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08-La casa en el campo

Abel miró desde la distancia la casa donde pasaría la noche, la casa era de madera y no era muy grande: tenía el tamaño del cobertizo que se encontraba en su patio, por lo que a lo mucho tendría tres habitaciones.

La casa estaba ubicada en el medio de una arboleda en el campo y varios animales rurales habían aprovechado la arboleda para establecer su hogar. En los arbustos cercanos a la casa había gallinas y gansos que habían escondido sus nidos entre los arbustos, también podían observarse varias vacas y terneros descansando del sol, aprovechando la sombra brindada por los árboles.

Cuando Abel llegó a la casa, notó que una gallina andaba con sus pollitos por la puerta de madera. Por lo que con bastante esfuerzo y recibiendo varios intentos de ataque de la gallina, Abel logró correr a la gallina de la puerta.

La mayoría de las ventanas de la casa estaban rotas y sus orificios fueron tapados con parches de tela o tablones de madera. Al entrar a la casa, Abel pudo ver que los muebles estaban llenos de polvo y el techo estaba lleno de telas de araña.

Realmente no era un sitio muy acogedor, pero la atmósfera de la casa destrozada le recordaba al viudo a las casas donde durmió en su luna de miel, por lo que el lugar tenía cierto encanto en la mente de Abel.

La fortuna de estar vistiendo un traje de motociclista es que prácticamente toda la piel de Abel estaba cubierta con ropa, en consecuencia Abel no estaba muy preocupado por ser picado por alguna araña mientras limpiaba la casa. Aun así, Abel tenía cuidado porque no sería nada raro encontrar alguna serpiente en estos sitios oscuros y abandonados por el hombre.

Abel comenzó a limpiar la casa con cuidado, lo primero que intentó el viudo fue sacarle el polvo a la cama y verificar que no haya ninguna araña viviendo entre sus colchas. Acto seguido, Abel limpio un poco el piso y los alrededores de la cama.

Después de comerse varios sustos debido a las arañas que corrían asustadas, Abel terminó de preparar la casa a medias. Abel quiso terminar de limpiar la casa, pero el hombre notó que ya se estaba por hacer de noche.

Stolen story; please report.

Dado que el día estaba por terminar, Abel sacó unos sanguches de su motocicleta que había comprado en el camino y los comió afuera de la casa mientras miraba el atardecer en el campo.

Abel comió con tranquilidad mientras meditaba sobre su pasado y sobre todo reflexionaba sobre lo que vivió en Golden Valley con su esposa.

—Se siente bastante solitario, comer acá solo y en silencio...—Murmuró Abel mirando a las gallinas que caminaban con sus pollitos por los alrededores; estos animales eran la única compañía que el hombre tenía.

—Aunque el campo te hace sentir realmente libre...—Comentó Abel con melancolía, mirando el amplio horizonte lleno de naturaleza y a los animales pastando sin preocupación alguna.

Para un hombre de ciudad como él, acostumbrado a la vida artificialmente acelerada de las personas, este tipo de escenas llenas de armonía; en donde cada animal se toma todo el tiempo del mundo para comer un poco de pasto, a Abel lo llenaba de tranquilidad y le recordaba lo mal que uno aceptaba vivir por un poco más de dinero y servicios aparentemente esenciales.

Cuando el sol se puso en el horizonte, la oscuridad en el campo era bastante importante; sin embargo, un poco de luz llegaba de los autos que pasaban por la ruta.

Ya cansado por el largo viaje y por estar tanto tiempo limpiando, Abel entró en la casa, cerró la puerta de madera y se dirigió a la cama iluminando con una linterna. Arriba de la cama se encontraba colocada una bolsa de dormir que Abel usaría para no tener que lidiar con alguna araña que haya escapado de la limpieza.

Abel se metió en la bolsa de dormir y por la gran cantidad de trabajo realizado se desmayó en la cama. Cuando el hombre volvió a abrir los ojos, Abel escuchó a los gallos cacareando con violencia en el exterior de la casa como si alarmas se tratasen.

Aún era muy temprano y de suerte serían las 5 de la mañana, pero Abel se había ido a dormir temprano también, por lo que había dormido bastante bien a pesar de todo.

Los tímidos rayos de sol del amanecer iluminaban la casa de madera y se filtraban por la madera dispareja de las paredes, por lo que Abel no tuvo demasiados problemas para guardar todo y comenzar a prepararse para otras 12 largas horas de viaje hasta llegar a su destino.

Con la bolsa de dormir guardada y todas sus pertenencias en orden, Abel se dirigió a la tranquera del campo y dio inicio a la última parte de su viaje.

Pero antes de irse, Abel quiso despedirse y agradecerle al viejo que había tenido la gentileza de prestarle su casa sin preguntarle su nombre; no obstante, cuando Abel paso por el hotel, el hombre se dio cuenta de que la silla donde se sentaba el anciano estaba vacía, por lo que el vaquero aún no se había despertado.

Un poco apenado por no poder despedirse, Abel puso en marcha su moto y comenzó el final de esta travesía hacia Golden Valley.