Su padre había sido un oficial de policía, y aunque las tareas de un “agente” en el laboratorio eran distintas, muchas veces se entrelazaban. Dando lugar a que su padre le enseñara una gran cantidad de trucos útiles en la tarea de patrullar las oscuras y corruptas calles del estado de Florida. Pero lo más importante que su padre le había enseñado era a mantener una desconfianza constante, especialmente hacia el gobierno. Su padre había trabajado durante los últimos años de la dictadura y había sido testigo de la corrupción y los abusos de poder que definieron esa era oscura. Pero lo que vio después, en el regreso a la democracia, fue aún más perturbador y suficiente para destruir la vida de cualquier otro.
“La gente en el poder ha sido, es y será corrupta” , “Por la plata baila el mono”, “Piensa mal y acertarás” Esos eran los credos que su padre le había enseñado. Y para Gómez las palabras de sus padres eran palabra santa. El tiempo y la realidad le enseñó que esas tres frases dichas por su padre eran una verdad que moldearían su futura vida como agente.
Como todo hombre inteligente, lo sabía. La gente que controla nuestras vidas usará su influencia y sus recursos para satisfacer sus propios intereses, sin importarles las consecuencias que sufrirá el resto de la humanidad. No eran solo los poderosos, más bien es que todos los humanos tendían a hacer lo mismo, pese a que los poderosos se destacaban sobre las masas por la escala de su influencia y recursos. El punto de este concepto es que su experiencia como agente le había enseñado que los fenómenos paranormales no era más que una “nueva” forma de poder exótico, una herramienta más en el arsenal de quienes buscan manipular el mundo a su favor.
Después de 30 años investigando casos paranormales, Gómez no tenía dudas de que no se trataba de teorías conspiranoicas: en verdad existían personas con gran poder que estaban manipulando los eventos paranormales para obtener beneficios propios. La brecha entre el “otro mundo” y el mundo en donde había crecido se había vuelto cada vez más difusa desde el fin de la dictadura. Lo paranormal se había convertido en algo cotidiano, un fenómeno que la gente aceptaba cada vez más como parte de su realidad. Y eso no fue por casualidad. Nada podía ser por casualidad para un agente de la fundación. Las casualidades eran los hilos del destino siendo manipulados por fuerzas que aún no comprendemos.
En este caso, “Piensa mal y acertarás” era el dogma que iluminaba la oscuridad que envolvía esta casualidad - Gómez lo había estado observando a lo largo de los años. A lo largo de su vida. Esta fusión entre los dos mundos se estaba “imponiendo”, no se estaba “dando” de forma natural.
Al final de la dictadura, se produjo un evento crucial que muchos medios de comunicación habían denominado como el gran “destape”, el “fin de la mascarada” o “la apertura del telón”. Durante este período, los fenómenos paranormales comenzaron a emerger de manera masiva en la esfera pública, inicialmente como meros cotilleos en programas de comedia. En donde los comediantes, seleccionados con precisión quirúrgica, comenzaron a hacer bromas sobre el “otro mundo”, transformando algo que antes había sido tratado como tabú y secreto por la sociedad en un objeto de mofa y entretenimiento.
Con el tiempo, estos chistes inocuos en programas de comedia se convirtieron en noticias cada vez más serias tomadas por medios cada vez más importantes. Los informes y reportajes comenzaron a abordar lo paranormal con una mezcla de curiosidad y morbo, hasta que finalmente la sociedad se vio forzada a aceptar las nuevas reglas de juego impuestas por los poderosos de turno que estaban en control de la “democracia”.
En esta nueva realidad, lo “paranormal” debía convertirse en lo “normal”. Ya no podía ser aceptado que el “otro mundo” fuera un tabú, algo impuro y peligroso para la humanidad. Ahora, el otro mundo se presentaba ante la vista del público como una “experiencia”, excitante y llena de infinitas posibilidades. En esta segunda fase del plan de los poderosos, cualquier periodista, comediante, actor o difusor de información que mantuviera la antigua mentalidad era incluido en la infame “lista negra” de los censurados, condenados a desaparecer de la opinión pública. Para hacer menos obvia la obviedad, se procedió a tapar el sol con el dedo y se atribuyó la censura a las masas. Así, se reformuló la vieja y cargada palabra “censurado”, con todas sus connotaciones negativas, en la más moderna y amigable palabra “cancelado”. De este modo funcionaba la “democracia”: te borraba de la esencia, pero no de la existencia. En contraste con la dictadura, que era eficaz en hacerte desaparecer de la existencia, pero no de la esencia.
Gómez observó todo esto con una mezcla de incredulidad y resignación. De niño, había escuchado a su padre, un hombre de principios férreos y una profunda educación conservadora, insultar a los comediantes que hacían bromas sobre el otro mundo. Para su padre, estas bromas eran una falta de respeto hacia algo que él sabía que era real y peligroso. Su padre tenía motivos de sobra para estar enojado: muchos de sus amigos murieron para proteger a la humanidad del otro mundo, no para fusionarnos con él, invitando a lo paranormal a entrar a nuestro mundo. Ya más tarde, la vida le daría nuevamente la razón, cuando su esposa desapareció en cumplimiento de sus funciones. Tras esa fatalidad, la actitud conservadora de su padre se transformó de una manifestación de respeto instintivo y temor genuino hacia lo desconocido a un recordatorio a aquellos que habían muerto manteniendo el “orden” de nuestro mundo.
Por todo esto y mucho más es que Gómez no tenía dudas de que la transformación de lo paranormal en algo trivial y entretenido no fue un fenómeno espontáneo. Ni mucho menos casual. Fue un proceso meticulosamente orquestado por aquellos que se prostituían por el poder. A medida que los medios de comunicación difundían “El Mensaje”, la percepción pública hacia el otro mundo cambió drásticamente. “Ellos” lograron su objetivo. La percepción de lo paranormal pasó de ser una amenaza oscura y seria a convertirse en una serie de espectáculos espectaculares destinados a captar la atención del público, excitando a los adultos y entreteniendo a los jóvenes.
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Continuemos con el análisis, “Por la plata baila el mono” es el dogma que explica los motivos - Hoy en día, los jóvenes reclutas de la fundación se inscriben con un entusiasmo desbordante, listos para “explorar” el otro mundo como si se tratara de una aventura emocionante, casi como un parque de diversiones. Para ellos, las experiencias paranormales no son más que algo fascinante y entretenido, una puerta a lo desconocido que les brinda historias emocionantes y la oportunidad de superar desafíos, como si domar lo incontrolable fuese un juego. Esta actitud despreocupada chocaba directamente con la visión de veteranos como el agente Gómez, quienes habían aprendido a respetar y temer lo que no podían comprender del todo. Para él, lo paranormal no era una curiosidad, sino una fuerza peligrosa y caprichosa. Pero esta nueva mentalidad era perfectamente funcional al “sistema”. Los exploradores del otro mundo nunca habían sido tan abundantes como lo eran ahora. Jamás hubo tanta gente dispuesta a “disfrutar” de ese abismo entre realidades. Gómez lo sabía, y con solo mirar los ojos de esos reclutas ansiosos lo comprendía: la banalización del peligro estaba aquí para quedarse. Su padre, como siempre, había tenido razón.
Pero no todos pensaban cómo Gomez. Él era un dinosaurio en una fundación que estaba cambiando rápidamente, un vestigio de un pasado donde el respeto por lo paranormal aún tenía un lugar central en la práctica profesional. Pero los medios de comunicación y la gente de poder estaban interesados en forjar una nueva narrativa, en la que el otro mundo se convertía en una fuente de riquezas más que en una realidad aterradora. La fundación siempre fue un producto de la sociedad humana y como reflejo de esta tendencia social, se había transformado en una institución que valoraba la “exploración” y la “aventura” sobre el “cuidado” y la “protección”.
En la época de su padre, un sujeto como Thomas Smith nunca habría llegado al laboratorio 32 como condenado a muerte, dado que un colegio nunca habría estado tan desprotegido, ni una advertencia hubiera sido tan ninguneada por la policía. La idea de un “evento paranormal de bajo peligro y alta frecuencia” era impensable en aquellos tiempos. Tal percepción de la realidad era una tontería, un concepto que ni siquiera podía ser aceptado por los dinosaurios como Gómez. Pero los dinosaurios eran dinosaurios porque se estaban extinguiendo. Cada vez quedaban menos “inadaptados” en la fundación, esos cobardes que aún veían el otro mundo con temor. La tendencia era irreversible, y Gómez lo sabía. No importaba cuánto lucharan los veteranos por mantener viva la antigua mentalidad, tarde o temprano no quedaría ni un solo baluarte de lo que alguna vez habían sido los verdaderos protectores de la humanidad. Sin embargo, la humanidad no se detendría. Siempre habría una renovación, un nuevo público que seguiría adelante. Los nuevos actores que tomarían el relevo no serían guardianes ni defensores como lo habían sido antes, sino los “exploradores” del futuro, aquellos que verían el otro mundo como un campo sin dueño, un nuevo territorio por conquistar en nombre de la humanidad.
Gómez estaba al tanto de que su visión del mundo estaba en franca oposición a esta nueva mentalidad. Y decirla públicamente traería problemas a su vida, problemas que antes eran económicos, pero que a estas alturas podrían terminar siendo legales. La actitud despreocupada y emocionante de los jóvenes reclutas le resultaba perturbadora, como si hubieran perdido de vista la verdadera naturaleza de lo que estaban tratando. Pero que los dinosaurios hablarán con sinceridad era un problema para los poderosos, por tanto, era un problema de verdad. Uno muy serio, uno que no podía ser ignorado.
Durante la dictadura nadie se tomaba a la ligera este trabajo.
Durante “el destape” los veteranos solían dar la bienvenida a los nuevos reclutas con una cachetada que los mandaba directamente al hospital ante la primera idea de tomarse el otro mundo a la ligera. Muchas vidas fueron salvadas por esa cachetada. El protocolo cambió y se terminó viendo como una salvajada “maltratar”, “abusar”, “golpear”, “violar” a los nuevos reclutas.
Por lo que los veteranos comenzaron a gritar y burlarse de los nuevos reclutas que buscaban ganarse una fortuna con el otro mundo. Algunos reclutas llegaron a comprender por qué se burlaban de ellos por estar tan entusiasmados, otros murieron sin entenderlo. Nuevamente, el protocolo cambió y ya nadie aceptaba escuchar “insultos”, “bromas pesadas”, “maltrato psicológico” entre compañeros de trabajo.
Los dinosaurios volvieron a “civilizarse” y empezaron a advertir a los nuevos reclutas que no debían tratar el otro mundo como un simple parque de diversiones. Aunque pocos prestaron atención a estas advertencias, el método logró salvar las vidas de aquellos reclutas que realmente valían la pena. Actualmente, existen protocolos estrictos que impedían “asustar”, “estresar”, “manipular”, “amenazar”, “insultar”, “angustiar”, “intimidar” a los jóvenes reclutas.
Llegando a estos días, la fundación no dudaba en informar a todos sus miembros que está muy preocupada por el clima laboral en los pisos inferiores y quiere menos “caras tristes” y más “sonrisas” entre el personal del laboratorio.
El cambio nunca es fácil, nunca es rápido. Todos estos protocolos aún siguen siendo debatidos por los dinosaurios más pesados de la fundación. El nuevo método es criticar la “inexperiencia” de los nuevos reclutas en cada uno de los informes como una fachada para decir lo que en realidad opinan: que los jóvenes de estos tiempos ya no tienen la mentalidad para lidiar con el “otro mundo”. No obstante, las manos invisibles volvieron a mover los hilos de la fundación y gran parte de los documentos oficiales están censurados. Cada vez cuesta más informarse si hubo o no hubo fatalidades en una misión. Eso es lo que dicta el nuevo protocolo internacional y la fundación lo sigue a rajatabla. Leer como tus compañeros han muerto en una misión, es demasiado “traumático” para los jóvenes exploradores del “nuevo mundo”.
Sí, “nuevo mundo”.