Novels2Search

La casa de los librillos.

Los niños siguieron atentamente al profesor, Adam estaba algo emocionado, sabía que las estanterías amaban a estas criaturas, pero nunca había visto uno.

Luego de caminar unos pocos minutos lograron llegar a una de la puerta de la escuela, la misma parecía como todas las demás no había muchas diferencias. El profesor abrió la puerta y los 4 entraron , en su interior había una sala pequeña sin muchas cosas adentro además de unas cajas con varias bolsas apiladas, pero había otra puerta más chiquita antes de poder ver a los librillos, esta debería ser la sala de recepción.

—Escuchen atentamente— Dijo Aquiles buscando algunas bolsas que había preparado para la clase especial— Pase lo que pase: no hablen directamente con los librillos y tampoco los toquen. Estamos en época muy delicada para las estanterías por lo cual tenemos que ser muy precavidos.

Adam y sus dos compañeros recogieron la bolsa que el profesor le había entregado en su interior solo había polvo gris, algunos pelos de bibliotecarios y otras basuras. Aquiles se acercó a la puerta y explicó:

—Cuando entremos a la habitación les explicaré para qué son las bolsas. Recuerden no tocar nada de la siguiente habitación y si un librillo quiere salir, déjenlo salir, no se metan en su camino.

El profesor con mucho cuidado abrió la puerta parecía no querer hacer ningún ruido fuerte y se deslizó con la panza pegada al piso para poder entrar. La segunda puerta tenía el tamaño de almohada por lo cual no era tarea sencilla para las personas adultas entrar en esta sala, los niños también tuvieron que pegarse al suelo y deslizarse para entrar.

If you encounter this narrative on Amazon, note that it's taken without the author's consent. Report it.

Los cuatro entraron en la habitación, al entrar se dieron cuenta de que la habitación era increíblemente grande y contenía un gran laberinto. Los niños únicamente podían observar la entrada del laberinto.

El laberinto parecía estar construido con corteza de árboles, el suelo estaba hecho de piedras grandes cortadas de forma despareja creando una superficie algo irregular para caminar.

El interior del laberinto estaba poco iluminado y usaba una especie de flores rojas para iluminarse. Las flores crecían sobre la corteza de los árboles como si fuera un parásito. La luz roja daba una especie de sensación de peligro cortante y débilmente parpadea de vez en cuando produciendo momentos de absoluta oscuridad en el interior del laberinto.

—Tomen esta cuerda y síganme — Murmuró Aquiles mientras le pasaba una soga a los chicos y les pedían que se las ataran a algún lugar del cuerpo— No toquen las paredes. Si notan a alguno de sus compañeros algo aturdido mirando una pared solo tócale el hombro, pero no habrá la boca.

Los tres chicos asintieron con miedo. Para los niños el laberinto parecía la guarida de una bestia malvada, si no fuera porque su profesor estaba con ellos, ya se hubieran dado la vuelta hace mucho. Una vez que los cuatro se ataron la cuerda sobre su cuerpo procedieron a entrar en el laberinto con mucho cuidado de no caerse por el suelo irregular.

Cada vez que las luces de las flores parpadeaban y dejan de iluminar el laberinto, Aquiles detenía la marcha y esperaba a que la luz roja volviera a iluminar el laberinto. En el camino muchas veces los chicos se quedaron hipnotizados por las paredes del laberinto, pero el profesor los despertaba o se despertaban ellos mismos.