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El borracho...

Los chicos se callaron de repente, parecía que alguien se acercaba al aula. La puerta del aula se abrió y el profesor Aquiles entró en la clase, pero como bien habían dicho los amigos de Adam la actitud del profesor era bastante más fría que la de antes, no había saludos y disculpas por llegar tarde.

El rostro en la cabeza de Aquiles miro a todos con atención, pero por suerte para los niños no dijo nada. Realmente era asqueroso, era como si tuviera un lunar gigantesco lleno de pus con el rostro de un humano arrugado en toda la frente y muy cercano a cubrir sus ojos. Pero los chicos ya se habían acostumbrado gracias a que los cambios eran muy graduales.

—Bueno, hoy festejamos que pudieron leer sus 80 páginas—Respondió el profesor Aquiles con una voz muy cansada, parecía que no podía dormir muy bien— Para celebrarlo cada uno puede volver a casa más temprano, felicidades y suerte en el camino.

El corazoncito de Adam se rompió, el niño de adentro de él que todavía no había desaparecido reclamaba su celebración, pero la cara de fatiga del profesor negó que pudiera decirle nada. Solo se retiró del aula algo dolido por dentro.

Los dos amigos de Adam salieron de clase con una sonrisa en el rostro por haber terminado la clase más temprano.

Adam salió de la escuela y se despidió de sus amigos y se dirigió a las escaleras del hexágono 3, Bianca y Franco siempre subían por las escaleras del hexágono 6, ya que les quedaba más cerca de su casa, por lo que Adam caminaba solo hacia su casa todos los días.

El camino fue igual de monótono de siempre, pero se sentía mucho más triste que lo que solía ser, nada anormal pasó y Adam pudo llegar a la cueva sin problemas. Pero por sorpresa de Adam la cueva esta vez no estaba vacía, porque el viejo sin ojos se puso a discutir con alguien:

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—La misión es exclusivamente ayudar al chico a encontrar más librillos, ya me dio dos libros mágicos, ahora necesito unos librillos desechables para que puedan cumplir la misión de guerra del 4 piso y así obtener más libros.

Adam no podía ver con quien hablaba porque se encontraba bajando con mucho cuidado las escaleras de madera podrida, pero pudo escuchar una persona con voz de borracho contestar:

—Conozco unos librillos que no tienen muchos amigos, podrían ser usados para esta guerra, pero la información es costosa, viejito.

Adam no quería interrumpir la negociación, parecía que esta persona podía ayudarlo a devolver el favor, por lo cual decidió no hacer ruido tratando de bajar y se quedó esperando en los escalones mohosos.

—¿Cuántos hongos?—preguntó el viejo sin ojos.

—Dos hongos por librillo—Respondió la persona con una voz algo ronca—Son libros mágicos los que vas a ganar. ¿Cuánto te toma matar dos bibliotecarios y cuanto te toma cultivar un héroe que obtenga libros?

—Mucho tiempo las dos, cada vez hay menos bibliotecarios en estos pisos—Respondió el viejo sin ojos con algo de molestia—Un hongo por librillo, ya es bastante.

—Dos es caro, pero la información lo vale— Dijo la persona con una voz de borracho—Si quieres te voy adelantando un dato que te hará cambiar de opinión, viejito.

—No sé qué dato es, pero dos hongos es mucho—Dijo el viejo sin ojos sin querer aceptar ese precio.

—Parece que va a ver una purga en ...—Comento la persona con voz de borracho.

—Está bien, no digas más—Respondió el viejo sin ojos meditando por un rato largo—Acepto, pero si no ocurre el evento me deberás un favor que valga 1 hongo por librillo.

Adam no sabía a qué se referían con purga, pero parecía que el viejo sin ojos le había conseguido un ayudante, así que estaba bastante feliz.

—Chico deja de escuchar en las escaleras y baja!—Gritó el viejo sin ojos— Tengo alguien a quien quiero presentarte.