Las negociaciones transcurrieron con normalidad y Adam llegó a un acuerdo. Pero luego el joven sacó a su padrino y todo se descontroló. Al final el héroe logró mejorar su trato por lo cual pudo elegir un total de 4 libros mágicos de la estantería del viejo sin ojos, sabiendo sus efectos y el viejo tendría que dárselos para leer sin acertijos.
A cambio de la mejora del trato si Adam hablaba con alguien de los efectos de los libros: moriría. Pero eso ocurría siempre, así que solo era una forma de desquitarse del viejo sin ojos por tener que mejorar la oferta para asegurarse un mensajero de confianza por unos años.
La lectura de un libro mágico no consumía mucho tiempo y no eran muchas hojas en general, por lo que no habría problemas según su padrino incluso si de verdad la purga comenzará cuando Adam obtuviera su túnica negra.
De todas formas, según el padrino de Adam esa coincidencia debería ser imposible por lo cual Adam dejó de preocuparse por el tema, pero sí se preocupó porque la fecha de 20 años dicha por el oso había pasado hace algún tiempo. Pero por el momento no notaba agitaciones importantes en los residentes de los pisos medios.
Si bien todos los residentes de los pisos medios parecían saber de la purga, parecía que lo consideraban un hecho a largo plazo y que no afectaría sus vidas actuales, la mayoría solo lo veía como una posibilidad debido a la alta calidad de los libros en los pisos inferiores.
La calidad de los libros superiores parecía no llamar la atención de los residentes de los pisos medios debido a que algunos pisos de los inferiores estaban infectados. Además, las estanterías de esa zona eran como el viejo sin ojos que pedía preguntas casi imposibles únicamente para estafarte, por lo tanto, los habitantes del piso medio exclusivamente evitaban la zona y la consideraban inútil.
Cuando todo se negoció, la oveja negra se despidió y la cueva quedó tan vacía como de costumbre. Un gran día de aventuras ciertamente, pero el héroe tenía que marchar en soledad a casa.
El joven sin mucho que hacer volvió a sentarse en su escritorio, saco su cuaderno amarillo y continuo estudiando las nuevas páginas. Nadie lo interrumpía, las páginas pasaban y faltaba muy poco para saber cuál era el final de la historia del joven héroe narrada en los libros amarillos, ciertamente no era una gran historia, pero si una que buscaba buenas excusas para pasar por todas las palabras del idioma.
La soledad acompañó a Adam hasta que volvió a tener ganas de ir a dormir, durmió pensando en el día de aventuras y cuando quiso darse cuenta ya estaba el viejo sin ojos gritándole que era la hora de ir a la escuela como si de una alarma se tratase. El joven había crecido con esta alarma de gritos por lo que los ignoró, mientras se ponía con lentitud sus túnicas blancas lavadas por el agua del lago y se proponía a ir a la escuela.
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El camino siguió la misma monotonía de siempre: pasar junto a los guardias en las escaleras, podrías saludarlos: ellos ignorarán tu saludo y tú continuabas subiendo los 400 escalones. Por cada paso hacías un escalón así que eran 400 pasos. En esos 400 pasos uno se cruzaba con una gran cantidad de bibliotecarios podrías optar por saludarlos o no hacerlo, el resultado era el mismo: ellos te ignoraban y continuaban con su propia aventura.
Luego de numerosos saludos ignorados y 400 pasos, uno podía salir de las escaleras y caminar por los pasillos necesarios para llegar a la escuela, no eran muchos, pero si eran necesarios. Tras caminarlos uno podía encontrar el arco gigante de madera de la escuela: también conocido como la puerta de la escuela. Casi nadie entraba a este hexágono, pero si te cruzabas algún estudiante o profesor podías optar por saludarlos o no hacerlo, el resultado era el mismo: ellos te ignoraban y continuaban con su propia aventura.
Tras caminar los pasillos necesarios para llegar a tu aula, no eran muchos pasillos pero sí necesarios. Uno podía llegar a su aula y abrir la puerta, al entrar podrías decidir si saludar o no saludar, pero el resultado no cambiaba porque no había nadie en el aula que respondiera tu saludo.
El silencio respondía con algún rechinar en la madera, ahí uno decidía entrar. Para poder llegar a tu banco solo necesitabas hacer unos pocos pasos, no eran muchos pero sí necesarios. Al llegar al banco, uno habría su libro y esperaba al profesor y tras esperar un poco, el profesor venía y como todos los días decía con una voz ahogada:
—¿Por cuál página vas, Adam?
—Llegue a la página 120—Respondió Adam de forma automática, alzando la mirada para apreciar los ligeros cambios en Aquiles.
El rostro de Aquiles ya no existía, había sido reemplazado por un grano gigante con forma de rostro humano arrugado. Lágrimas caían de abajo del rostro y algunas súplicas podían escucharse, pero lo mejor que uno podía hacer era ignorarlas y concentrarse en el nuevo Aquiles, es decir: En el grano que colgaba sobre su rostro.
—Bueno—Respondió el grano, cuando hablaba siempre escapaba un poco de pus amarillo sobre su boca, por lo cual su voz sonaba algo gangosa y ahogada, pero Adam se había acostumbrado hace mucho—¿Necesitas ayuda con la página 121?
—Si—Respondió Toscamente Adam, sabía que el grano actuaba por instinto por lo cual uno no podía comunicarse muy bien con él. Pero si parecía tener el instinto de querer que Adam llegue a sus 140 páginas, probablemente para poder intercambiar al joven por algo con la estantería oculta en la escuela.
Aquiles se acercó a Adam y comenzó a explicarle con su voz gangosa, ayudando a corregir los problemas del joven y buscando enseñarles los problemas de las siguientes 20 páginas.