Adam se sintió algo incómodo al saber que todavía no podría empezar a aprender a leer, pero con una sonrisa en su rostro, sacó la página dorada de su bolsillo:
—¡Mira lo que conseguí, papá! — dijo Adam con orgullo al mostrar la página dorada.
Su padre al ver la página, se alteró y la sacó de un manotazo de la mano de Adam, mientras la observaba atentamente como queriendo ver si era falsa o no.
—¡¿Dónde la sacaste?! — preguntó su padre con preocupación.
—Una estantería me dijo que tenía un secreto en uno de sus libros y encontré eso adentro— contestó Adam con algo de miedo por el estado de su padre
—¿Te dijo algo más? ¡Dame todos los detalles, niño!—gritó su padre de forma violenta.
—No, nada más— contestó Adam nervioso— Solo me dijo que me comprara unos nuevos zapatos y dulces.
Al escuchar la primera parte su padre parecía menos nervioso, pero al escuchar la segunda se volvió a alterar, pero de manera aún violenta que antes. Se tiró sobre Adam, corrió su túnica y se quedó mirando los zapatos un buen rato.
—Sacate los zapatos y ponlos cercas de un champiñón— ordenó su padre
Adam hizo caso, no sabía que había hecho de malo. Pero al ver a su padre tan alterado lo hacía sentir mal por dentro.
—Notas algo, mis ojos ya están demasiados ciegos para ver algo raro — dijo su padre al ver a Adam viendo los zapatos con la luz del champiñón
—Están sucios —dijo Adam, pero comenzó a tocarlos y noto el problema — Y la suela está medio despegada, están algo rayados.
Su padre lo agarró de los hombros y lo hizo mirar a sus ojos mientras le gritaba:
Unauthorized duplication: this tale has been taken without consent. Report sightings.
—¡Nunca! ¡Absolutamente nunca! ¡Vuelvas a hablar con esa estantería, escuchaste, chico! ¡No importa que te diga ella o que te digan las demás estanterías del piso, ignorala!
—Pero parecía ser una buena estantería, hasta me aconsejo tener cuidado— contestó Adam, queriendo defender a la estantería que lo había ayudado.
—Se dio cuenta de que eres un niño y para colmo, uno desprotegido— dijo su padre ya menos nervioso. Ahora tenía que persuadir al muchacho de que no vea más a esa estantería — Repite que te dije el día que te presente el pasadizo. Porque me parece que no lo entendiste del todo.
—Si soy un chico malo, no puedo entrar por la puerta— Dijo Adam nervioso; recordando que ese día su padre también estaba muy alterado — Si leo un libro mágico, no puedo entrar por la puerta y si tomo uno de los libros para leerlo, la estantería si o si me pedirá que responda la pregunta.
—¡Muy bien, chico!— dijo su padre dándole unas palmadas en el hombro— Ahora sé que recuerdas de memoria lo que dije, pero aún más importante: ¿Entiendes por qué no te dejaría entrar y qué significa cada frase?
—La primera es porque si soy bueno: le caigo bien a algunas estanterías— comenzó a contestar Adam, pero le costaba, se tomó su tiempo con cada una de las reglas — La segunda es porque el viejo se pone celoso … La tercera es porque es un viejo gruñón
—Solo entendiste la frase menos relevante—dijo su padre con algo de miedo por la ignorancia del chico— La primera es correcta: es el capricho de la estantería para abrir el pasaje, la segunda es la regla de la estantería para abrir el pasaje y la tercera es la regla de la estantería para tomar unos de sus libros. ¿Cuál es la diferencia entre la palabra regla y capricho?
Adam se quedó en silencio, no entendía a donde quería llegar su padre. Del otro lado, su padre se ponía más y más nervioso al ver la ignorancia del chico.
—¿Recuerdas la frase que te enseñé? — preguntó su padre tratando de mantenerse tranquilo — ¿Cuáles son las estanterías buenas?
—Las estanterías buenas son las que cumplen sus reglas siempre— contestó Adam como si fuera una receta.
—Bien—comentó su padre con algo de ironía—Volvemos a lo mismo, recuerdas la frase de memoria, ¿pero qué significa? Significa que únicamente puedes confiar en las estanterías que siguen sus reglas y nunca pidas libros de estanterías que no la siguen.
Adam se quedó en silencio, escuchando a su padre. Él sabía que hablar lo conduciría a más sermones y quería ponerse a leer su libro amarillo.
—Recuerda bien, niño— continuó su padre—No hay estanterías que no tengan reglas y las que no las siguen; es porque están tratando de engañarte. Mañana ve al mercado del piso superior y te compras un par de zapatos nuevos para tu clase. Pregúntale al viejo sin ojos la dirección, no a una estantería desconocida del piso superior. ¡Y no compres dulces, ahorra el resto!