Adam miró fijamente los ojos del hombre barbudo: su rostro no tenía ninguna expresión, no pestañeaba, no parecía respirar y únicamente lo miraba como si fuera una presa a la cual cazar.
El osito notó que el chico parecía un poco más tranquilo (o demasiado asustado para moverse), por lo que comentó con calma:
—Esta no es una batalla de velocidades: es una batalla de ingenio. Si te agarra mueres y si logras correr los siguientes 5 pasillos vives, pero ya no puedes detenerte y tendrás que seguir mis órdenes. Si dudas morirás, chico…
Adam no contestó, únicamente quería escapar de la mirada incómoda del hombre barbudo. El joven héroe trató de escuchar al oso, pero las palabras que llegaban a sus oídos ahora parecían murmullos sin sentido de lo nervioso que estaba.
El oso miró el estado lamentable del chico con preocupación y le dijo con voz ronca:
—Lo harás bien, sé que puedes hacerlo bien, únicamente tienes que estar tranquilo y todo saldrá bien. Ahora prepárate: ¡La carrera de tu vida está por comenzar!
Adam no contestó, pero su respiración se fue tranquilizando. Finalmente, el disparo que dio inicio a la carrera llegó con el grito del oso:
—¡Corre, Adam!
La mente de Adam se puso en blanco y se dio la vuelta para correr con toda su alma. El joven héroe corrió y corrió, los libros a su alrededor parecían distorsionarse de la velocidad que tomó. Sus piernas ardían como si se estuvieran quemando por dentro y los colores de muchísimos libros creaban un colorido túnel hacia el infinito y más allá.
*Pisadas* ,*Pisadas*, *Pisadas* Adam corría quemando el combustible de su vida para salir de este túnel infernalmente colorido.
El túnel parecía nunca acabar, sin embargo, Adam no paraba de correr. El joven héroe no sabía hasta donde tenía que correr, pero desde la distancia pudo observar que había otra persona observando y cada vez se aproximaba más hasta esta persona: parecía que esa persona era su salvación.
Al ver la meta, Adam corrió cada vez más rápido; no obstante, el joven ya podía sentir que el hombre barbudo le sonreía en la nuca. Adam lo ignoró y corrió hacia el hombre en la distancia cada vez más cercano: el hombre no parecía estar vestido con túnica, sino que vestía un traje de gala y un sombrero de copa con unos anteojos de oro.
El hombre lo miraba como si fuera una bestia exótica corriendo de otra bestia exótica, parecía hasta estar divirtiéndose por la escena. Pero a Adam no le importó y siguió corriendo hacia él, ignorándolo todo.
El hombre en su espalda estaba increíblemente cerca; al punto que Adam sintió por el aire golpeando su espalda que hubo varios intentos de tirar manotazos para agarrarlo atrás de él.
Adam era chico y por tanto, difícil de atrapar por las manos largas del hombre alto, por lo que por el momento el niño pudo escapar y ganar algo de terreno en cada intento fallido del acechador.
Cuando Adam estuvo lo suficientemente cerca de la supuesta meta, el oso que venía nadando por el suelo junto a él le gritó unas instrucciones con velocidad:
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—Cuando cuente hasta tres: ¡Salta, date la vuelta y trata de caer con la espalda al suelo! ¡Cúbrete la cabeza con una mano y mira los ojos del hombre barbudo! ¡Si lo logras: ganarás el juego!
Adam escuchó y siguió corriendo, cada vez estaba más cerca del hombre con sombrero de copa, que parecía estar parado sobre la puerta de un hexágono.
El hombre alto esta vez no tiraba más manotazos, parecía querer estar lo más cerca posible del niño para evitar que llegara al hombre misterioso con traje, saltando en el momento justo para atraparlo.
Fue entonces que el oso comenzó a contar la cuenta regresiva hacía la meta:
—Uno.... Dos... Tres: ¡¡Salta, muchacho!!
Adam escuchó la orden y saltó. El hombre en la espalda también saltó para atrapar al joven y evitar que entrara por la puerta. El asechador estiró sus manos largas y logró atrapar a Adam en el aire, provocando que los dos cayeran al suelo y rodaran junto al hombre con sombrero de copa.
Pero el hombre no ayudó y solo miro con una sonrisa la extraña escena.
Adam trató de salir del agarre del hombre alto, pero le fue imposible.
El hombre alto al ver al niño atrapado en una de sus manos. Uso la otra para golpear el estómago de Adam con violencia haciendo que el chico vomitara sangre en el suelo. Adam trató de darle patadas al acechador, pero no parecían hacerle mucho daño. Con desesperación, Adam miró al hombre de traje y gritó:
—¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdame!
Pero el hombre de traje únicamente se quedó mirando la escena con una sonrisa en el rostro. Mientras tanto, el oso parecía haber desaparecido al ver que el hombre de traje no ayudaba.
Adam con desesperación trató de cubrirse de los golpes del hombre arriba suyo, pero le fue imposible y poco a poco comenzó a perder la conciencia mientras los dientes salían volando de su rostro. Parecía que mirar al hombre a la cara en este momento no lo paraba sino que lo excitaba aún más a golpear al joven héroe.
Cuando el hombre barbudo vio que el chico, ya no podía resistirse a sus golpes, comenzó a babear manchando su barba desprolija. Acto seguido, el rostro del hombre alto comenzó a partirse en dos mitades mostrando una hilera de dientes a cada lado, y se precipitó hacia la cabeza de Adam tratando de arrancarla de un mordisco.
Adam usó las últimas fuerzas que le quedaban para cubrir su rostro con las manos.
*Aaaaaahhh* Gritó Adam con desesperación cuando uno de sus brazos fue arrancado por los dientes de la criatura.
Como si eso fuera una señal , el osito volvió aparecer en el techo y le gritó a Adam:
—¡No grites, idiota, solo di que quieres utilizar el baño!
Adam escucho la voz del oso y mientras se revolcaba del dolor, el joven héroe vio a la criatura comiéndose su brazos y gritó con rabia:
—¡Quiero ir al baño!
La sonrisa del hombre con sombrero de copa se detuvo de repente y una cara de enojo surgió de su rostro mientras gritaba:
—¡Cómo osa una bestia interrumpir a un hombre que busca satisfacer sus necesidades!
*Hush, Hush, Hush* El cuerpo del hombre alto se comprimió en el aire como si un agujero negro lo chupara y se escucharon varios ruidos de huesos triturarse a medida que todas sus extremidades se comprimían en un punto. El hombre alto fue exprimido hasta la muerte, formando un gran charco de sangre en el suelo.
Al ver que la lucha había terminado, Adam siguió revolcándose de dolor en el suelo mientras trataba de detener el sangrado de su brazo con su túnica blanca.
El oso nadó hacia Adam y se sumergió en su piel hasta llegar al cacho de brazo sobrante del niño, con su cuerpo de pegatina tapó la herida y luego saltó de lo que quedaba del brazo de Adam al suelo.
Las pupilas de Adam se dilataron y miró con aturdimiento la herida en su brazo: ya no sentía dolor y no salía sangre, una especie de pegamento transparente se veía en lo que quedaba del brazo de Adam.
Al ver que había perdido la mano, Adam comenzó a llorar, pero fue interrumpido por las palabras del osito:
—Lo hiciste bien. Puedes regenerar el brazo en el agua de la cueva, así que no le prestes atención. Todavía estamos en terreno peligroso, no te distraigas y escúchame.