Abel leyó atentamente el mensaje escrito en el papel doblado durante unos minutos, tratando de descifrar cada palabra, dejando que las estrofas resonaran en su mente como ecos de una advertencia distante. Aunque el viudo no entendía el significado de las iniciales finales, interpretó el poema de manera bastante acertada. La poesía parecía comunicar las preocupaciones del vaquero, evocando emociones que lo dejaron reflexionando en silencio durante unos minutos.
“Ese viejo no tenía pinta de ser un artista frustrado…” Pensó Abel con una sonrisa burlona. La idea de que el poema fueran las últimas palabras del vaquero le resultaba algo pomposa y exótica, ¿Quién escribía poemas en estos días?
Aunque lo más intrigante era por qué el viejo vaquero había optado por esconder el mensaje en lugar de entregárselo directamente. ¿Le daba vergüenza que alguien leyera sus poemas?
Abel observó las palabras en el papel durante un momento más, dejando que sus pensamientos vagaran hacia el sendero que conducía al pueblo. A pesar de su vergüenza a admitirlo, estaba a punto de hacer exactamente lo que la vieja guía le había profetizado que haría en el futuro: Regresar a Golden Valley.
Y ahora se le sumaba este poema. El viejo vaquero no solo lo había advertido en su despedida, sino que también parecía haber dejado una señal en este poema, instándolo a reconsiderar su camino. Pero al mismo tiempo, sentía una extraña sensación de estoicismo, una sensación de que por más que le dijeran lo que le dijeran aún terminaría visitando Golden Valley.
“¿Qué hago? ¿Regreso a casa? ¿De verdad voy a venir dos veces a este pueblucho para quedarme en la entrada? ¿Por qué sigo preguntándome esto luego de hacer semejante viaje?” Meditó Abel burlándose de las emociones que sentía, su mirada alternando entre el sendero y el papel amarillento en sus manos. Se sentía confundido y, en cierto modo, asustado. No tanto por los supuestos fantasmas y misterios del pueblo, sino por la persistente presencia de Golden Valley en su vida.
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Paralizado por sus dudas, Abel apartó la mirada del sendero con un gesto brusco, enfocándose nuevamente en el papel en sus manos. Con cuidado, desdobló el papel para descubrir que no era una carta, una historia o un mensaje, sino un simple mapa.
Para ser precisos, era un mapa del pueblo de Golden Valley, en el que estaban marcados con precisión los distintos puntos de interés, desde la majestuosa mansión de los Fischer hasta las pintorescas casas que se alineaban en las desiertas calles del pueblo.
Pero lo que captó especialmente la atención de Abel fue el detalle de la mansión de los Fischer estaba resaltada en el mapa con un círculo rojo. Por otro lado, la mayoría de las casas del pueblo y la mina estaban marcadas con una X, como si el antiguo propietario del mapa indicara que ya había visitado esos lugares y ahora solo quedaba explorar la última atracción turística del pueblo.
—Curiosamente, la casa donde vive la vieja guía no está marcada…—Murmuró Abel, notando que no había ni un círculo ni una X arriba de esa casa. Esta observación intrigó a Abel, quien comprendió de inmediato que esta casa no era considerada una atracción turística, ya que albergaba a los guías del pueblo. Siguiendo la misma lógica, algunas de las casas del pueblo deberían estar sin marcar, puesto que en ellas vivían los otros guías turísticos. Sin embargo, ese no era el caso, y la única casa sin marcar en todo el pueblo era la que se encontraba justo antes de la entrada al pueblo abandonado.
“Este mapa tiene muchos años, podría incluso ser más antiguo que yo. Supongo que antiguamente había menos turistas y menos guías turísticos” Reflexionó Abel, examinando detenidamente los detalles del mapa. Los bocetos que representaban cada atracción turística estaban dibujados a mano. Hoy en día se usaban impresiones, ya que se requería mucho tiempo y esfuerzo para hacer estos mapas.
Abel guardó el mapa en su bolsillo y con un suspiro, se dispuso a volver a ocultar el maletín de plástico en su moto. La pistola se había extraviado y no había forma de retroceder el tiempo para cambiar ese hecho. Ahora, solo podía confiar en que nada fuera de lo común ocurriera en Golden Valley.