Especial 18: Conspiraciones múltiples.
*Punto de vista en tercera persona*
Las planicies de Zolo, en medio del reino de Timancera.
Pese a la gran resistencia que ponían, de contar con el apoyo de reinos vecinos, y de tener en sus manos un arma de gran poder, los timanceritas iban perdiendo la guerra.
Su enemigo, el reino de Eralgia, contaba con prodigiosas tácticas de batalla y había logrado penetrar hasta estar a un paso de la capital.
Luego de la victoria en Sorcerreste, Eralgia logró avanzar sin dificultades a estas planicies.
La batalla en Zolo decidiría el destino de Timancera.
Dos ejércitos se hallaban frente a frente, separados solo por un par de kilómetros.
“Las puertas de Timancera nos esperan. Los desgraciados que intentaron apoderarse de nuestro reino ahora lloran y tiemblan de miedo ante nuestra presencia. Ellos, nuestros enemigos, han recurrido a métodos atroces para tratar de repelernos, para evitar que reclamemos justicia por su osadía de matar a uno de nuestros señores. Hoy les pido, mis queridos soldados, que muestren valor, que muestren la determinación para luchar y proteger a nuestras familias y a nuestro glorioso reino… ¡Hagamos un ejemplo de estos cobardes para que sus aliados aprendan las consecuencias de levantar una mano contra Eralgia!” (Jarader)
“UUUOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHH” (soldados)
Jarader Doma, señor de la región de Bencera, se encontraba al mando de uno de los ejércitos.
Con un total de 9 mil soldados, le hacía frente a un enemigo 3 veces mayor en número; una batalla en la que se encontraba en desventaja.
Sin embargo, la moral de sus hombres estaba alta, todos confiaban en él. Jarader lideró numerosos enfrentamientos en el transcurso de la guerra y no había perdido ni uno solo, incluso cuando todas esas veces también estaba en desventaja..
Un cuerno sonó en el bando enemigo, y sus soldados comenzaron a marchar. Gran parte consistía en infantería ligera, pero también contaban con unidades de demolición y caballería.
En cambio, el ejército bajo órdenes de Jarader constaba mayormente de infantería, magos y arqueros.
Pero ninguno se movía, todos permanecían en calma viendo como se aproximaban los enemigos.
“¡Unidad mágica! ¡Ahora!” (Jarader)
Los auxiliares de campo transmitieron sus órdenes; los magos comenzaron a invocar su magia.
El ejercito de Timancera dejó ir a las bestias de guerra, unas grandes criaturas herbívoras llamadas Golestres. Grandes bovinos con muchos cuernos sería la mejor forma de describirlos...
El uso de estas bestias era una medida desesperada del general a cargo del ejército de Timancera, pero no era muy útil contra un enemigo con tan pocos números.
La marcha de los treinta Golestres se vio interrumpida y estos se desplomaron uno tras otro.
El motivo fue la aparición de zanjas que antes no estaban.
*WUUUSHHHH*
El estruendo de las bestias cayendo fue intenso; todas fueron rematadas por enormes flechas disparadas por soldados lizardones.
Esto tuvo un impacto en la moral de Timancera, pero aún así, no detuvieron su avance…
Las tropas a pie continuaron avanzando de frente y la caballería trató de rodear la zanja, pero el número de flechas era bastante alto e implacable.
Aunque en menor cantidad, los hechizos de la unidad de magos de Eralgia también produjo bastantes bajas.
La caballería estuvo a punto de rodear al ejército de Eralgia, pero aparecieron pilares y estacas de piedra que frenaron a los caballos y glarones; además, las flechas continuaban alcanzándolos pese a que los arqueros no se movían mucho.
La infantería logró atravesar la zanja pero esta reducía el número de aquellos que podían pasar, mismos encontraban una muerte rápida por espadas y lanzas.
…
“¡Tiene que ser un chiste! Los superamos en número, debería ser una batalla fácil de nuestro lado.” (general)
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En el campamento de Timancera, el general al mando de las tropas gruñía enojado al ver la habilidad del ejército de Eralgia, no solo resistían bien, sino que tenían el total control de la batalla.
“Perdimos a todos los Golestres, no debimos usarlos tan rápido.” (estratega)
“¡Calla! ¡Fueron los trucos sucios de esos malditos de Eralgia!” (general)
Nadie tenía mucha confianza en el hombre, el general Pontik Pacola; un joven y sin experiencia, pero de los pocos oficiales que continuaban con vida en Timancera.
“¡Tenemos que vencer a toda costa! La capital real está a nuestras espaldas, si nos vencen, el reino caerá.” (Pontik)
“Es inútil, deberíamos retroceder a la ciudad y defenderla tras los muros.” (comandante)
“¡Ni pensarlo! Vamos a repeler al enemigo en Zolo, debemos ganar tiempo hasta que tengan lista otra daga roja.” (Pontik)
“¡De nada servirá! Esa estrategia nos ha causado más daño a nosotros que al enemigo, ¡Solo fuimos usados por Uvikuto como sacrificios de prueba para esa arma!” (comandante)
El hombre que reclamaba tanto era el comandante Furio Bincros, de mayor edad y experiencia que Pontik. Lo que dijo era cierto, el constante uso de las dagas rojas había acabado con un gran número de los habitantes de Timancera, tanto soldados como civiles.
“No, ellos fueron sacrificios para el bien de nuestra nación. Sus perdidas serán lloradas y alabadas cuando alcancemos la victoria.” (¿?)
Un anciano vestido con ropas negras entró en la tienda, todos lo saludaron al verlo.
“Ministro Tastonópolo, ¿Como fue que llegó…?” (Furio)
“Vengo con un mensaje del rey… Lamentablemente todas las dagas fueron robadas.” (Tastonópolo)
“¿Que ha dicho?” (Pontik)
“Lo que oíste jovencito, las cuatro dagas están desaparecidas. Una nos fue arrebatada por el enemigo como bien sabrán, pero el paradero de las otras tres es desconocido.” (Tastonópolo)
“Un espía… ¡Un espía debió robarlas!” (Furio)
“No veo otra razón… Pero no todo está perdido. Vine aquí no solo para darles esa mala noticia…” (Tastonópolo)
Tastonópolo puso un pequeño trozo de carne temblante sobre la mesa donde estaba el mapa.
“¿Qué es esto?” (Furio)
“Es el material con el que están hechas las dagas rojas.” (Tastonópolo)
La extraña sustancia parecía una masa de carne roja y blanca, se movía como las contracciones de un órgano interno.
“Tiene el mismo efecto que las dagas rojas, también puede transformar a los blancos cercanos que designe el maestro, pero es de un solo uso y requiere de un mayor porcentaje de sacrificios en el ritual… Quiero que lo usen.” (Tastonópolo)
“Pero… ¿En verdad deberiamos… ?” (Furio)
Cuando los presentes levantaron la vista, el ministro ya no estaba.
“¿Qué está pasando aquí?” (Furio)
“¿Eso que importa? Tenemos lo que necesitamos para alcanzar la victoria.” (Estratega)
Algunos de los presentes estaban dudosos y temerosos por la situación que había ocurrido, también por las palabras del extraño hombre… Pero el general Pontik aceptó usar el plan.
...
Ese día la batalla concluyó con la victoria de Eralgia.
Jarader y su ejército caminaron entre los cuerpos del ejército de Timancera.
Uno de los cadáveres pertenecía a Pontik, el cual sostenía felizmente un pedazo de carne entre sus manos.
“Debio confiar mucho en que podia vencernos con eso.” (Jarader)
“Lo mejor es que nos retiremos cuanto antes de aquí, señor Jarader.” (joven comandante)
Un poco espantado, Kain Donepeak, mano derecha de Jarader desde antes de que se convirtiera en señor de la región, le pidió que se alejaran del lugar.
“Los infelices murieron de repente luego de que exhibieran esa cosa.” (Jarader)
“Deje que me deshaga de ella.” (Kain)
“Espera, mejor mandalo a Eralgia, quizás los alquimistas puedan descubrir algo al respecto… Pero manda a varios escuadrones, no quiero que ocurra lo mismo que con el grupo que también encontró un arma enemiga.” (Jarader)
“Pero, una sustancia tan peligrosa como esa…” (Kain)
“Para eso es necesario estudiarla; además,en lo personal considero interesante lo que acaba de ocurrir.” (Jarader)
“............ Está bien, mandaré esta cosa a Eralgia, señor Jarader. Sin embargo, no puedo mandar a muchos hombres, debemos reagruparnos con otros regimientos para invadir la capital.” (Kain)
Jarader sonrió y miró hacia el oeste mientras se lamía los labios.
“No, tengo una idea mejor… No estamos muy lejos de la frontera con Forepam. Esos malditos nos traicionaron y comenzaron a darle recursos a Timancera… Deberíamos mostrarles el error que cometieron.” (Jarader)
“Pero eso es…” (Kain)
“Quememos las aldeas fronterizas y matemos a sus habitantes antes de que surja cualquier tratado de reconciliación…” (Jarader)
“Los hombres no aceptaran hacerlo…” (Kain)
“Manda a los más aburridos a que entreguen esta sustancia, y consigamos más tropas en los alrededores… Hay muchos hombres que querrán unirsenos.” (Jarader)
“¿Ladrones?” (Kain)
La sonrisa de Jarader se volvió más agresiva.
…
En una cueva estaban reunidas algunas siluetas misteriosas.
“¿Funcionó?” (hombre)
“Si, ahora debe de estar en manos de Eralgia.” (Tastonópolo)
“Grandioso, será divertido ver que logran hacer con ello.” (hombre)
“Sigo pensando que es una mala idea, no por nada les quitamos la daga que casi le roban a Timancera.” (mujer)
“Estoy de acuerdo, además, si los Arc llegan a enterarse de nuestra existencia…” (Tastonópolo)
“No lo harán, no hasta que sea demasiado tarde para ellos… Solo apeguense al plan y podremos alcanzar el mundo que deseamos.” (hombre)
“¿Oh? ¿Entonces fue malo que los descubriera?” (¿?)
“¿Eh?” (Tastonópolo)
Las cabezas de varios de los presentes salieron volando, Tastonópolo cayó al suelo, asustado.
“Tú… ¿Un Arc?” (Tastonópolo)
“¿Que me delató? ¿Mi gracia o mi poder?” (¿?)
Un chico salió de las sombras su feroz mirada hizo temblar a Tastonópolo.
Se trataba de Ertt, el guerrero Arc.
“¿Cómo...? ¿Cómo fue que…?” (Tastonópolo)
La cabeza de Tastonópolo también salió volando por los aires. De las ropas de los cadáveres, cuatro dagas salieron flotando hasta Ertt.
“...No están relacionadas al rey demonio… Solo tienen la carne de uno de bajo nivel.” (Ertt)
Las cuatro dagas se pusieron blancas y se convirtieron en cenizas.
“Una porción de carne debió ir al sur, bueno, no ocasionará problemas… Cuando elimine la fuente se volverá inútil. Debe de estar en el norte, junto al resto de los involucrados… Rayos, este trabajo innecesario me está alejando de mi misión de encontrar al legado del rey demonio.” (Ertt)
Mientras se quejaba, Ertt se dirigió a la salida de la cueva.