Las primeras palabras siempre son las más interesantes [ La mas difíciles ] y guardan más emociones de las que su significado puede expresar, es por eso que no trataré de contar mi vida y en su lugar he seleccionado las siguientes palabras para darle comienzo a este nuevo proyecto:
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Otro cuento que abres, otro relato que leerás o abandonarás en el olvido, otra historia más para tu colección de recuerdos y otro mundo más al cual podrás decir que visitaste o descartaste. Estoy algo emocionado de poder ayudarte a lograr estas cosas, aunque lo cierto es que tal vez me he demorado más de la cuenta en contar esta historia y mi escritura más que mejorar con el tiempo, empeoró.
Siento que cuanto más escribo, más me encadeno a lo que ya he escrito y por tanto, menos creativo me vuelvo y es por eso que mi nivel de escritura baja, hasta el punto que ni siquiera me atrevo a imaginar [ ¿Muy pomposo, no? :C ]. Ya van muchos años escribiendo, muchas anécdotas y mucho aprendizaje que poco ayuda a ganarse la vida, pero al menos esta tragedia se consuela con la indudable verdad de que en el proceso de escritura se va viviendo la vida. [ 3 años desde que escribí esto ]
Pero bueno, así están las cosas en estos tiempos y tampoco es mi deseo aburrirte con las divagaciones propias de mi cuarto libro a publicar [ sexto :D ] , en su lugar quiero comenzar a contarte la historia que tengo en mi cabeza y adelantarte el hecho de que por increíble que parezca esta historia de fantasía comienza un día cualquiera, en un lugar cotidiano y con una persona cualquiera, el cual podría ser tranquilamente usted, o al menos eso podría darse hasta que conozcas su historia, o mejor dicho sus desgracias, las cuales por fortuna no las compartes.
Por lo demás, esta persona completamente irrelevante era alguien con el cual me crucé una sola vez en el subte en mi camino para llegar a la universidad, lo cierto es que solo lo vi una vez en la vida y desde una distancia prudencial de más de medio vagón de subte. Tampoco mentiría si te cuento que nunca intercambié palabras con este sujeto y estoy más que seguro de que el protagonista de este libro nunca me vio la cara. No obstante, el breve viaje de 5 estaciones en el cual observe descaradamente a esta persona, fue suficiente como para que decida armarle una historia, una falsa, una que por supuesto nunca ocurrió y mucho menos una que vaya a ocurrir alguna vez. Pese a ese baldazo de agua fría llamado realidad, entre tú y yo, querido lector, podemos fingir por unas cuantas horas que la historia que te voy a contar es real y que todo lo que voy a revelarte es algo que ocurrió hace unos pocos años atrás.
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—Próxima estación: Cementerio Santa María.
Un hombre de unos 25-30 años alzó la mirada desde su asiento y vio con impaciencia como un cartel se iluminaba en la puerta del subte indicando cuál era la siguiente estación.
Este hombre estaba vestido con un traje negro y una corbata roja. Su pelo era rubio y estaba algo desordenado, mientras que sus ojos eran celestes como el cielo pese a que el encanto que tenían estaba oculto bajo una mirada desgastada. El hombre tenía algo de barba desprolija en el rostro, por lo cual no parecía prestarle mucha atención a su apariencia últimamente. Sin embargo, el pasajero sostenía un ramo de flores rojas con suma precaución , por lo que lejos de ser una persona descuidada, se notaba que esta persona tenía algo de temor a que la multitud viajando en el subte aplastara y arruinara las flores de su ramo.
*¡¡Te estoy llamando, Abel!!*...*¡¡No me ignores, Abel!!*... La voz dulce, alegre y entre risas de una mujer se escuchó desde uno de los bolsillos del traje del hombre.
Con cuidado de no dejar caer el ramo de flores, el hombre buscó en el bolsillo de su traje. Tras unos segundos, el hombre sacó un teléfono negro, algo viejo y muy gastado. Ciertamente, un celular en tan mal estado proviniendo de un hombre vestido de forma tan coqueta y elegante llamaría la atención de cualquiera, puesto que el traje del hombre podría venderse fácilmente por 4 celulares de alta gama. Pese a ello, ningún otro pasajero en el subte le estaba prestando atención a lo que hacían los demás, por lo que nadie se preguntó la historia oculta tras este celular gastado. Y como nadie se preguntó la historia, nadie la escribió, o al menos eso era así hasta este momento en donde decidí darle vida a este personaje. Luchando contra mi impulso de seguir divagando, te cuento más en detalle cómo era el protagonista de este párrafo, es decir el teléfono, el mismo tenía la pantalla con varias ralladuras y parecía estar rota; no obstante, el celular aún funcionaba y podía verse escrito en su pantalla:
Stolen novel; please report.
> 'Llamada entrante: Carlos'
Lejos de atender la llamada de inmediato, el hombre de traje se quedó viendo la pantalla de su celular por unos cuantos segundos en silencio, como si estuviera meditando si era conveniente o no ignorar la llamada de este tal Carlos. Mientras esto ocurría la mujer de voz alegre seguía pidiendo irónicamente que contestara la llamada, molestando bastante a los otros pasajeros que viajaban alrededor del hombre de traje. Al punto que muchos pasajeros, entre los cuales me incluyo, abandonaron sus pensamientos internos y se quedaron mirando con molestia como este peculiar sujeto permanecía en estado de trance mirando la pantalla de su celular roto. Pese a la extrañeza de la tardanza, el hombre terminó reaccionando con normalidad y deslizó su dedo por la pantalla rota, logrando de tal forma atender la llamada entrante.
—¿Pasó algo, papá?
—No, solo quería preguntarte como estabas—Respondió Carlos con tono preocupado—Esta mañana te fuiste de casa sin avisarnos, estamos preocupados, deberías volver a casa, Abel.
—Estoy en el medio del subte, no puedo escucharte bien...—Comentó Abel acercándose el teléfono a la oreja tratando de escuchar mejor a su padre; pero la tarea le estaba resultando más complicada de lo que parecería en primera instancia, puesto que estando en el medio del subte los ruidos de murmullos y de gente hablando no paraban de molestarlo.
—¡Que deberías volver a casa, estás preocupando a tu madre!—Gritó Carlos con preocupación.
—De verdad no puedo escucharte, papá...—Comentó Abel con molestia por no lograr entender qué decía su padre—¡En este momento estoy yendo al cementerio, cuando termine de visitar a Ana te llamo!
—¡Vuelve a casa ahora mismo, hijo!—Gritó Carlos con enojo.
Abel pareció no entender que decía su padre y en su lugar respondió:
—¡Yo también te quiero, papá, hablamos luego!
Acto seguido, Abel volvió a deslizar su dedo por la pantalla del celular, pero antes de que el hombre pudiera terminar la llamada, la pantalla del celular se volvió negra de golpe.
—Qué raro...—Murmuró Abel con preocupación—El celular parecía tener más carga, debe estar fallando la batería, espero no tener que comprar otro.
Abel con preocupación guardó su teléfono, pero antes de que el hombre pudiera sacar la mano de su bolsillo, un chico de entre 8-10 años se acercó con el puño cerrado y se lo puso en su frente como invitando a que lo chocara.
El niño tenía el pelo negro bastante desprolijo, sus ojos eran verdes, mientras que su rostro se encontraba manchado con barro, como si volviera de jugar un partido de fútbol con los amigos.
Aturdido por la aparición súbita de este muchachito, el hombre sacó la mano del bolsillo y chocó el puño con el niño, mientras preguntaba con inquietud:
—¿Estás perdido, muchacho?
—No...—Respondió el niño con una sonrisa al ver como no era ignorado—Solo quería preguntarle si tendría unas monedas para que pueda comprarme algo de comida.
Abel vio la ropa del niño y notó que los zapatos del chico tenía varios agujeros y sus pantalones estaban algo sucios. Al notar esos detalles, una cara de disgusto se formó en el rostro de Abel y con pena respondió:
—Déjame buscar, creo que tengo algo de cambio suelto.
Abel buscó por unos segundos en sus bolsillos, sacó un billete de color verde y se lo entregó al niño mientras decía con pena:
—Espero que te ayude a juntar lo necesario para comer hoy, pero de todas formas déjame decirte que deberías estar en el colegio a estas horas, muchacho…
—¡Gracias!—Agradeció el niño, mientras tomaba el billete en las manos de Abel y se acercaba a una persona cercana para nuevamente pedir limosna.
El hombre miró desde su lugar la escena con impotencia por no poder hacer nada para ayudar al muchacho; lamentablemente la situación económica del país se estaba yendo al carajo y cada vez se veía más gente pidiendo limosna o vendiendo cosas por el subte. Por lo cual uno solo podía endurecer su corazón y esperar a que las cosas mejoraran con el tiempo.
—Estación: Cementerio Santa María.
Antes de que Abel pudiera reflexionar el asunto profundamente, la voz robótica del sistema del subte le recordó que ya había llegado a su destino. El hombre esperó a que los impacientes y apurados salieran primero para cuidar su ramo de flores. Acto seguido, Abel caminó hasta la puerta del subte, pidiendo permiso al resto de pasajeros que viajaban parados como si de un paquete de sardinas se tratase.
Abel logró salir del subte antes de que las puertas se cerraran, pero lamentablemente una buena cantidad de las hojas de las flores del ramo se perdieron en el proceso de evitar chocar contra las personas que apuradamente entraban en el vagón congestionado. El hombre se detuvo unos minutos y miró su ramo de flores maltratado con impotencia por no haber podido hacer nada para evitarlo. Finalmente cuando el subte volvió a partir hacia su próxima parada, lo último que pude ver con mis propios ojos de la historia de este hombre es que había comenzado su marcha para salir de la estación de subte rumbo al cementerio.