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E1-121-La puerta secreta.

Pasaron unas cuantas horas para que finalmente Adam lograra abrir sus ojos. Al abrirlos, el joven se dio cuenta de que se encontraba flotando sobre el agua del lago, asustado por el recuerdo de haber sentido a su cuerpo partirse por la mitad, el pelirrojo comprobó su estado tratando de ver si se había curado completamente.

Por fortuna estaba completamente curado, pero por desgracia Adam no lograba sentir su nueva habilidad mágica, y no sabía muy bien cómo activar la habilidad obtenida con su quinto libro mágico. Sin embargo, el muchacho no se asustó: el libro mágico no estaba por ningún lado y si el viejo sin ojos le sacó el libro era porque ya había obtenido su habilidad. En consecuencia, el joven solo necesitaba descubrir las anomalías de su cuerpo para entender mejor su nuevo truco mágico.

Pero antes de seguir inspeccionando su cuerpo con más seriedad, el joven miró a la cueva de forma aturdida: la cueva estaba limpia, por lo cual el viejo sin ojos debió limpiar toda la sangre. Sin embargo, lo que llamaba la atención al pelirrojo no era la limpieza, sino que la cueva parecía ser diferente.

Adam notó que había varias luciérnagas moviéndose de un lugar a otro, mientras parpadeaban por la cueva. Esta era la primera vez en su vida que Adam veía a las luciérnagas, había leído de ellas en los libros, aun así, las descripciones de los libros estaban erradas, porque el parpadeo de las luciérnagas en la cueva pobremente iluminada no era lindo, sino que era asombroso.

Pero el estado de asombro en el joven duró poco, ya que actualmente miraba aturdido a una de las paredes de la cueva en donde se encontraba una puerta que él nunca antes había visto: la puerta estaba hecha con corteza de árbol muy podrida, se veían hongos y musgo por toda su superficie, por lo que parecía que la puerta estuvo hace mucho, mucho tiempo en la cueva, sin embargo, Adam nunca la había notado.

Adam con lentitud se levantó del lago y se dirigió hasta la puerta para ver qué había adentro. Pero cuando puso la mano sobre la puerta, el viejo sin ojos se formó en la pared y gritó enojado:

—¿Qué haces tocando esa puerta, pequeño mocoso?!

Adam quería responder, pero se quedó mirando la apariencia del viejo sin ojos: ahora el viejo tenía puesto un sombrero puntiagudo de mago, una barba larga y un monóculo, aunque seguía sin sacar sus ojos, por lo que el monóculo estaba puesto solo de decoración y le quedaba bastante raro.

—Te ves… Algo… Distinto...—Dijo Adam mirándolo con aturdimiento

—¿Parezco más mágico?—preguntó el viejo sin ojos con una sonrisa bastante grande.

—Si, si…—Respondió Adam de forma obligada, un poco aturdido por lo mal que le quedaba el monóculo al viejo—¿Esta puerta también la compraste con los hongos recolectados?

Una gran sonrisa se formó en el rostro del viejo sin ojos al escuchar la afirmación y respondió:

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—No, esta puerta estuvo siempre: únicamente no podías verla.

—¿Por qué ahora sí puedo?—preguntó Adam mirando a la puerta con curiosidad.

El viejo sin ojos sacó los ojos, miró al muchacho de arriba abajo y finalmente dijo:

—Porque eres un mago y yo soy una estantería mágica. Lógicamente, ahora puedes ver mi hermosa y preciosa puerta mágica.

—¡¿Ya soy un mago?!—Respondió Adam con incredulidad, sabía bastante de religiones y era imposible que solamente 5 libros mágicos sean la meta de todo un camino de vida de un bibliotecario.

El joven, luego de notar lo complicado que era reunir karma positivo, se había dado cuenta de que cada objetivo de una religión era una imposibilidad y ese también era el punto de su misticismo.

Uno no seguía una religión para completar el objetivo, sino para disfrutar el camino hasta morir tratando de lograrlo, si no serían únicamente objetivos y no una religión, o al menos eso entendía Adam luego de estudiar muchos años el tema.

—Sí, eres un mago—Dijo el viejo sin ojos, mirándolo con orgullo y felicidad —Aunque únicamente eres un iniciado en el camino mágico. Yo también sigo esta religión, así que estoy feliz de que seleccionaras la fe correcta, chico. No como en tu otra vida, en donde desperdiciaste 500 años buscando idiotas.

—No sabía que las estanterías creían en las religiones de los bibliotecarios…—murmuró Adam con aturdimiento—¿Tenía fe en algo en mi otra vida?

El viejo sin ojos ignoro completamente la pregunta y dijo con felicidad:

—Muchas religiones son compartidas entre razas: por ejemplo, el monje sigue la religión de los héroes y por eso te ayuda tanto. Pero nuestros objetivos y metas son muy diferentes: a mí no me sirve leer libros mágicos. En principio, solo tengo que obtener los libros mágicos y custodiarlos.

Adam notó que el viejo ignoraba su pregunta y se molestó, pero por algún motivo estaba soltando bastante información útil que él desconocía sobre el camino del mago, por lo cual lo dejó seguir hablando. Desde la otra perspectiva, el viejo sin ojos, al ver que el chico no preguntaba, dijo:

—Ahora eres un mago iniciado, Adam, y como me conseguiste un libro mágico, puedo hablarte más de nuestra religión si te surgen preguntas de este tema y no dé tu vida pasada. Aunque la realidad es que podría contarte preguntas de tu vida pasada, pero me da pereza hacerlo.

La molestia de Adam volvió a aparecer luego de escuchar eso, pero se restringió para no arruinar el estado de ánimo feliz del viejo sin ojos. Con algo de expectativa, Adam preguntó:

—¿Hay algún beneficio o algún cambio en el cuerpo al llegar a ser mago como ocurre con el karma? ¿Y sabes de algún lugar donde pueda aprender en profundidad sobre el tema?

El viejo sin ojos movió la cabeza para ambos lados y comentó con pena:

—No hay ningún sitio donde aprender, o al menos nunca me dijeron de esos lugares. En general los magos tienen un maestro que les enseña, pero esos magos se fueron hace mucho tiempo, por tanto, tendrás que arreglártelas sin maestro. No sé cómo vas a lograr continuar por el camino del mago por tu cuenta: supongo que deberías seguir leyendo libros mágicos hasta descubrirlo. En cuanto a tu siguiente pregunta: sí, hay beneficios. Ahora puedes ver al mundo como un mago lo haría. También hay cambios en el cuerpo, pero los desconozco, por algún motivo los magos nunca hablan de ellos… Si te soy sincero, yo pensaba que te crecería una máscara arriba de tu rostro.

—Ver el mundo como un mago...—Murmuró Adam con sorpresa, mirando la puerta de corteza del árbol y recordando lo que había leído en su quinto libro mágico—¿Puedo pasar y ver lo que hay dentro?

—Si, pero no esperes obtener nada útil—Dijo el viejo sin ojos con algo de sospecha