— ¡Lo siento profesor, se me hizo tarde!
Un joven con ojos azules, pelo rojo y con pecas; entraba corriendo por la puerta, por la apariencia parecería que venía de correr una maratón , su respiración estaba acelerada y no dejaba de sudar marchando su ropa. Hablando de su ropa: tenía puesta una túnica completamente blanca. La túnica cubría todo su cuerpo, salvo por unos zapatos negros que resaltaban por la suciedad.
—Ya que hoy, vos llegaste tarde, mañana llegaré tarde yo — contestó el profesor con una sonrisa.
El profesor era bastante alto y flaco, con cabello negro y ojos negros, en sus ojos tenía un par de anteojos circulares con marco de oro muy finos, tenía el aura de un erudito y la sonrisa de un buen amigo. Lo más destacable serían su ropa: una túnica que cubría completamente su cuerpo. Pero su túnica era de color negro, contrastando con la del joven.
—¿Acaso planeas quedarte parado ahí toda la clase? — preguntó el profesor al ver que el joven no se sentaba.
El joven con algo de vergüenza entró en el salón. El salón era cuadrado y no era muy grande: solo entrarían 15 personas a lo mucho. Las paredes y el piso de la habitación parecían ser de madera. Como iluminación se usaban unas lámparas de aceite que iluminaban todos los rincones de la habitación. En el medio de la sala había un gran escritorio donde el profesor esperaba sentado y a su alrededor formando un cuadrado había 8 escritorios más chicos, pero todos estaban vacíos.
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—¿Hay alguno con dueño? — preguntó el joven aturdido por la soledad de la sala.
—No veo a nadie ,muchacho, pero si notas a alguien, ¡Dime! Así salgo corriendo— Contestó el maestro.
Al notar la broma, el joven se sentó en el escritorio que parecía menos maltratado por los rayones de estudiantes aburridos.
—Bueno, tu primera tarea ,joven, es presentarse a los demás — Dijo el profesor, sacando un cuaderno negro para anotar los presentes.
—¿No deberíamos esperar a los demás?— preguntó el joven mirando a la habitación solitaria.
—Solo son 2 más—Dijo el profesor con algo de enojo— Un chico que está enfermo y una chica que suele faltar más de la cuenta.
—Podría presentarse primero?— preguntó el joven con rubor en su cara— Nunca lo hice yo y no sé qué hacer.
El profesor se levantó de la silla, como lo haría un estudiante y dijo:
—Mi nombre es Aquiles, tengo 43 y soy profesor del piso medio 4 de 5, hexágono 8 de 18. Se podría decir que amo descubrir misterios entre las estanterías y no tengo dudas de que odio los libros sin sentido. Cuando sea grande quiero seguir siendo profesor. Mis padres fueron comerciantes.
El profesor terminó y miró al joven expectante. El joven entendiendo la mirada del profesor, se paró y dijo:
—Mi nombre es Adam, tengo 10 años y soy estudiante del piso medio 4 de 5, hexágono 8 de 18. Se podría decir que amo buscar cosas entre los libros y no tengo dudas de que odio limpiar las túnicas. Cuando sea grande quiero ser recolector. Mis padres son recolectores.
—Muy bien, excelente presentación, Adam —Dijo Aquiles con una sonrisa — ¿Sabes a qué has venido a la escuela?