Adam salió de la cueva para dirigirse a su casa, en el camino se cruzó con bastantes personas; pero todos eran conocidos y lo saludaron con una sonrisa amable.
Los pasillos del hexágono 10 estaban bastante más limpios que antes y parecían estar como nuevos; lo cual sorprendió bastante a Adam, parecía que alguien los hubiera estado limpiando e incluso algunas lámparas fueron reparadas por algún desconocido.
Lo que más impactó a Adam fue que no solo volvieron a hacer funcionar las lámparas, sino que también volvieron a construir les las decoraciones originales, es decir, que alguien se había tomado la molestia de reconstruir las estatuas de angelitos de mármol: semejante habilidad no era tan común en estos pisos.
Adam dio un giro en una de las esquinas de los pasillos y logró ver al responsable: era un anciano con unos pocos pelos blancos en la cabeza y cuerpo muy maltratado, el viejo vestía en harapos, pero sus harapos eran los restos de una túnica violeta. El viejo con las manos temblorosas limpiaba el polvo en los pasillos, mientras cantaba una canción infantil:
—Mambrú se fue a la guerra, mire usted, mire usted, qué pena ...
Adam trató de no molestar al hombre cantando, no lo conocía y este piso estaba lleno de locos. Además, su papá le había dicho que no hablara con los desconocidos.
Pero cuando Adam se cruzó enfrente del anciano cantando, el viejo logró mirar su caja de útiles escolares y preguntó con sospechas:
—¿Piso medio 4 de 5, hexágono 8 de 18? ¿Qué hace un estudiante viviendo acá?
Adam se detuvo y se dio la vuelta, sabía que su papá le dijo que no hablara con desconocidos, pero necesitaba decirle algo para que el viejo no se diera cuenta de que era un estudiante; su padre le dijo que había que mantenerlo en secreto a toda costa.
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Por lo que Adam miró al viejo limpiando y le dijo:
—¡No soy estudiante de la escuela, me enseña mi papá!
—Tu papá sabe leer y vive acá ...— dijo el viejo como si tratara de llegar a una conclusión importante—¡Dios, niño, estás viviendo con un lunático! ¿No quieres venir a vivir conmigo? Podría cuidarte de ese lunático y enseñarte cómo aprender un par de trucos de magia.
—No, claro que no quiero— Dijo Adam, eso sí que era una orden severa de su padre: nunca te vayas con algún desconocido a ningún lado.
—Oh...—Parece que el viejo entendió que casi estaba raptando a un chico y cambió su enfoque— Si algún día tu padre pierde la cabeza del todo: ve al hexágono 2 de 18. Busca una estantería de un solo libro, dale esta página y te llevará a un sitio mejor que este. Si preguntan quién te mandó, diles que su nombre no importa: está muerto.
—No quiero la página, gracias…— dijo Adam sin darse la vuelta y caminando con velocidad por el pasillo para llegar a su casa. No quería aceptar nada de un desconocido y menos si se relacionaban con estanterías.
El viejo miró la espalda del chico y el papelito en sus decrépitas manos, luego miró al chico cada vez más lejos y gritó:
—¡Tiempos de guerra vienen, joven, tienes que irte de estos pisos! ¡Sé fuerte y no temas, porque las estanterías perdurarán por siempre!
Pero Adam no se dio la vuelta a ver al viejo, sabía que los locos dirían cosas raras, era mejor ignorar sus locuras o uno podría quedar loco también.
—Ya nadie quiere a los niños ... —Gritó el viejo en harapos llorando, con ira, mientras se ponía a limpiar con aún más violencia —Solo los viejos moribundos o los desgraciados que ya no pueden tenerlos ...
Adam alcanzó escuchar los llantos del viejo justo cuando estaba por cerrar la puerta de su casa y encontrarse con su padre, el cual estaba como siempre en su esquina, agachado, mirando a la pared , buscándole algún sentido a esa esquina o a la vida misma...