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E1-106-La Monotonía mata.

Las negociaciones transcurrieron con normalidad y Adam llegó a un acuerdo con el viejo sin ojos. Pero luego el joven sacó a su padrino y todo se descontroló. Al final, el héroe logró mejorar su trato, por lo cual pudo elegir un total de 4 libros mágicos de la estantería del viejo sin ojos, sabiendo sus efectos y el viejo tendría que dárselos para leer sin acertijos.

A cambio de la mejora del trato, si Adam hablaba con alguien de los efectos de los libros: moriría de forma lenta y dolorosa. Sin embargo, eso ocurría casi siempre, así que solo era una manera de desquitarse del viejo sin ojos por tener que mejorar la oferta para asegurarse un mensajero de confianza por unos años.

Según el viejo sin ojos no habría problemas: ya que la lectura de un libro mágico no consumía mucho tiempo y no eran muchas hojas en general. En consecuencia, incluso si de verdad la purga comenzaba cuando Adam obtuviera su túnica negra, el joven podría leer todos los libros mágicos sin salir de la cueva y de esa manera garantizarse no ser afectado por la purga.

De todos modos, según el padrino de Adam, esa coincidencia debería ser imposible, por lo cual Adam dejó de preocuparse por el tema, pero sí se preocupó porque la fecha de 20 años dicha por el oso había pasado hace algún tiempo. No obstante, por el momento el joven héroe no notaba agitaciones importantes en los residentes de los pisos medios.

Si bien todos los residentes de los pisos medios parecían saber de la purga: lo consideraban un hecho a largo plazo que no afectaría sus vidas actuales, la mayoría solo lo veía como una posibilidad debido a la alta calidad de los libros en los pisos inferiores.

Aunque la calidad de los libros inferiores parecía no llamar la atención de los residentes de los pisos medios, dado que algunos pisos inferiores estaban infectados. Además, las estanterías de los pisos de oro y plata eran como el viejo sin ojos que pedía preguntas casi imposibles únicamente para estafarte, por lo tanto, los habitantes del piso medio exclusivamente evitaban la zona y la consideraban inútil.

Cuando todo se negoció, la oveja negra se despidió y la cueva quedó tan vacía como de costumbre. Evidentemente, fue un gran día de aventuras, pero al final de la historia, el héroe tenía que marchar en soledad a casa.

El joven, sin mucho que hacer, volvió a sentarse en su escritorio, saco su cuaderno amarillo y continuo estudiando las nuevas páginas. Paso el tiempo y nadie lo interrumpía, las páginas pasaban y faltaba muy poco para saber cuál era el final de la historia del joven héroe narrada en el libro amarillo. Ciertamente, la historia del héroe no era una gran historia, pero sí una que buscaba buenas excusas para pasar por todas las palabras del idioma.

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La soledad acompañó a Adam hasta que volvió a tener ganas de ir a dormir. El pelirrojo durmió pensando en el día de aventuras y cuando quiso darse cuenta, ya estaba el viejo sin ojos gritándole que era la hora de ir a la escuela como si de una alarma se tratase. El joven había crecido con esta alarma de gritos, por lo que los ignoró, mientras se ponía con lentitud su túnica blanca lavada por el agua del lago y se proponía a ir a la escuela.

El camino del joven héroe siguió la misma monotonía de siempre: uno debía pasar junto a los guardias en las escaleras, podrías saludarlos: ellos ignorarán tu saludo y tú continuarás subiendo los 400 escalones. Por cada paso hacías un escalón, así que eran un total de 400 pasos. En esos 400 pasos uno se cruzaba con una gran cantidad de bibliotecarios, podrías optar por saludarlos o no hacerlo, el resultado era el mismo: ellos te ignorarán y continuarán con su propia aventura.

Luego de numerosos saludos ignorados y exactamente 400 pasos, uno podía salir de las escaleras y caminar por los pasillos necesarios para llegar a la escuela: no eran muchos, pero si eran necesarios. Tras caminarlos, uno podía encontrar el arco gigante de madera que daba entrada a la escuela: también conocido como la puerta de la escuela. Casi nadie entraba a este hexágono, pero si te cruzabas algún estudiante o profesor podías optar por saludarlos o no hacerlo, el resultado era el mismo: ellos te ignorarán y continuarán con su propia aventura.

Tras caminar los pasillos necesarios para llegar a tu aula: no eran muchos, pero sí necesarios. Uno podía llegar a su aula y abrir la puerta, al entrar podrías decidir si saludar o no saludar, pero el resultado no cambiaba porque no había nadie en el aula que respondiera tu saludo.

No obstante, el silencio respondía con algún rechinar en la madera y ahí uno decidía entrar. Para poder llegar a tu banco solo necesitabas hacer unos pocos pasos: no eran muchos, pero sí necesarios. Al llegar al banco, uno habría su libro y esperaba al profesor y tras esperar un poco, el profesor venía y como todos los días decía con una voz ahogada:

—¿Por cuál página vas, Adam?

—Llegue a la página 120…—Respondió Adam de forma automática, alzando la mirada para apreciar los ligeros cambios en Aquiles.

El rostro de Aquiles ya no existía y había sido reemplazado por un grano gigante con forma de rostro humano arrugado. Lágrimas caían de abajo del rostro y algunas súplicas podían escucharse, pero lo mejor que uno podía hacer era ignorarlas y concentrarse en el nuevo Aquiles, es decir: En el grano que colgaba sobre su rostro.

—Bueno…—Respondió el grano, cuando hablaba siempre escapaba un poco de pus amarillo sobre su boca, por lo cual su voz sonaba algo gangosa y ahogada—¿Necesitas ayuda con la página 121, Adam?

—Si—Respondió toscamente Adam, sabía que el grano actuaba por instinto, por lo cual uno no podía comunicarse muy bien con él. Pero si parecía tener el instinto de querer que Adam llegue a sus 140 páginas, probablemente para poder intercambiar al joven por algo con la estantería oculta en la escuela.

Aquiles se acercó a Adam y comenzó a explicarle con su voz gangosa, ayudando a corregir los problemas del joven y buscando enseñarles los problemas de las últimas 20 páginas.