Tras semejante aventura, los pasillos del quinto piso inferior parecían ser mucho más tranquilos y pacíficos. De vez en cuando escuchabas algún alarido sin sentido y no era tan raro cruzarse con algún demente golpeándose la cabeza contra los libros de los pasillos. Pero este paisaje ya le resultaba conocido a Adam, por lo que se sentía un poco más cómodo caminando por estos lugares.
Sin muchos problemas, Adam logró llegar hasta la cueva del viejo sin ojos. Pero antes de que pudiera decirle algo, el viejo sin ojos salió a saludarlo con una alegría infinita. Tenía un cono en la cabeza y un silbato de cumpleaños en la boca. Con un grito fuerte, el viejo saludo a Adam con euforia:
— ¡Lo lograste, joven héroe, obtuviste tu tercer libro mágico! ¡Es impresionante, nunca había obtenido tantos libros en tan poco tiempo!
Adam se sintió un poco más feliz, al menos llegar a casa para ser recibido por una sonrisa, tras un largo día luchando, le daba una gran alegría a su corazón. Alegría que no duró mucho, porque recordó las palabras del oso: el libro podría estar maldito. Con algo de vacilación, Adam preguntó:
—¿No hay nada anormal en el libro? Da un poco de miedo su apariencia.
—A quién le importan las apariencias, lo que importa es el contenido—Respondió el viejo sin ojos con una sonrisa de oreja a oreja—¡Si quieres voy adelantándote que este libro mágico tiene una gran habilidad!
La sonrisa de alegría de Adam se fue apagando. Pero el niño decidió creer que el oso había planeado algo para ponerlo en contra del viejo sin ojos, así que iba a contarle lo que el oso le dijo.
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Sin embargo, antes de que Adam pudiera decir nada, el viejo sin ojos continuó hablando:
—Es una lástima que el libro esté en el idioma de los pisos inferiores ¡De verdad no entiendo por qué tu padre te obligo a aprender un idioma tan inútil como el de los pisos medios! Solo sirven en esos 5 pisos de madera y de poco más es útil.
Adam se sorprendió. Su padre le había dicho que el mejor futuro que podría tener estaba dominando el idioma de los pisos medios, nunca le explico el porqué y tampoco quería hablar del tema. El niño siempre supuso que era el más frecuente. Pero según el viejo sin ojos, su padre se había equivocado.
El viejo sin ojos continuó con una voz muy alegre diciendo:
—¡Pero no te preocupes, héroe! Siempre puedes aprender el idioma de los pisos inferiores, es más, tengo un libro de aprendizaje en mis estantes: ¡Puedes leerlo si quieres!
Adam vio que el viejo no mentía: al parecer había un libro de cubierta roja en los estantes. Estaba en una de las esquinas, algo escondido, por lo que Adam supuso que nunca lo había visto. El joven iba a tomarlo, pero recordó que ya estaba en las 80 páginas del libro amarillo, por más inútil que fuera el idioma, al menos le daría la túnica negra y Adam quería obtener la túnica negra lo antes posible.
Una vez que la obtuviera regresaría a la casa de su padre y se la mostraría con orgullo. Con el tiempo Adam lo había perdonado o mejor dicho: entendido. No era culpa de su padre haberse vuelto un lunático.
El viejo sin ojos noto que Adam no tomaba el libro rojo, por lo que dijo con calma:
—Siempre que quieras puedes tomarlo, chico. Si bien el libro solo no sirve de nada: yo podría enseñarte a leer el idioma, ¡Te lo ganaste por haberme conseguido 3 libros mágicos!
Adam se ilusionó y asintió varias veces. El joven sabia que una vez que uno terminaba la escuela, aprender otro idioma era un desafío terriblemente complicado. Pero si el viejo sin ojos lo ayudaba sería más fácil. Con mucho cansancio, Adam se metió en la cueva y se preparó para descansar para el siguiente gran día de aventuras.