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53 -Pasadizo

El pasillo no parecía ser parte de la mansión, ya que no estaba hecho de madera, sino de piedra. Por el aspecto familiar de las piedras, Abel dedujo que probablemente provenían de la mina de Golden Valley, puesto que se asemejaban mucho a las que se usaron para armar las fachadas de las casas del pueblo. Las paredes del túnel estaban cubiertas de suciedad, musgo, plantas y pequeños insectos.

Pero lo más extraño no era lo que se veía, sino lo que se sentía. Era una anómala sensación de humedad y calor. Algo que sorprendió a Abel, ya que apenas había entrado al túnel, sintió cómo comenzaba a sudar debajo de su gruesa chaqueta. Al punto de que sintió la necesidad de quitársela, pero se contuvo.

A medida que avanzaba por el estrecho pasillo, la sensación de calor se intensificaba, como si una fuerza invisible estuviera aumentando la temperatura a propósito. Cada paso que daba incrementaba la incomodidad, el sudor comenzaba a empapar su ropa y su respiración se volvía más pesada. Abel se detuvo un momento para respirar y observó con detenimiento las paredes de piedra cubiertas de musgo. Parecían transpirar, el musgo estaba húmedo al tacto y pequeñas gotas de agua resbalaban lentamente por las superficies rugosas de las piedras. A pesar de su abandono, este era un entorno claramente común y corriente, pero la sensación de calor era antinatural, como si algo, o alguien, estuviera manipulando el clima de este estrecho túnel.

“¿Este túnel estará conectado con la chimenea o rodeado de unos tubos que transportan agua caliente y que son de uso exclusivo para los guías que trabajan en la mansión? Si no, no comprendo cómo es que de repente el ambiente se siente tan asfixiante” Pensó Abel mientras seguía caminando por el túnel, preocupado de no encontrar una salida al final de este pasadizo.

El viaje se estaba volviendo algo largo para su gusto y ya cansado de soportar el calor, Abel dejó de renegar con el clima y decidió quitarse el abrigo, sintiendo un alivio inmediato al liberarse del peso y el calor acumulado. Con la vela en una mano y su chaqueta colgando de su brazo, continuó avanzando por el pasillo. Cada pocos pasos, se encontraba forzado a agacharse para evitar golpear su cabeza contra el techo irregular, y las paredes estrechas daban la sensación de que el túnel se estaba cerrando lentamente sobre él, aumentando su sensación de claustrofobia.

Al tocar una de las paredes, Abel notó que no solo estaban húmedas, sino también cálidas, como si una fuente de calor estuviera emanando desde el interior de las piedras mismas. Esto no tenía ningún sentido; los sótanos y túneles subterráneos, en su experiencia, tendían a ser frescos y secos, no cálidos y húmedos. Mientras seguía avanzando, no podía dejar de pensar en esta extraña contradicción.

En un pasaje muy angosto del túnel, por el cual tuvo que hacer malabares para seguir avanzando, Abel terminó acercando la vela a las paredes, observando cómo las gotas de agua que se acumulaban en el musgo caían lentamente. Las tocó y sintió su tibieza entremezclada con una extraña viscosidad similar a la saliva. La sensación era desconcertante. Miró a su alrededor y se preguntó qué podría estar causando este fenómeno. ¿Podría haber algún tipo de actividad geotérmica bajo el pueblo que él no conocía? Golden Valley ya había demostrado ser un lugar lleno de misterios y peligros, y este túnel no parecía ser la excepción.

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El calor seguía aumentando, tanto que Abel tuvo que secarse el sudor de la frente varias veces. La atmósfera se volvía cada vez más opresiva a medida que el aire se iba volviendo más difícil de respirar. Pero a medida que se acercaba al final del pasadizo, una nueva preocupación surgió en su mente: ¿Qué podría encontrar al final de este túnel? Por la distancia recorrida podría terminar saliendo por la otra esquina de la mansión. ¿Habrá guías trabajando por ese lugar? ¿Qué tan lejos estará de la entrada principal?

Después de unos minutos de incómoda caminata, Abel se alegró al divisar el final del pasadizo: otra escalera en mal estado. Por la distancia recorrida, no dudaba que aún estaba en el territorio de la mansión, ya fuera en los jardines o en el interior de la misma.

Al llegar a la escalera, Abel miró hacia arriba y descubrió que algo de luz se filtraba a través de una trampilla por la que podía salir del túnel. Dejó la vela encendida en el suelo de piedra, volvió a colocarse su chaqueta y comenzó a ascender con cuidado, confiando en que, si el asesino usaba este pasadizo con relativa frecuencia, la escalera no estaría en tan mal estado como para ser inutilizable.

Tras la lenta y cuidadosa subida de los primeros escalones, Abel ganó confianza y ascendió con mejor ritmo hasta toparse con la trampilla. No la abrió de inmediato, sino que se detuvo un momento para escuchar cualquier ruido del otro lado. Todo estaba en silencio, lo que le dio un poco de esperanza. Acto seguido, empujó la trampilla con sumo cuidado para no hacer más ruido que el necesario, creando una pequeña abertura para observar el exterior.

Finalmente, la fortuna estaba de su lado y no había nadie imposibilitando su salida. La trampilla daba a una habitación solitaria que parecía ser el cuarto donde dormían los antiguos empleados domésticos que trabajaban en esta estancia. Por el número de escalones subidos, Abel dedujo que debía estar en la planta baja de la mansión. Sin embargo, no recordaba mucho de la distribución interior de esta antigua residencia y este cuarto no era la excepción. Por lo que no tenía claro cuán lejos estaba de la puerta principal o de la existencia de alguna salida secundaria cercana a este sitio.

Comprendiendo que no era prudente quedarse en la escalera indefinidamente, Abel levantó la trampilla con el máximo cuidado y salió. La trampilla estaba ingeniosamente oculta en el interior de un armario de ropa, reemplazando el fondo original. Aunque las puertas del armario estaban abiertas, la trampilla permanecía disimulada bajo una alfombra que cubría el suelo, un detalle que probablemente pasaría desapercibido para cualquier observador casual.

Una vez en el exterior del túnel, Abel se tomó un momento para examinar detenidamente la habitación. Sabía que debía planear su escape hacia el estacionamiento de la manera más eficiente y silenciosa posible.