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Adam no había entendido el motivo por el cual el oso lo hizo dar toda la vuelta al hexágono. No obstante, al ver a donde miraba el oso, Adam notó que el pasillo por donde habían pasado antes estaba siendo tapado por una carroza de madera.

La carroza estaba llena de extraños objetos que decoraban su puerta de forma muy colorida: había desde libros muy extraños, hasta juguetes raros y bizarros. Por la gran cantidad de cosas diferentes que había en la carroza, parecía que el dueño era un vendedor de curiosidades.

El oso se quedó mirando con extrañeza la carroza junto a Adam. Fue entonces que la puerta de la carroza se abrió con lentitud y un hombre comenzó a salir de ella. El hombre era barbudo y tenía el pelo largo, al punto que le llegaba hasta el hombro. Vestía un traje muy colorido, pero lleno de parches y parecía andar descalzo. El hombre era muy alto y casi llegaba al techo del pasillo, por lo que sus brazos y piernas aparentaban tener unas cuantas articulaciones de más.

Al ver salir al hombre barbudo, el oso le preguntó a Adam con apuro:

—¿En qué piso y hexágono estamos, chico?

Automáticamente, Adam contestó:

—Piso inferior 3 , hexágono 8.

—Que bueno…— Respondió el oso dándose la vuelta, ignorando la mirada del hombre alto que miraba a los dos desde la distancia— ¡¡Corre, Adam, Corre!!

Adam escuchó la orden y vio como el oso nadaba con toda su fuerza hacia la salida del hexágono 8. Al ver al oso correr, Adam corrió con miedo hacia la salida.

El oso cada vez iba más rápido y Adam corría con toda su alma tratando de seguir la velocidad del oso, parecía que nunca se detendría y el joven comenzó a cansarse. No pasó mucho tiempo y Adam vio como el oso se detenía en uno de los pasillos de los hexágonos principales. Aprovechando la oportunidad, Adam se detuvo y tratando de controlando su respiración acelerada, pregunto:

—¿De qué estamos corriendo?!

Pero el oso no contestó, únicamente se dio la vuelta y le dio un trago a la botella que nunca soltaba. Adam siguió la mirada del oso y sudor frío empezó a caer de su frente. El hombre alto estaba parado en la distancia, pero esta vez parecía estar un poco más cerca.

—No te muevas… Únicamente míralo…—Respondió el oso con calma mientras tomaba de su botella.

Adam hizo caso y se quedó mirando al hombre alto, parecía que el asechador no se movería mientras ellos dos lo observaban.

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—Tira la túnica, ahora lo importante es que logres escapar con vida —comentó el oso con calma.

Adam hizo caso y tiró la túnica, sin dejar de mirar al hombre alto y barbudo que lo miraba a la distancia sin pestañear.

—Prepárate para correr de nuevo y no te detengas hasta que yo te lo indique— Dijo el oso mientras observaba al hombre alto con preocupación.

Adam ajustó su respiración y trató de tranquilizarse como lo hacía el oso, pero le era imposible lograrlo.

—¡Corre! — Gritó el oso.

Adam y el oso corrieron hasta que Adam comenzó a cansarse de nuevo. Entonces el oso se detuvo, se dio la vuelta y le gritó a Adam:

—¡Date la vuelta y mira sus ojos!

Adam se dio la vuelta y trató de mirar los ojos del hombre, pero únicamente se encontró con el cuerpo del hombre alto, que estaba cada vez más cerca. Adam alzó la mirada con rapidez y miro los ojos del hombre alto, acto seguido el hombre se detuvo como si se hubiera quedado congelado por la mirada.

Lágrimas comenzaron a surgir del cansado Adam que se obligaba a no apartar la mirada del rostro barbudo, el hombre estaba a unos pocos pasos de él y ya podía sentir un olor nauseabundo proveniente de la ropa sucia que usaba el hombre.

—¡Bien, únicamente sigue mis instrucciones y saldrás vivo, muchacho! —Le gritó el oso, algo nervioso por la distancia entre el niño y el hombre—¡Pase lo que pase, no retrocedas cuando lo estás viendo!

Adam poco a poco ajustó su respiración y trató de descansar mientras el hombre alto lo observaba a la distancia sin pestañear. Cuando el oso notó que Adam ya estaba mejor, grito una vez más:

—¡Corre, niño!

Adam corrió con toda sus fuerzas por los pasillos infernales. El joven héroe sentía que el hombre alto estaba cada vez más cerca de su espalda; sin embargo, Adam reunió valor y se obligó seguir corriendo sin darse la vuelta para ver qué tan lejos estaba del acechador. El oso nadando por los pasillos comenzó a gritarle instrucciones a Adam:

—¡Ahora muchacho, cuando cuente hasta 3 tienes que levantar la mirada hasta la altura de las lámparas! ¡No te distraigas o estás muerto!

Adam continuo corriendo con todas sus fuerzas, pero poco a poco comenzó a cansarse. Notando que niño estaba disminuyendo su velocidad, el oso comenzó a contar:

—Uno... Dos... ¡Tres! ¡¡Ahora, Adam!!

Adam se dio la vuelta de inmediato y apuntó su mirada al techo. El hombre alto trató de estirar sus brazos para agarrar al joven, pero cuando notó la mirada fija de Adam se detuvo y retiró los brazos.

—¡Por favor, vete! ¡No quiero morir! ¡No te hice nada malo!—Grito Adam, mientras empezaba a llorar y miraba a los ojos negros del hombre alto: parecían ojos negros normales, pero para Adam eran los ojos de un demonio: ¡El hombre estaba prácticamente en su frente! ¡Si el hombre estiraba los brazos, podía tomar a Adam! ¡Estaba tan cerca que Adam pudo sentir el olor pútrido que salía de la boca del hombre al respirar!

—¡Cierra la boca, chico!—Grito el oso con preocupación—Solo falta correr una última vez. Si logras ser más rápido esta última vez: ¡Ganarás el juego y saldrás vivo!

Lejos de ayudarlo, las palabras del oso solo provocaron que Adam llorara más fuerte. El niño sabía que no podía ser más rápido que el hombre que lo acechaba: ¡Este parecía ser su fin!.

No obstante, el oso no se arrepintió de sus palabras y le recordó la cruda realidad al joven héroe:

—No llores, ya no sirve de nada… ¡Únicamente toma aire y prepárate para correr con toda tu alma, niño!