Adam entró por la escalera y comenzó a bajar rumbo a la cueva, el viaje le tomó mucho tiempo y no fueron pocas las veces que tuvo que detenerse para tomar aire.
Cuando llegó al pasillo que daba entrada a la cueva, Adam notó en la distancia que alguien había colocado una alfombra roja en el suelo de madera. Con algo de dudas, Adam pisó la alfombra roja y caminó por la alfombra hasta la estantería del viejo sin ojos.
Tras unos pocos pasos por la alfombra roja, Adam pudo ver como confite salía por los pasillos, asustando un poco al ya cansado joven. Acto seguido las estanterías de los costados del pasillo sacaron sus cabezas, comenzaron a mover la boca al unísono, parecían que le entonaban una canción a Adam.
Pero Adam no escuchaba nada por lo cual sintió mucha vergüenza por el recibimiento que le habían preparado. Al llegar hasta la estantería del viejo sin ojos, noto que aún más confite salió por los aires desparramándose por su cuerpo. La cabeza del viejo sin ojos salió de la estantería y también comenzó a cantar al unísono con las otras cabezas.
Luego de cantar un rato el viejo sin ojos le dijo unas palabras a Adam, parecía estar muy emocionado y eufórico mientras hablaba. Pero Adam solo se quedó mirándolo de forma aturdida hasta que le dijo con algo de compasión por la vergüenza ajena que le estaba provocando la escena:
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—No los escucho, estoy sordo.
El viejo sin ojos lo miró con sospecha, pero noto que las orejas de Adam estaban manchadas de sangre ya algo seca, no obstante volvió a hablar. Adam se quedó aturdido tratando de leer sus labios en vano. Al ver que el viejo sin ojos parecía estar quejándose, Adam volvió a repetir gritando:
—De verdad no escucho nada. ¡Me dejarías pasar!
El viejo sin ojos miró a sus costados, sobre todo a los hongos que tenían algunas estanterías que parecían estar riéndose de él. El monje al lado suyo directamente se rió tanto que los libros en sus estantes comenzaron a caerse al suelo.
Notando la humillación el viejo sin ojos abrió la entrada de la cueva de forma violenta, parecía estar muy enojado por la situación.
Adam entró por la cueva y se dirigió casi corriendo hacia el lago. Al llegar se desvistió y se tiró al agua y se recostó. El agua comenzó a meterse por los poros del cuerpo de Adam relajando todos sus músculos y heridas. El joven cansado por la larga mañana cerró los ojos y disfrutó de la sensación de ser curados por aguas mágicas de la cueva.
—¿Ya puedes escuchar?—preguntó el viejo sin ojos otra vez, había estado haciéndolo por unos cuantos minutos mientras Adam se curaba.
—Si, la verdad fue una gran idea ponerle un efecto curativo al agua—Dijo Adam, todavía con los ojos cerrados disfrutando el agua.
—Por supuesto, me di cuenta de que los héroes duraban poco si no los curaba—Dijo el viejo sin ojos con algo de orgullo—Una pena que haya tirado esos hongos a la basura, pero el monje me dijo que hubo un doble ascenso. En los pisos de madera es la primera vez que pasa el evento.