
—Parece una buena hermandad para vos, Adam—Comento Elías dando su opinión—Tus dos hermandades consisten en buscar cosas, por tanto, estarías siguiendo unas hermandades sinérgicas y eso es lo más recomendado en casos de seguir dos religiones.
—Bueno… Me uniré a tu hermandad…—Dijo Adam aún asustado.
Sin otra hermandad de magos posible, el joven terminó aceptando. A Adam también le parecía una buena idea y el objetivo de la hermandad le parecía emocionante. Lo único incómodo era el juguetero tocando su cabeza como si él fuera una mascota.
Cuando Adam aceptó, la habitación quedó oscura y volvió a iluminarse con todas las lámparas prendidas. Elías miró la respiración agitada de Adam y le comento para calmarlo:
—Si morías respondiendo las preguntas, la tienda te resucitaría, no hay necesidad de estar tan nervioso. Ahora me llevaré las canicas y en unos minutos tendrás tu túnica negra: con capucha y los dos símbolos de tus hermandades bordados sobre las mangas. El coste es gratuito para los símbolos, la túnica negra modificada vale una hoja de carácter.
Al decir eso, Elías agarro el estuche de canicas sobre la mesa, para luego guardar una canica que reposaba sobre la carta arriba de la brújula.
La carta arriba de la brújula ya no era completamente negra, sino que en su lugar en la carta estaba dibujada una habitación blanca. En la habitación blanca únicamente podía observarse un cuaderno amarillo tirado en el medio del piso de la habitación, el cuaderno resaltaba por sus colores llamativos, pero no parecía tener nada de especial.