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E1-18-Las regla son reglas...

La cara gigante parecía dudar de la reacción de la chica y miró al profesor con cierta sospecha.

Según la cabeza gigante: Aquiles era un profesor y su reacción debería ser ayudar a una estudiante en problemas, pero el profesor se quedó parado sin atender las súplicas de Sofía.

El otro chico parecía estar mirando todo en silencio y con algo de miedo; lo cual parecía ser la reacción normal de un niño. Pero la estantería recordaba que ese chico estuvo pateando violentamente la puerta de la oficina del director junto a la niña, así que dudaba de él también.

Fue entonces, cuando la voz de Adam interrumpió el silencio incómodo:

—Profesor: ¿Cuáles son las reglas de esta estantería?

Pero tanto Aquiles como Sofía lo miraron como si hubiera preguntado una locura.

—¡Tú tampoco eres un niño! ¡Ningún niño se preocupa por eso!— Grito la cabeza de madera con enojo.

Adam se enojó por el grito y respondió gritando aún más fuerte que la estantería:

—¡Sí que lo soy, tengo 10 años, viejo gruñón! ¡Usted es una estantería mala y no sigue sus reglas! ¡Hay que ignorarla, vámonos, Sofía! ¡Esta cara gigante únicamente busca engañarnos!

El monóculo de madera tembló con la insolencia del mocoso, pero la estantería solo se quedó mirando a Adam con dudas; esa si fue la reacción de un niño: inocente y tratando de ayudar a su amiga en problemas, así que el rostro de madera dudaba. Lo más importante era que para el rostro gigante: el joven parecía tener algunos indicios de ser buena persona y la niña no, por lo que el rostro gigante parecía ser muy cuidadoso al tomar una decisión con respecto a este niño.

Con muchas dudas sobre cómo actuar, la estantería decidió ignorar al muchacho por el momento. La cabeza gigante miró a Aquiles y dijo voz refinada:

—¡Tú no mereces ser profesor en mi hexágono: ninguno de tus estudiantes te quiere!

—¡No,no,no ,no y no!—Contestó Aquiles incrédulo de que esto le estaba pasando a él; para él esta estantería era un mito de la escuela— ¡Mis estudiantes me aman, lo juro que me aman! ¿No cierto, Sofía?

—No lo quiero, ¡él es malo!— dijo Sofía de forma infantil buscando usar a Aquiles de cebo para calmar a la estantería— Él me obligó a patear la puerta de la oficina del director: si no lo hacía, nunca hubiera aprendido a leer. ¡Solo quería poder continuar mis estudios!

La cara gigante parecía tener ciertas sospechas y miró fijamente a Sofía. El monóculo del rostro gigante vio que al condenar a Aquiles, las manchas negras alrededor de los ojos de Sofía parecían hacerse un poco más negras.

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—Los niños nacen puros…— Dijo la cara gigante con voz tranquila y refinada —Ningún chico de 12 años haría las atrocidades necesarias para tener mal karma, por dicho motivo: ¡Quedas expulsada de mi escuela!

*Tumm* Al escuchar la condena, Aquiles se desmayó en la puerta del aula de profesores y cayó al suelo de manera abrupta.

Por su parte, Adam estaba petrificado, temblando por el miedo: ¡la cara gigante podía expulsarlo a él también!. Ya que al igual que Sofía, la cara le había dicho que él no era un niño de verdad.

Sofía se quedó parada, pero sé volteo para ver a Adam temblando y aturdido por la situación. La niña quiso decirle unas palabras, pero entonces empezó a tomarse su panza con dolor y cayó al suelo. La túnica blanca de la niña se rompió y Adam pudo observar como lo que parecía ser un libro luchaba por salir del estómago de Sofía.

*Ahhhhh* Sofía gritó con fuerzas y empezó a rodar en el suelo del dolor mientras un libro luchaba por escapar por debajo de su piel.

—¡Ayúdame!—Gritó Sofía con agonía, mirando a los ojos de Adam— ¡Ayúdame, Adam! ¡Detenla! ¡Por favor te lo suplico! Por favor…

*Crash, crash, crash* Un libro amarillo surgió del estómago de Sofía; creándole un agujero en la panza. Con mucho dolor, la niña miró a su estómago destrozado y la sangre saliéndose constantemente junto a algunas tripas.

De repente, el libro amarillo se abrió por su cuenta mostrando dos páginas completamente blancas.

*Puff* Acto seguido, el cuerpo de Sofía estalló como si fuera una burbuja: sin dejar ningún hueso u órgano y la sangre desparramada por el suelo por la explosión se transformó en tinta negra.

Inmediatamente, la tinta voló hacia las páginas del libro y el libro comenzó a ir pasando las páginas por su cuenta a medida que usaba la tinta para inscribirse hasta formar un libro idéntico al que había elegido Adam.

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Recuerdo haber llorado al comienzo cuando vi a Sofía sufriendo en el suelo, pero cuando observé a Sofía estallar y la sangre manchó parte de mi cuerpo, me di vuelta e ignoré esa cara de madera gigante.

Recuerdo que la cabeza gigante abrió la boca para decirme algo que nunca pude recordar, pero yo ya estaba corriendo cuando lo dijo y comencé a correr con toda mi alma. No pedía ayuda, solo corría y corría por los pasillos infernales que parecían infinitos y gigantes.

Varias veces la cara gigante volvió aparecer delante de mí para decirme algo, pero estaba en un trance donde únicamente corría y corría por esos pasillos llenos de vueltas y vueltas, así que nunca supe que dijo.

Finalmente, llegué al aula. Abrí la puerta (creo que ni me moleste en cerrarla). Recuerdo que me escondí debajo del pupitre, con las manos en la cabeza, ocultándome con el relleno de la caja de zapatos que había dejado en el aula.

Me di cuenta de que eso no me cubría del todo y la cabeza gigante parecía estar formándose en el aula.

Nunca olvidaré la desesperación que me agarró. Decidí meter todo mi cuerpo en mi túnica blanca y me hice una bolita abajo del pupitre, mirando al suelo. Así pase todo el día, no lloraba, no hacía ruido, solo era una pelotita blanca abajo de un pupitre de madera en el aula de la escuela.

No sé cuánto tiempo pasó (supongo que horas). Pero recuerdo escuchar a alguien abriendo la puerta de madera y buscarme por un buen rato llamándome por mi nombre; pero yo era una pelotita blanca (no Adam) en ese momento.

Luego me encontró y me dijo algo (no lo recuerdo), no obstante recuerdo que era César y me dio una hoja comestible que tenía un muy buen sabor.