Dante durmió con tranquilidad, dejando que los sueños tranquilizaran su conciencia.
En sus sueños, Dante se encontraba caminando un camino de piedra como el que había en su estancia. Pero alrededor del camino no había pasto y animales rurales, sino que en los alrededores del camino podía encontrarse árboles y arbustos, por lo cual Dante sentía como si estuviera caminando por el medio del bosque.
Por el cielo estrellado y la hermosa luna en el firmamento parecía ser de noche.
Pero la oscuridad de la noche no molestaba a Dante, sino que lo llenaba de paz. El anciano portaba una vieja lámpara de aceite que servía para iluminar el camino de piedras mientras avanzaba por el camino sin rumbo aparente.
De vez en cuando unos búhos miraban desde los árboles y unas luciérnagas se cruzaban en el camino de Dante, dándole un toque más natural al camino de piedras.
Luego de caminar un rato por el sendero, Dante pudo ver que en la distancia se encontraba un puente de madera que cruzaba un lago hasta llegar a una isla en el medio del lago.
Sin apuro y con toda la calma que uno solo podía tener en los sueños, Dante caminó hasta el puente de madera y observó como las estrellas eran reflejadas en la tranquila agua del lago.
Dante vio que parte del puente estaba hundida en el agua, por lo que el anciano tendría que mojarse sus pies descalzos si quisiera avanzar por el puente. Pero eso poco le importaba a Dante que en estos momentos tenía una gran curiosidad de ver que había en la isla en el medio del lago.
Dante dio unos pasos en el puente y dejó que el agua lo mojara hasta los tobillos. El agua se sentía fría y refrescante luego de esta larga caminata por el bosque.
Con pasos lentos, el viejo caminó por el puente admirando la belleza del agua que lo rodeaba. El lago era realmente hermoso y de vez en cuando el anciano pudo apreciar algunos peces coloridos comiendo las algas que crecían por los costados del puente.
Al cruzar el puente, Dante notó que la isla en el medio del lago parecía un pantano y el piso estaba lleno de barro y charcos de agua. Una gran cantidad de arbustos y árboles ocultaban la mayor parte de la isla, no obstante, el camino de piedras podía distinguirse en el suelo del pantano.
Dante caminó con calma por el camino de piedras, mientras escuchaba como el croar de las ranas y los grillos cantando en el pantano envolvían sus oídos.
Luego de un rato caminando, el anciano pudo distinguir que al final del camino de piedras se encontraba una cabaña de madera iluminada por antorchas.
La cabaña no era muy grande y a lo mucho tendría sólo tres habitaciones; no obstante estaba rodeada de arbustos con flores coloridas y exóticas, lo cual le daba a la cabaña cierto aspecto mágico.
El anciano caminó con lentitud hacia la cabaña para satisfacer su curiosidad y descubrir qué misterio ocultaba el interior de la cabaña en el medio del pantano. Cuando sus pies descalzos tocaron los tablones de madera de la escalera de la cabaña, Dante pudo escuchar ruidos proviniendo de la cabaña, por lo que parecería haber alguien trabajando en el interior.
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Lamentablemente, no había ninguna ventana que diera al interior de la casa a simple vista y Dante se negaba a rodear toda la cabaña para ver si podía vislumbrar a la fuente del ruido. Por lo que el anciano decidió abrir la puerta de la cabaña y ver con quien se encontraba en sus sueños.
El interior de la cabaña estaba lleno de juguetes, todos los rincones tenían juguetes y cada pared de la habitación estaba llena de estantes de madera para poder colocar más juguetes. Había juguetes de diferentes tipos: muñecas, soldaditos, pelotas, juegos de mesa, bloques de construcción y hasta las lámparas de aceite que iluminaban la habitación parecían ser juguetes.
Dante miró con asombro la pintoresca escena colorida brindada por los juguetes en la habitación. El viejo quiso tocar un juguete, pero el ruido de alguien trabajando tras una puerta de madera en la habitación lo interrumpió.
Con cuidado de no pisar los juguetes desparramados por el suelo, Dante caminó hacia la puerta y la abrió para encontrarse al hombre que trabajaba de noche.
El interior de esta habitación se encontraba repleto de cajones de madera: todas sus paredes eran cajones; los techos parecían tener unas manijas y los pisos también tenían manijas por todos lados, por lo que también parecían estar hechos de cajones.
Colocada sobre una de las paredes de cajones de la habitación, había una mesa muy amplia llena de partes de juguetes, diversos instrumentos y máquinas para armar juguetes.
Trabajando en dicha mesa se encontraba un hombre bastante alto vestido con una túnica blanca hecha harapos, el hombre parecía estar trabajando con mucha dedicación mientras armaba los juguetes. No obstante, el hombre no parecía un ser humano: ya que la criatura tenía 6 brazos muy largos que contaban con varias articulaciones.
El hombre usaba sus 6 brazos con destreza para buscar diferentes herramientas y partes de juguetes en los cajones que se encontraban colocados por la habitación y parecía estar tan dedicado a terminar su trabajo que ignoraba la presencia de Dante.
No obstante, cuando Dante quiso cerrar la puerta buscando que la extraña criatura no notara su presencia, la criatura, sin dejar de trabajar, preguntó con felicidad:
—Que raro es ver a un ser humano venir hasta mi casa por su cuenta. ¿Acaso tienes el deseo de convertirte en un juguete?
Al decir esas palabras, el cuello del juguetero comenzó a girar, mostrando que el rostro de la criatura se encontraba oculto tras una máscara blanca sin rasgos faciales, además de una sonrisa negra y sin dientes.
El juguetero miró con cuidado a Dante y la sonrisa de su máscara se convirtió en una cara triste. Mientras continuaba trabajando sin mirar la mesa, el juguetero pregunto con sospecha:
—¿Te perdiste, observador? ¿O acaso te obsesionaste con una de mis creaciones? Es raro ver a los observadores caminando por un piso sin humanos en busca de obsesiones; espero que no acabes de perder tus recuerdos. Sería incómodo hablar con alguien que no sabe su nombre.
Dante por las dudas miró de forma aturdida a la criatura, luego miró su anciano cuerpo y las ropas del manicomio que llevaba puesta. Entendiendo que esto era un sueño algo extraño, el viejo comentó con calma:
—No me transforme en mí yo joven y no cruce la puerta, por tanto, no debería estar en el otro mundo. No obstante, este sueño ciertamente es bastante real: ¿Estás atacándome mientras duermo?
El juguetero lo miró de arriba abajo y dos manchas rojas aparecieron donde debería estar sus mejillas. Acto seguido, con algo de vergüenza, el juguetero comentó:
—Vaya, qué incomodidad...
Al notar que la criatura cortó su frase por la mitad, Dante quiso animarla a que continuara hablando, pero no fue necesario, ya que la criatura volvió a hablar luego de mantener un silencio incómodo por unos minutos.
—Supongo que tengo que ser yo el que te informe la mala noticia...—Comentó el juguetero con bastante vergüenza—Siento notificarte la desgracia, pero estás muerto...