Con el celular sin batería y sin nadie gritándole por el teléfono, Abel se encontró de pronto envuelto en un silencio abrumador. Antes de seguir avanzando por el sendero, miró el camino por el que había estado caminando, la desconfianza pintada en su rostro: Hace ya mucho debería haber llegado al pueblo. ¿Se había perdido?
La niebla era una aliada ambigua. Por un lado, ocultaba de posibles perseguidores, pero por el otro, era enemiga de la cordura, exacerbando la paranoia de no saber si alguien estaba acechando a pocos metros de distancia. Esta incertidumbre, combinada con el reciente trauma vivido, hacía estragos en la mente.
A pesar de sus temores, la desconfianza rara vez invocaba demonios. Nadie lo perseguía. El viudo caminó pacíficamente por el sendero durante varios minutos, que luego se convirtieron en horas, sin encontrar ninguna señal de peligro. Probablemente, había pasado toda la mañana caminando, pero no había señales de haber llegado a ningún lugar. El sendero seguía extendiéndose infinitamente.
Abel comenzó a sospechar que algo andaba mal. Sacó el mapa que había guardado y comprobó nuevamente que el sendero no tenía bifurcaciones, por lo que perderse debería ser prácticamente imposible. Continuó su caminata hasta que sus piernas se cansaron lo suficiente como para necesitar sentarse en el pasto cercano a un arroyo que cruzaba el sendero. Mientras descansaba, vio cómo el agua corría montaña abajo. La escena era bonita, pero lo que más le preocupaba era por qué no tenía sed. Había pasado casi un día entero sin beber agua y no tenía sed alguna. Además, no había comido en un día y su última comida había sido un rejunte de comida enlatada. Conociendo su cuerpo, debería tener hambre, pero su panza no protestaba. Lo más extraño de todo era que había estado un día y medio despierto, escapando, corriendo y caminando por una montaña, y no tenía sueño. Aunque sus músculos estaban agotados de tanto caminar, sus sentidos seguían muy alertas.
Acercándose al arroyo, Abel se agachó y tomó un poco de agua. Era lo suficientemente transparente e inodora como para parecer limpia. Al beberla, sintió que era bastante reconfortante beber agua tan fresca y pura.
—¿Será por la situación de riesgo?, es la primera vez que estoy tanto tiempo despierto sin una pizca de sueño… Mmm, tal vez cuando era joven y salía a divertirme, pero ya pasó mucho tiempo desde esas épocas… Ah, qué hermosas épocas aquellas, donde nada estaba escrito y toda mi historia estaba por empezar…—Murmuró Abel reflexivamente.
Descansó unos minutos más hasta que volvió a sentir energía en sus piernas. Entonces retomó la marcha, pero esta vez duró solo unas pocas respiraciones, pues, tras dar unos pocos pasos, notó algo extraño en el sendero frente a él.
—¿Cómo diablos terminé perdiéndome?—Se preguntó Abel, mientras observaba cómo el camino se desvanecía abruptamente en medio de la nada. Lo que antes era un sendero bien marcado, ahora se transformaba en una traza apenas distinguible, cubierta de pasto alto y maleza. Parecía que, en algún punto de su extenuante caminata, había tomado una bifurcación menos transitada sin darse cuenta. Sin embargo, según el mapa, tal bifurcación no existía.
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El paisaje estaba envuelto en una niebla espesa, haciendo que todo pareciera aún más desolado y confuso. El aire húmedo y frío llenaba sus pulmones con cada respiración, mientras el sonido distante del arroyo rompía el silencio opresivo del valle. Abel observó con desconfianza el sendero descuidado delante de él. A pesar del crecimiento del pasto y la maleza, había señales de que alguien o algo había pasado por allí recientemente, ya que algunas áreas mostraban signos de estar ligeramente pisoteadas.
Todo indicaba que una parte del sendero había sido meticulosamente mantenida por los guías, quienes podaban y controlaban el avance de la naturaleza, mientras que la otra parte había sido dejada a merced del entorno natural, permitiendo que la vegetación retomara su dominio en el valle. Así, el camino parecía desvanecerse en la nada, dejando apenas un rastro de lo que solía ser el sendero original.
Abel se agachó y tocó el suelo, sintiendo la humedad de la tierra y las hojas secas. Se levantó y miró a su alrededor, tratando de decidir qué hacer. La niebla hacía difícil ver más allá de unos pocos metros, aumentando la sensación de desorientación. Decidió retroceder unos pasos para verificar si había pasado por alto algún punto de referencia o una señal que le indicara el camino correcto. Sin embargo, el camino que había recorrido se veía igual de confuso, con la niebla cubriendo cualquier pista que pudiera haber dejado.
Abel suspiró, comprendiendo que debía tomar una decisión. Volver sobre sus pasos significaba acercarse nuevamente a la mansión y al peligro del secuestrador, algo que quería evitar a toda costa. Decidió que su mejor opción era seguir adelante, a pesar de la apariencia desalentadora del sendero.
—Son los nervios—Murmuró para sí mismo—Tal vez estuve caminando unos pocos minutos y por la presión sentí que pasaron horas…
Levantó la vista al cielo, intentando ver el sol a través de la densa niebla para orientarse, pero la tarea resultó imposible. Parecía un día nublado, o al menos la niebla era tan espesa que dejaba pasar muy poca luz. Abel continuó caminando, tratando de mantener la calma y enfocarse en no perder el camino correcto.
Mientras avanzaba, el sonido del arroyo se hacía más distante. El agua corría montaña abajo, creando un relajante murmullo que contrastaba con su estado de ánimo tenso.
—En mi luna de miel este camino estaba muy cuidado durante todo el trayecto. ¿Será acaso que estoy recordando mal…? No, es la niebla. Volví a perderme como un idiota… O acaso fue el tiempo, pasó mucho desde aquella luna de miel…—Murmuró Abel, mirando el sendero por donde había venido. Se recordó a sí mismo que siempre tenía la opción de volver atrás, pero claro estaba que esa opción no era la que tomaría. Podía esperar a la policía en cualquier parte del pueblo, menos en la maldita mansión de los Fischer.
El entorno a su alrededor seguía siendo un manto de niebla, gruesa y blanca como la nieve, que parecía absorber todos los sonidos y la luz. La desolación del paisaje era demasiado evidente, con la maleza reclamando partes del sendero y escasos árboles elevándose en la bruma, sus ramas como dedos nudosos intentando alcanzar el cielo.
—Tal vez esté recordando mal…—Murmuró, mirando hacia el sendero descuidado frente a él. La naturaleza había recuperado su dominio aquí, si bien este camino no parecía llevar directamente al pueblo, seguramente lo llevaría a algún lugar donde podría esperar la llegada de la policía, o en el peor de los casos reorientarse para seguir escapando.
Con el tiempo, Abel aceptó que probablemente se había perdido. Aun así, decidió continuar caminando por la única continuación visible del sendero. Cada paso que daba resonaba con un crujido bajo sus botas, el sonido amortiguado por el denso pasto. El silencio era tan profundo que Abel podía oír su propia respiración y el latido de su corazón.