A diferencia de las escaleras de mármol, esta escalera estaba hecha de madera podrida. Las paredes de la escalera eran de piedra irregular, similar a las paredes de una cueva. La escalera no estaba iluminada con lámparas de aceite; sino que sobre las paredes de piedra irregular había champiñones azules que brillaban, iluminando débilmente los escalones con una luz azulada. La escena era bastante bonita, pero algo peligrosa; dado que los escalones de madera podrida eran resbaladizos y poco confiables.
Adam bajaba con cuidado y con mucha lentitud. Pero el corazón de Adam estaba algo acelerado; hoy el niño había tenido su primer día de escuela y había logrado subir al piso medio sin que nadie se diera cuenta de que en realidad no pertenecía a esos pisos.
Adam vivía en los pisos inferiores junto a su padre. El padre de Adam se las ingenió con un plan para lograr darle educación a su hijo y así poder ofrecerle un mejor futuro. Ya que la educación era imposible de obtener para los habitantes de los niveles inferiores.
Esta escalera había sido descubierta por el padre de Adam en sus días de juventud. Lamentablemente, cuando su padre descubrió la escalera, ya era muy viejo para ser estudiante; por lo que nunca pudo obtener la túnica negra. El padre de Adam lo sabía bien: adquirir la túnica negra no era obtener una simple ropa de vestir; era obtener el derecho de decir que sabías leer; era el derecho a poder vivir bien en este mundo.
Con mucho cuidado de no resbalarse, Adam logró bajar todos los escalones de madera. La parte baja de la escalera era una cueva iluminada con cientos de champiñones. En la cueva había un lago pequeño formado de agua cristalina y en dicho lago sobresalían varias piedras del agua formando un camino de piedras que atravesaba el lago por la mitad.
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Con cuidado de no caerse al agua, Adam fue saltando por las piedras que sobresalían del agua hasta llegar al otro extremo del lago, donde únicamente se encontraba la pared de la cueva. Parecía no tener sentido saltar por las piedras del lago, ya que la cueva no tenía salida aparente y no había nada del otro lado del lago. Sin embargo, al llegar a la pared de la cueva de este extremo, Adam colocó su mano sobre la pared y dijo en voz alta:
— Un buen día de aventuras, pero es tiempo de que el héroe regrese a casa…
Acto seguido, las paredes de la cueva comenzaron a temblar y poco a poco se mostró sobre la pared el dibujo de una puerta que parecía estar hecha con tiza blanca. Adam empujó el dibujo y la puerta no se movió; parecería que había alguien afuera.
Adam esperó un rato en la cueva y volvió a probar, esta vez la puerta se movió y mostró los pasillos del tercer hexágono del quinto piso inferior.
Los pasillos de este piso se sentían mucho más elegantes que los pasillos del piso medio; sus pisos y techos eran de mármol finamente tallado con patrones de flores. La mayoría de sus estanterías estaban hechas de oro y plata y las lámparas de aceite eran estatuas de ángeles.
No obstante, Adam sabía que toda esta belleza no valía nada en este mundo y lo único que tenía verdadero valor era el conocimiento; según el padre de Adam, la mayoría de libros de los pisos inferiores estaban llenos de garabatos inútiles o era imposible de acceder a ellos debida a que las estanterías codiciosas nunca te permitían leerlos.
Adam caminó con prisa, por no decir corriendo, por los pasillos de mármol; estos pasillos no eran seguros y el niño tenía que llegar a casa rápido para poner a salvo su tesoro. Recién ahora, Adam notó que se olvidó de traer el otro juego de túnicas rotas; las que el niño tenía puestas en este momento eran muy nuevas y podrían llamar la atención de gente peligrosa.
En el camino, Adam se cruzó con muchas personas, por suerte lo conocían o no tenían intenciones de robarle a un niño indefenso; por lo que Adam pudo llegar de forma segura al hexágono 10 del piso inferior 5.