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La puerta de Maltras
Especial 34: El veneno silencioso

Especial 34: El veneno silencioso

Especial 34: El veneno silencioso

*Punto de vista en tercera persona*

La familia Hesana, una de las más ricas e influyentes en la ciudad de Silvertha. Dueños de un emporio que abarca desde el abastecimiento de tinta en todo el sur, este y centro de Eralgia, hasta control del tráfico de especias y salvado provenientes de Igy.

Una gran parte de sus riquezas se ha visto mermada por la introducción de un nuevo método para la obtención de tinta. Método que le permitía a una nueva familia de la ciudad, crecer día con día.

Hasta ahora, esa nueva familia, que apareció repentinamente tras comercializar productos novedosos, seguía siendo la única que conocía dicha manera para obtener cantidades sin limites de tinta… Pero algo era seguro: no la conseguían cazando monstruos.

Si existía un método menos peligroso para producir tinta y se daba a conocer a otros mercaderes, un gran pilar de los Hesana se derrumbaría.

La familia que representaba tal riesgo, era la familia Dewell. Hasta hace poco, su líder y patriarca, Allan Dewell, era un comerciante desconocido, un pobre diablo de esos que abundan en todo el reino… Incluso había empezado como vendedor ambulante; pero gracias a un socio misterioso (del que al menos se sabía que era de la inhóspita región de Tulser), pudo salir adelante y establecerse en la ciudad de los sueños, ‘La joya del mercader’... Silvertha.

Pero incluso si había encontrado el éxito y otros mercaderes lo veían como un aliado al cual querían unirse, también estaban aquellos que lo veían como un enemigo, como un don nadie con suerte que ni conocía su lugar, o también como un ganso de los huevos de oro.

Difícilmente, un nuevo comerciante en ascenso podría sobrevivir en las turbulentas olas de la sociedad de Silvertha, pero el señor Dewell tenía dos armas que le ayudaban a no hundirse: Su socio… Y su hija.

Fortuna Dewell, una chica con un talento sin precedentes, una belleza sin igual, y un corazón inconquistable.

Aquellos con deseos de ver caer a los Dewell o de apoderarse de sus riquezas, pusieron sus ojos en ella…

Incluido el heredero de la familia Hesana.

Un grupo de hombres viejos se había reunido a hablar de negocios en una habitación con abundante iluminación de candelabros y una chimenea de gran tamaño. Pero incluso con toda la luz, la atmósfera se podía percibir como sombría, opaca.

“El contrato que teníamos con el comandante Pinto en la región Bigplant fue cancelado. No solo hemos perdido una importante suma de oro, sino un contrato que nos daría el control de la zona… La tinta de los Dewell es más barata y de gran calidad.” (anciano misterioso)

“¿Porque llegó el cargamento? ¿Qué pasó con los ladrones que contratamos?” (¿?)

Un hombre humano, fornido y de abundante cabellera que le hacía ver como un rey gracias también a sus elegantes vestimentas, se encontraba escuchando el reporte de uno de los ancianos que lo acompañaban en aquel cuarto. De gesto severo y ojos llenos de experiencia, se trataba del actual patriarca de la familia Hesana y jefe de su firma mercantil: Clemente Hesana.

“Luego de lo ocurrido con la señorita Dewell, el señor Pilo Tanden, socio del señor Dewell y encargado de la seguridad de los embarques, cambió la ruta y suministró un extra de guardias para su protección.” (anciano misterioso)

“...Y aún así logran vender su tinta a menor precio que la nuestra.” (Clemente)

“Los planes del señorito Preston nunca salieron como lo esperaba, pero con un poco más de tiempo, la señorita Fortuna Dewell habría caído ante sus encantos y así habríamos asegurado el control sobre la compañía de su padre.” (anciano elegante)

“¿Y? ¿Sigue con esa idea? Según recuerdo, la subasta donde fue ofrecida fue suprimida por las autoridades, y ella rescatada…Que ese inútil haga lo que quiera, nunca vi promesa en su plan.” (Clemente)

Clemente era un hábil y rudo comerciante, más no un buen hombre de familia… Casi nunca convivía con su esposa o sus hijos, y solo se interesaba si alguno de ellos se entrometía en alguno de sus planes…

Desde su punto de vista, los intentos de Preston eran una pérdida de tiempo, pero no representaban ninguna amenaza.

Sin embargo, si algo… Sí Preston tenía la oportunidad (por más pequeña que fuera) de lograr entregarle la familia Dewell, Clemente lo apoyaría.

“Será inútil. Uno de los salvadores de la señorita Dewell fue su prometido, con quien viaja hacia aquí… Él es la razón por la que ella ha rechazado las innumerables propuestas de matrimonio de varios pretendientes. El señorito no tiene oportunidad.” (anciano misterioso)

Cuando escuchó a uno de los ancianos (sus socios) mencionar que Fortuna se había reunido con su prometido, los labios de Clemente esbozaron una sonrisa.

Ese hombre, de identidad desconocida, la fuente del creciente poder de los Dewell… Ahora se dirigía a Silvertha.

Todo empezó con un objeto hasta entonces nunca visto: el jabón, que se había difundido por todo Menat al grado de que incluso él lo usaba…

Y ese producto fue invención del socio de Allan Dewell… Como lo fueron sus demás productos.

Si, Fortuna era uno de los dos pilares, pero Clemente consideraba al socio como alguien de mayor importancia.

Una idea cruzó la cabeza de Clemente… Si separaba a Fortuna de su prometido, este se molestaría con Allan y probablemente rompería la relación financiera que entre ellos, él había visto (y provocado) casos así en el pasado… Con suerte, podría hacerse del talento de este erudito elusivo.

¿Pero como? ¿Mujeres? ¿Dinero?

Lo mejor sería adelantarse al plan que tenía Allan de unirlo en matrimonio a una hija… Pero…

“Señor, si quiere llevar a cabo esa idea, tiene que tomar en cuenta que solo tiene a su hija Gretel para ofrecer.” (anciano sonriente)

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Uno de los socios, Matthew Collton, se refirió de una manera despectiva y con tono grosero a la hija de Clemente... Pero este no se molesto. Cuando algo así ameritaba una represión por parte de un padre, él estaba de acuerdo con esas insinuaciones.

“Bastará con que pueda actuar frente a él hasta que se pueda consumar un compromiso… Después no importa, podemos conseguirle una amante menos estúpida… Y sin duda alguna, heredarle la empresa a él. Incluso ese desconocido es más prometedor que Preston.” (Clemente)

Los ancianos comenzaron a discutir lis pros y contraste de dicha idea… Hasta que finalmente le dieron su aprobación, poniéndolo feliz.

Si todo salía bien, la familia Hesana regresaría a su vieja gloria o incluso llegaría a alcanzar una más grande.

Todo era posible.

Clemente Hesana tenía 3 esposas y dos concubinas, que a lo largo de 60 años le dieron un total de 15 hijas y 3 hijos.

De sus hijas, 14 ya se habían casado en matrimonios estratégicos, al igual que el mayor de sus hijos… Mientras que el que el que le seguía en edad, murió víctima de una enfermedad.

Debido a que el hermano mayor de Preston no podía heredar la casa y la firma debido a una situación con la familia de su esposa, el único posible heredero era él… Pero Clemente no confiaba en sus capacidades como líder y como comerciante.

La madre de Preston, la segunda esposa de su padre, era de raza elfo, él había heredado una gran belleza pero también inteligencia… Es por eso que le frustraba el hecho de ser tachado de incompetente por su propio progenitor.

Esa tarde, había logrado conseguir el consentimiento y apoyo de la madre de Fortuna para retar en un duelo al legítimo prometido… El primer paso en su plan para ayudar a la empresa familiar.

Sin embargo, cuando regresó en la noche a la mansión para informarle a su padre de los avances que había logrado, lo escuchó decir como planeaba entregarle el futuro de la familia al mismo hombre que planeaba matar para quedarse con Fortuna y de la compañía Dewell.

Si bien era cierto que el prometido de Fortuna era un hombre con un potencial increíble, Preston lo veía como alguien sacrificable para obtener al verdadero tesoro que era Fortuna.

Pensó en entrar a reclamarle a su padre, pero se dio cuenta de que no serviría de nada actuar imprudentemente… Si quería arruinar ese plan, tendría que usar su cerebro y no sus sentimientos.

Pero era más fácil decirlo que hacerlo; sintió un profundo dolor en su pecho a medida que se dirijia hacia el jardín floral detrás de la mansión… El lugar que mejor le ayudaba a pensar.

Ya era de noche, pero las flores eran igualmente hermosas bajo la luz de la luna… Incluso con el cambio de la estación, seguían viéndose frescas y llenas de vida.

“(¿Que puedo hacer? Incluso si consigo que el gremio que le presenté al señor Allan me dé información sobre el prometido de Fortuna, no podré matarlo en el duelo o me ganaré la ira de mi padre.)” (Preston)

Se puso a meditar en silencio, sentado frente a una elegante mesa de exterior de madera. Sólo el croar de las ranas púrpuras que habitaban en el estanque cercano y la música de los grillos y otros insectos se podía escuchar.

De día, este bello jardín tenía que soportar el ruido provocado por su hermana menor, Gretel, y los amigos de esta.

“(La pieza central podría ser Gretel… Pero no quiero usar a mi hermanita en este juego contra nuestro padre. No soy él… Mmm, un asesino no suena a una mala idea… Si me deshago del estorbo antes de que llegue a Silvertha… No, Fortuna podría descubrir mi relación con el asesino; además, creo recordar que viajan algunos oficiales con ellos…)” (Preston)

Se rascó la cabeza en frustración, arruinando su cabello pomposamente peinado.

“No se me ocurre nada…” (Preston)

“¿...Necesitas una mano, jovencito?” (¿?)

Un ruido sobre la mesa acompañó a las palabras de una misteriosa persona…

Tan abrupta interrupción tomó por sorpresa a Preston y este se levantó mirando en todas direcciones, más estaba solo. No había escuchado a nadie acercarse… siendo que la voz se oyó justo en su oído, como un susurró… Incluso sintió una respiración.

Pero su sorpresa fue mayor cuando vio lo que ocasionó el ruido en la mesa… Se trataba de la mano ensangrentada de una persona, más que cortada parecía como si hubiera sido jalada hasta arrancársela a su dueño.

Preston sintió las ganas de vomitar. Estaba familiarizado con la caza de animales y monstruos, por lo que estaba acostumbrado a ver sangre… Incluso había matado a oponentes en duelos… Sin embargo, ver esa mano encima de la mesa, puesta ahí como si hubiera sido un obsequio, le hacía sentir un miedo tremendo...

Un miedo ante un desconocido peligro.

Quiso gritar para pedir ayuda, pero antes de que el aire dejara sus pulmones, algo le obstruyo la boca y las fosas nasales… Una mano pequeña y delicada.

“Oh, no. Nada de gritos… No queremos víctimas innecesarias. Son trabajos por el que no me pagan.” (¿?)

Otra mano tocó el abdomen de Preston, subiendo suavemente hasta su pecho, como si de una caricia se tratara… Pero era desagradable y aterradora.

“Músculos bien entrenados para un comerciante… El ritmo de tu corazón, sin embargo, es el de uno cuando está asustado… No eres la gran cosa como guerrero, el prometido de tu objetivo te haría pedazos apenas iniciara el duelo.” (¿?)

Una voz grave pero indiscutiblemente del tipo coltrato, y dos suaves bultos presionados sobre su espalda, le hicieron saber a Preston que su agresor era una mujer… Aun así, no la hacía menos aterradora.

“¿Ya te calmaste? Dejaré de cubrir tu nariz para que puedas respirar… Así… Tranquilo… No hay nada que temer siempre y cuando te portes bien. Esa mano pertenece a una de las ratas que acabo de exterminar.” (¿?)

La mujer se echó a reír suavemente… Como si hubiera recordado algo que le dio gracia.

“Escucha, Preston Hesana… Mi jefe se encuentra en una encrucijada y necesita de un poco de ayuda… Está dispuesto a hacer a un lado que no eres humano, sino un despojo, y a ofrecerte ayuda con tu problema actual… Con el prometido de la joven Fortuna Dewell.” (¿?)

Los ojos de Preston se abrieron de la sorpresa y felicidad, pero en su estado actual, su actitud alegre duró poco, regresando a ese miedo paralizante que sentía.

“Si, no te estoy mintiendo… Si cooperas, un gran futuro te espera… Si no, te mataremos después de matarlo a él… ¿Te sientes cooperativo?” (¿?)

Como pudo, Preston asintió levemente.

“¡Fantástico! ¡Le quitas un gran peso de los hombros a mi señor! Descuida, no es la gran cosa lo que se te pide… Solo continua con tu idea de retar a tu rival a un duelo… Solo que ahora cambiarás el lugar donde se realizará… ¿Conoces a Víctor Nauchin?” (¿?)

Víctor Nauchin, un nombre que le era familiar, pero que despreciaba. Se trataba de un mercader de esclavos conocido por su horrendo trato hacia los no humanos…

Siendo él de la raza elfo, involucrarse con alguien así sería impensable.

“Dentro de poco va a sentirse acorralado… Lo suficiente como para aceptar cualquier clase de ayuda. Cuando te informemos, iras a hacerle la oferta del duelo. Eso es todo, ¿Verdad que no es tan difícil?” (¿?)

“......” (Preston)

“Una respuesta favorable… Hasta luego entonces. Mantente en buena forma y salud. Oh, puede que esto duela un poco.” (¿?)

La extraña asaltante rió suavemente, y de pronto, Preston sintió un dolor agudo en su nuca, tras el cual sintió como su cuerpo se desvanecía, cayendo inconsciente.

Pero no duró mucho así. El fresco aire otoñal lo despertó al cabo de unos minutos.

Se puso de pie mientras se sostenía la nuca, no sintió sangre ni fresca ni seca, así que lo que esa mujer le hizo no le causó ninguna herida…

Cuando su mirada se posó en la mesa, vio que esta estaba limpia… Sin ninguna gota de sangre…

“¿Habré estado soñando?” (Preston)

El dolor en su cuello casi había desaparecido, posiblemente se había quedado dormido mientras meditaba y se cayó de la silla, golpeándose.

“Como si un atacante pudiera haberse escabullido hasta aquí…” (Preston)

Pero un accidente así nunca le había ocurrido, él no era tan descuidado…

Nuevamente sintió un dolor, pero este no era en su nuca, sino en su brazo derecho… Se trataba de un dolor que iba aumentando progresivamente. Rápidamente se descubrió la parte donde sentía la molestia… Y ahí sí encontró algo.

Un relieve en su piel, como si algo le hubiera sellado una forma. Miró su herida… Era el dibujo de un animal de hocico alargado… Era de una rata.

Había escuchado algo al respecto sobre ese símbolo.

“La marca de los sucios… ¿Los opositores al rey?.” (Preston)

Sus órdenes eran las de ayudar a Víctor Nauchin, quien indiscutiblemente pertenecía al mismo bando.

Preston se dejó caer de nuevo sobre la silla… Estaba metido ahora en un peor embrollo, uno del que no podría salir bien librado.

Estas personas no le estaban ayudando con buenas intenciones… Sintió que su sueño nunca se podría cumplir. No podría heredar la compañía de la familia... Enorgullecer a su padre.

Y lloró en silencio.