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Los dos mundos (16)

El holograma cambió de nuevo, mostrando imágenes de la escuela St. Patrick, era el pasillo que daba al aula de arte donde estaban los cuerpos de los estudiantes asesinados por Thomas Smith. Ante la presencia de cadáveres tan jóvenes, la habitación se sumió en un silencio pesado.

—Thomas Smith no tenía control absoluto de sus actos durante el incidente. La sombra intentaba escapar, pero no podía. Se dio cuenta de que no podía controlar a los adultos con la misma libertad que sus compañeras controlaban a los niños. No podía abrir una puerta al “otro mundo” usando su cuerpo. Quiso escapar del cuerpo de Thomas al descubrirlo, pero se dio cuenta de que la escuela ya no era segura para nadie y que todos los niños estaban siendo usados por sus compañeras. En su desesperación, comenzó a influenciar a su huésped sutilmente. No podía darle grandes órdenes, así que hizo un esfuerzo para esconderlo: actuó con miedo. Para una sombra que no entiende lo que es una amenaza, todo lo desconocido se convierte en una posible fuente de peligro y el subconsciente de Thomas Smith opinaba lo mismo—Marcus habló más rápido ahora, con una intensidad que llenaba cada palabra de una certeza escalofriante— Y así, en su confusión, Thomas mató a esos niños. Para la sombra esos niños eran una amenaza. Evidentemente, la joven criatura no comprende el mundo como nosotros lo hacemos. Hasta una mariposa podía ser un dragón en su imaginación. Por otro lado, Thomas Smith también creía que esos niños eran una posible amenaza, pues no sabía qué monstruos se escondían en sus cuerpos. Al igual que la sombra, él no comprendía lo que realmente estaba sucediendo en la escuela y todo era una amenaza.

Shepherd sintió cómo la presión aumentaba en su pecho. Quería detener a Marcus, pero ahora necesitaba saber adónde quería llegar con todo esto—¡Eso no es posible! —Trató de replicar, aunque incluso ella se daba cuenta de que su voz sonaba menos firme de lo que le habría gustado.

—Todo es posible en estos casos, Shepherd —Replicó Marcus con un tono que bordeaba lo exasperante, como si estuviera explicando algo obvio— Las cámaras no registraron nada fuera de lo común, los testigos no vieron señales claras de posesión. Solo sobrevivió uno de sus alumnos y su testimonio no fue del todo claro. Todo lo que observaron las cámaras y los testigos fue a un hombre asustado, un cobarde desalmado dispuesto a matar a sus alumnos con tal de salir con vida, pero lo que no sabían es que estaban viendo a una sombra que temía por su propia existencia. No era Thomas Smith quien actuaba, sino la sombra dentro de él.

Gómez, que había estado en silencio durante gran parte de la conversación, finalmente habló —¿Y qué tiene que ver todo esto conmigo? —Preguntó, su tono artificialmente desafiante.

Marcus se volvió hacia él con una sonrisa de satisfacción, como si esa fuera la pregunta clave.

—Es simple. Cuando sometiste a Thomas Smith a ese brutal interrogatorio, la sombra dentro de él se despertó de nuevo. Vio lo que consideraba una amenaza inminente: la muerte de su huésped. Y entonces hizo lo único que podía hacer para sobrevivir —Marcus hizo una pausa, observando a Shepherd— Saltó a ti, Gómez. Te influenció para que mataras a Thomas Smith y completaras el ciclo. Pero tú no lo sabes, porque es imposible que lo recuerdes. Desde tu perspectiva, todo se justificaba con una simple defensa propia.

La sala quedó en completo silencio, roto solo por el leve zumbido del cubo negro proyectando datos incomprensibles. Shepherd respiraba profundamente, tratando de procesar la información. Pero Gómez… Gómez estaba paralizado. La confusión y la incredulidad llenaban su rostro, y por primera vez en toda la conversación, no parecía tener una respuesta inmediata. Una actuación perfecta del mejor agente de laboratorio 32.

—Sí, Gómez, eso fue lo que ocurrió —Continuó Marcus, fijando su mirada fría y calculadora en el agente— Como te mencione cuando Thomas Smith fue sometido a ese brutal interrogatorio, la sombra dentro de él despertó. Vio tu presencia como una amenaza inminente, no comprendió que era solo un interrogatorio. Desde su perspectiva, su huésped estaba a punto de morir. Y para sobrevivir, hizo lo único que podía hacer.

Marcus levantó un dedo lentamente, apuntando directamente a Gómez, como si el simple gesto tuviera el poder de desatar una verdad devastadora.

—Saltó a ti, Gómez. La sombra te poseyó, se escondió dentro de ti en el momento en que sentiste esa descarga de adrenalina y furia incontrolable. Y, por supuesto, influyó sutilmente en tus acciones, te llevó a completar lo que para ella era un futuro lógico: la muerte de Thomas Smith.

Los ojos de Gómez se abrieron de par en par. Durante unos segundos, pareció que las palabras de Marcus eran simples tonterías, pero una extraña sensación comenzó a instalarse en su pecho. El recuerdo del interrogatorio. La presión. La ira. El impulso incontenible de actuar con violencia, como si en ese momento no hubiera tenido otra opción.

—Eso es imposible —Murmuró el agente, su voz no tenía la falta de convicción que deseaba transmitir— ¡Yo… no estaba poseído! Lo que ocurrió fue… ¡Fue en defensa propia! Smith estaba actuando raro, estaba haciendo algo… no lo sé, pero no fui influenciado por ninguna sombra —Su mente buscaba explicaciones racionales, pero cuanto más lo pensaba, más se daba cuenta de que algo no cuadraba. Había una sensación de vacío en esos momentos. Fragmentos de memoria que no podía juntar. Esta era una capacidad que solo alguien como el agente Gómez podía tener, literalmente estaba proyectándose a sí mismo en una situación que no había vivido nunca, logrando así una actuación que rozaba lo perfecto.

—¿Estás seguro de eso? —preguntó Marcus, acercándose con una calma calculada— Al igual que Thomas Smith, podrías no saber si estás siendo poseído. Dado que una criatura joven solo podría optar por una posesión crónica, su influencia sería muy sutil, por lo que tus acciones podrían haber sido justificadas mediante una cadena de pensamientos autoinducidos. ¿Comprendes lo que digo? Es imposible que notes algún síntoma…

Marcus esbozó una sonrisa que reflejaba la satisfacción de un depredador acechando a su presa.

—¡Tú, mal nacido, has imitado a la perfección los síntomas de una posesión! La ira incontrolable, la falta de memoria clara, acciones no concordantes con tu modo de actuar y esa reacción estúpida y sobreactuada propia de un novato, pero tú eres un agente veterano. ¿No lo ves, Gómez?

Por primera vez Gómez se quedó aturdido y no estaba actuando. La situación se le había escapado de las manos. Trató de replicar, pero las palabras parecían atascadas en su garganta. ¿Podría ser cierto? Comenzó a dudar de su propia memoria, de sus propios pensamientos. Si Thomas Smith había sido manipulado sin darse cuenta, ¿por qué no él? La posibilidad era aterradora, y la idea de que Marcus tuviera razón hizo que un sudor frío recorriera su espalda. Uno de verdad, ya no había gritos idiotas, ni palabras sin sentido. Su silencio lo delataba, se estaba tomando el asunto seriamente.

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Shepherd también empezaba a inquietarse. Aunque no estaba convencida de la teoría de Marcus, no podía negar que sus argumentos tenían una lógica interna sólida. Lo más preocupante era que empezaba a notar que Gómez estaba cediendo a las palabras de Marcus.

—¿Lo ves? —Marcus repitió, acercándose aún más a Gómez, su tono cada vez más intenso— Te influenció de la misma manera en que influyó a Thomas. No recordaste nada extraño después de matar a Smith, ¿verdad? Para ti fue como si simplemente te hubieras defendido. Pero, ¿y si fue algo más? ¿Y si la sombra dentro de ti te llevó a hacerlo?

Gómez mantuvo su silencio, pero su incredulidad se mezclaba con un creciente terror que se reflejaba en el leve temblor de sus labios. Los recuerdos del interrogatorio regresaban con una claridad escalofriante, cada movimiento grabado con la precisión quirúrgica de un relojero desmantelando un mecanismo frágil. No había margen para el error, ni una pizca de vacilación. Recordaba la sensación de su vieja y confiable vara de interrogatorios impactando en el cráneo de Thomas Smith, los golpes cuidadosamente calculados, siempre directos, buscando ese punto preciso donde la estructura del cerebro se derrumba. Destruir el conocimiento. Erradicar la amenaza que Smith representaba. No dejar prueba alguna.

Era el mejor agente del laboratorio 32. El único que podía ejecutar una misión tan arriesgada como el asesinato de un hombre bajo la atenta mirada de todos en una institución tan bien vigilada. El único que podía hacerlo de tal manera que nadie, ni siquiera sus superiores, sospecharan que algo mucho más profundo se estaba gestando detrás de este asesinato. Justo cuando el sujeto buscará hablar de lo que no debía hablarse, la “orden” se ejecutaría. Gómez era El Agente. El asesino perfecto. Siempre había creído que esa fría eficiencia era lo que lo hacía destacar, lo que lo ponía por encima del resto. Sin embargo, en ese mismo momento, con la voz de Marcus retumbando en sus oídos, se dio cuenta de que ese brillo también lo exponía. Lo había puesto en la mira de fuerzas que iban más allá de lo que la fundación podía controlar, y quizás, más allá de lo que la humanidad comprendía. Cada detalle encajaba de manera aterradora. Él quería que Thomas Smith muriera. Siempre había querido eliminar esa amenaza. Desde el primer momento que escuchó lo que no debía ser escuchado, su instinto le había dictado lo que tenía que hacer. ¿Pero era su instinto realmente suyo? Él había justificado cada acción, convencido de que era por el bien del laboratorio, por el bien de la seguridad de su “familia”. Pero ahora, bajo la implacable lógica de Marcus, una duda inquietante se filtraba en sus pensamientos. ¿Había actuado realmente por voluntad propia? ¿O había sido manipulado, usado como un simple peón en un juego más grande, uno que ni siquiera entendía? El interrogatorio no había sido una simple misión. Había sido una trampa. Y él había caído en ella. ¿Pero quién había tendido esa trampa? ¿Y para qué? Matar a Thomas Smith no requería de tanta complejidad. Si todo se reducía a eliminar a un hombre, había mil y una maneras más simples de hacerlo. Si la clave era silenciarlo, bastaba con un disparo rápido en la oscuridad. Entonces, ¿por qué armar todo este circo? La situación era mucho más intrincada de lo que parecía a simple vista. Había algo más, algo oculto tras la muerte de Thomas Smith, algo que lo superaba, una verdad que no lograba alcanzar en ese momento, pero cuya sombra sentía cada vez más cerca.

No cabía duda alguna: “Ellos” querían muerto a Thomas Smith. Pero no era simplemente la muerte lo que buscaban, era más complicado. “Ellos” desconocían quién era realmente Thomas Smith. Sabían que era un profesor, alguien relacionado con Oliver Murphy. Pero la lista de personas asociadas a Murphy era larga, seguramente incluía no solo a Smith, sino también a colegas, estudiantes, amigos, familia ¿Podrían matarlos a todos? Por supuesto, los recursos no faltaban. El verdadero problema radicaba en hacerlo sin levantar sospechas. Ningún rastro debía conectar la muerte de Thomas Smith con Oliver Murphy, porque si eso sucedía, si alguien lograba unir esos puntos, se abriría un camino directo hacia la verdad… hacia El Observador.

Y allí estaba la pieza clave: El Agente Gómez. Él, el mejor agente del laboratorio, el único con la capacidad de atar todos esos cabos sueltos. Solo alguien con su ingenio podía ver más allá de las apariencias, seguir el rastro invisible hasta el corazón del enigma. Thomas Smith no solo tenía que morir. Cada rastro de su muerte debía desaparecer, al punto de que su conexión con Oliver Murphy se borrara completamente del mapa. Y para llevar a cabo esa monumental tarea, “Ellos” habían elegido a Gómez. Lo habían mandado a ser “poseído”, en el sentido más literal y espeluznante de la palabra, para que él, sin saberlo, cumpliera con esa misión. Era la coartada que “Ellos” habían establecido.

Todo empezaba a tener sentido. El examen J74 no solo servía para detectar una posible posesión, era una herramienta diseñada para asegurarse de que nadie pudiera investigar la muerte de Thomas Smith. Al vender la realidad de una posesión, eliminaban la necesidad de buscar más respuestas. Todo quedaba perfectamente cerrado, o al menos, una parte del enigma comenzaba a resolverse. Gómez no podía negar lo que estaba sintiendo. El peso de la “verdad” caía sobre sus hombros. Cada palabra de Marcus parecía revelar capas que hasta ese momento habían estado ocultas. No podía dejar de pensar en lo que había hecho, en cómo, a pesar de creer que todo había sido bajo su propio control, había estado movido por hilos invisibles. La muerte de Thomas Smith no había sido una simple ejecución, había sido el desenlace de un plan mucho más profundo, y él, sin saberlo, había sido el ejecutor ideal.

Notando el estado anormal del agente, Marcus lo miró fijamente, saboreando su triunfo:

—Gómez, no tienes idea de lo que has estado haciendo. Pero no te preocupes. Vamos a hacer el examen J74 para confirmarlo. Y, cuando lo hagamos, entenderás que nada de lo que creías era real. Las criaturas del otro mundo son más astutas de lo que imaginamos.

Mientras Marcus hablaba, el cubo comenzó a emitir una tenue luz rojiza. Shepherd, que hasta ese momento había intentado mantener el control de la situación, no pudo evitar sentir cómo el nerviosismo se apoderaba de ella.

—Marcus, ¿qué demonios estás haciendo? —Preguntó, su voz ahora más tensa.

—Activando el protocolo de emergencia —Respondió Marcus, sin apartar la vista del cubo— Si hay sospechas de posesión, es obligatorio tomar medidas inmediatas. La seguridad debe venir por Gómez.

Luego, Marcus se dirigió al cubo negro y habló con tono firme:

—A todas las unidades de seguridad, este es el científico Marcus del sector de investigaciones especiales. Solicitó una intervención de emergencia en la sala de reuniones Z-13. Un J74 debe ser llevado a cabo inmediatamente sobre el agente Gómez. Repito, se sospecha de una posible posesión. Procedan con el protocolo de emergencia.

—¿Estás diciendo que Gómez en verdad está poseído? —Preguntó Shepherd, su voz apenas un susurro mientras miraba a Gómez con creciente temor. Evidente tenía miedo de “contagiarse” la posesión.

—Es muy posible, considerando su historial perfecto y su reacción durante el caso de Thomas Smith —Repitió Marcus, con voz fría y calculadora, mientras apagaba el “cubo negro” que había servido como interfaz de su análisis. Guardó el dispositivo con una calma escalofriante.

Shepherd dejó escapar un suspiro de frustración —Eso es ridículo —Murmuró, sus ojos moviéndose rápidamente entre Marcus y Gómez, intentando hallar algo que justificara la situación. —¿Realmente crees que Gómez ha sido poseído? ¡Es un agente veterano, por dios!

Marcus no mostró emoción alguna. Ni un parpadeo, ni una duda —Eso es lo preocupante… —Sentenció, su tono sombrío llenando el vacío entre ellos como una verdad incómoda.

El silencio que siguió fue denso y pesado. Shepherd tragó saliva, tratando de controlar el temblor en sus manos. Había trabajado con Gómez durante años, conocía su precisión, su frialdad bajo presión. Pero ahora, mientras miraba al agente, su expresión de incredulidad lo sacudía. ¿Había algo detrás de esos ojos celestes que ella nunca había notado?