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El oso borracho

—¡Chico deja de escuchar en las escaleras y baja!—Gritó el viejo sin ojos— Tengo alguien a quien quiero presentarte.

Adam hizo caso y bajó las escaleras con curiosidad por descubrir quién sería su ayudante los siguientes días. Pero cuando bajó no encontró a nadie.

—¡Más abajo, gigante!—Gritó alguien desde el escritorio

Adam bajó la mirada para ver la fuente del grito y vio que sobre su escritorio se encontraba un osito en tres dimensiones: el osito tenía una camisa de flores coloridas como ropa, no usaba pantalones y en unas de sus manos tenía una botella de alcohol. Al ver que sus miradas se encontraron, el osito agregó:

—Ven, te llevaré a buscar unos librillos que pueden sernos útiles.

Al decir eso la puerta de la cueva se abrió mostrando los pasillos del 5 piso inferior. Parecía que el osito estaba apurado por conseguir sus hongos, por lo que se metió en el escritorio y nado por el piso hacia los pasillos. Al ver que Adam no se movía, el viejo sin ojos grito:

—¡Ve, héroe! Si quieres pagar el favor que debes: ¡Trabaja duro y ayuda al oso!

Adam algo aturdido por la misión repentina, siguió al librillo que lo esperaba en la puerta. Una vez que Adam salió, el librillo llevó al niño hasta las escaleras del hexágono 3 del piso 5.

En este piso no había guardias y era mucho más solitario que el piso medio, por lo cual este parecía un buen lugar para explicar la situación, según el oso.

Adam tuvo que correr para seguir la velocidad del librillo, por lo que estaba algo agitado cuando vio que el librillo se paraba en las puertas de las escaleras. Al obtener un descanso, Adam preguntó enojado por la corrida:

—¿No era mejor idea discutir los detalles en la cueva? ¡Acá es peligroso!

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—Sí es algo peligroso, pero no costoso— Respondió el oso con su tono de borracho— La información cuesta cara y si el viejo sin ojos se entera de todo, entonces la próxima vez no me necesitaría. ¡Piensa, gigante!

Adam se sintió muy molesto al ser regañado por un oso del tamaño de un dedo, pero tenía que devolver el favor, así que lo mejor para él era escuchar el plan del oso. El oso notó que el chico esperaba y comento:

—La misión es fácil, tenemos que entrar un hexágono, buscar una caja y volver, si lo logramos: obtienes tus librillos y yo mis hongos.

—¿Cómo una caja nos va a ayudar a conseguir librillos?— preguntó Adam con dudas; llevaba años tratando de negociar con estas criaturas, pero nunca logró que lo ayudaran.

—Lo que hay dentro de la caja nos ayudará a negociar con algunos librillos—Respondió el oso sin querer explicar mucho del tema al parecer.

—Bueno, vamos por la caja—dijo Adam con muchos ánimos.

—No es tan fácil, la caja está en un hexágono habitado por una criatura—Comentó el oso mirando la mirada inocente del chico.

—¿Va a ser peligroso?—preguntó Adam con miedo.

—No, no—Dijo el oso negando con su botella y dándole un buen trago—Lo sería si no fuéramos preparados, pero ya investigue de antemano en qué cuarto está la caja y cuál es la criatura.

Adam, saco su libro amarillo para ir preguntando a su padrino, pero noto que el oso no parecía querer decir de cuál tipo de criatura se trataba. En su lugar el oso le dijo:

—Solo hay que conseguir unas cosas, para camuflarse de la criatura. Por eso esperamos en las escaleras pacientemente.

—¿Qué buscamos?— preguntó Adam, estas escaleras no tenían nada de especial que pudiera servir contra una criatura .

—Piel de bibliotecario, cuando te diga, emboscas alguno— Dijo el oso entrando en las escaleras; parecía no estar bromeando.

—¡Espera, no voy a matar a nadie!— Gritó Adam viendo que el oso se metía en las escaleras de verdad.

—¿Estás seguro de no querer matar a nadie?— Preguntó el oso volviendo a aparecer en la puerta

—¡Si! ¡Acaso estás loco!—Le gritó Adam con enojo

—Hay otra opción, pero no va a ser nada lindo—dijo el oso mirando al chico con pena y volviendo a bajar por las escaleras rumbo a uno de los pisos inferiores— Necesitamos el olor de un bibliotecario adulto lunático. Si no matamos uno, creo que se dé donde podemos imitar el olor.

Adam lo siguió con precaución, el oso parecía tener la mente bastante distorsionada para su criterio, por lo que no confiaba mucho en él. Pero lamentablemente no tenía muchas opciones más que seguirlo.