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El Observador (7)

Con el ceño fruncido y los ojos llenos de convicción, Gómez se inclinó hacia adelante, plantando ambos codos sobre la mesa mientras su mirada se clavaba en la de Mendelson. No era simplemente la rabia lo que lo movía, sino una profunda creencia que había sido parte de su vida desde el primer día que entró en la fundación.

—Escucha bien, Mendelson: ¡La fundación nunca será una corporación! —Dijo Gómez, su voz firme y cargada de determinación—No hemos sobrevivido hasta ahora enfrentando lo desconocido simplemente porque somos los reclutas que seguimos el protocolo. ¡Eso es mierda burocrática! Lo que hace que la fundación sea lo que es hoy en día, lo que nos ha permitido vencer a lo paranormal hasta estos tiempos, es que nuestra causa está arraigada en algo más grande. Nuestra lucha es por el honor, es por la gloria, es por algo que trasciende cualquier tipo de motivación superficial. No estamos aquí por el dinero ni por el poder. Eso no debería ser lo que impulse a ningún miembro de esta fundación. Ni mucho menos lo que impulse a la fundación misma.

Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en el aire antes de continuar, su tono cada vez más intenso.

—Nosotros no le vendimos nuestro tiempo a la fundación a cambio de idioteces. Le entregamos nuestro espíritu, nuestra sangre y nuestra vida porque creemos en lo que hacemos en este laboratorio. Esto es más que un trabajo. Se trata de algo sagrado, algo que no puedes medir en términos de beneficio corporativo o indicadores burocráticos. Aquí uno dona su trabajo, su tiempo y su vida. Porque enfrentamos cosas que ningún otro ser humano debería enfrentar, y lo hacemos no por dinero, sino porque es lo correcto, porque es una causa por la que vale la pena morir.

Sus palabras resonaban en la oficina, como si el eco de su fervor rebotara en las paredes.

—Los que vienen aquí buscando poder, prestigio o una oportunidad para cumplir sus fantasías no deberían tener un lugar entre nosotros. ¡Esto no es un juego! Es una batalla continua, una lucha que pocos entienden, pero que todos deberían respetar. Y cualquiera que olvide eso, cualquiera que piense que puede tratar lo paranormal como una simple mercancía o una forma de entretenimiento, está condenando al olvido la misión misma que dio origen a la fundación.

Gómez se recostó en su silla, su pecho subiendo y bajando de manera pesada, agotado por la intensidad de sus propias palabras. Sabía que su visión del mundo estaba en peligro de extinción, pero también sabía que alguien tenía que defenderla, aunque fuera hasta el último aliento.

—La fundación no es lo que es por haber sido rentable en el pasado —Concluyó Gómez, su tono más calmado, pero no menos firme— Es lo que es por aquellos que la han defendido, por esas personas que creían que había algo más grande en juego. Algo por lo que valía la pena luchar, incluso si eso significaba sacrificarlo todo.

Silarus flotaba en silencio, su mirada fija en Gómez. Parecía entender, en algún nivel profundo, la frustración del agente, pero también estaba ajeno a la complejidad de los problemas humanos. Para él, este mundo no era más que una curiosidad. Pero para Gómez ese discurso era su vida.

—Comprendo y valoro tus ideales, Gómez —Dijo Mendelson, su tono más suave y político— Pero los jóvenes de hoy no están dispuestos a sacrificarse por una causa mayor, sí lo están por sus propios sueños. Y la fundación les ofrece una plataforma para cumplir esos sueños. Si bien no somos la misma organización que alguna vez fuimos, darle a la juventud las herramientas para cumplir sus sueños es una causa muy noble. Eso es algo que tienes que aceptar, Gómez.

Gómez se quedó en silencio, su mirada fija en Silarus. Por primera vez en su vida, se sintió realmente perdido, como si el mundo que había conocido y defendido durante tantos años ya no tuviera un lugar para él. Se reclinó en el sillón, cruzando los brazos sobre su pecho mientras sentía cómo el calor subía por su cuello. Quería replicar, gritar, decirle a Mendelson que se equivocaba, que las amenazas eran reales, que el peligro no se detenía por un marco legal o por la opinión pública. Pero algo dentro de él lo frenó. Una parte de él, por más pequeña que fuera, sabía que Mendelson tenía algo de razón. Y eso era lo que más dolía.

Mendelson hizo una pausa, inclinándose ligeramente hacia atrás en su silla y exhalando, como si tratara de aligerar la tensión que había crecido en la sala. Sabía que esta discusión se estaba tornando en una batalla contra los ideales Gómez, una lucha de principios que no se iba a ganar de ninguna forma. Pero había algo que sí podía usar para hacer entrar al agente en razón: el frío y crudo argumento del dinero.

—Y ni hablemos de los presupuestos… —Recordó Mendelson con un tono más relajado, casi como si intentara desviar la conversación hacia un territorio menos emocional— Mira, no quiero que pienses que esto es algo personal, Gómez. De verdad, no lo es —Entrelazó los dedos frente a él, adoptando una postura más conciliadora— Como te dije, la fundación ha cambiado. Nuestro enfoque ya no es tanto la lucha como lo era antes. Ahora nos centramos en la investigación, en la exploración, en desentrañar los misterios de lo paranormal, no en eliminar amenazas de manera directa.

Hizo una breve pausa, observando cuidadosamente las reacciones de Gómez, tratando de medir cómo sus palabras afectaban al agente.

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—Eso significa que nuestra área de trabajo ha perdido una porción considerable de su presupuesto. Y eso, lamentablemente, me lleva a decisiones difíciles. El coste de mantener agentes veteranos como tú es francamente algo que ya no puedo justificar en estos tiempos. No es que no te quiera en el equipo, Gómez. Tú has sido una parte invaluable de este lugar durante muchos años y eres un grandioso agente.

—Pero el problema está en que el costo de mantenerte es insostenible —Continuó Mendelson, inclinándose ligeramente hacia adelante, como si tratara de transmitir una especie de empatía forzada— Suspenderte no fue una decisión fácil. Pero fue una medida necesaria para mejorar los recursos que tengo a mi disposición para los nuevos agentes. Fue un sacrificio difícil, te lo aseguro, pero absolutamente necesario para proteger el futuro de esos jóvenes.

Mendelson hizo una pausa más larga esta vez, como si buscara validar sus palabras a través del silencio. Parecía querer transmitir que había sufrido por tomar esa decisión, aunque su expresión, calculada y fría, no reflejaba el más mínimo atisbo de verdadera incomodidad. Arthur Mendelson era un agente veterano y también un excelente mentiroso. Gómez lo sabía, pero prefería aceptar esta mentira y no vivir con el sentimiento de ser apuñalado por un “hermano” de sangre y guerra.

—Entiendo lo que este lugar representa para ti y valoro lo que has hecho por nosotros, pero el mundo ha cambiado…—Continuó Mendelson, buscando neutralizar la confrontación y convertir el asunto en una cuestión de simple pragmatismo— Lo que hicimos en el pasado, los métodos que usábamos funcionaron, claro. Pero ya no vivimos en ese tiempo. Los nuevos agentes vienen mejor preparados, más alineados con lo que la fundación necesita ahora. Y sí, es cierto, no tienen la experiencia que tú tienes, pero ya no operamos como antes.

Mendelson se recostó, como si quisiera que Gómez absorbiera la verdad cruda detrás de su discurso. Sabía que no había una forma fácil de decir lo que tenía que decir, pero al menos podía intentar presentarlo de manera racional, casi como un mal necesario.

—El enfoque de la fundación ya no es solo detener lo paranormal, sino entenderlo, integrarlo en el tejido de la sociedad. Ya no estamos solos en esto, Gómez. Ahora el gobierno, las organizaciones privadas, incluso corporaciones multinacionales, están metidas en la misma lucha. No necesitamos ser los mejores o los más eficientes en cada área porque ahora hay colaboración mutua. Lo que no cubrimos nosotros, lo cubren ellos. Lo que importa es que todos, desde los agentes hasta los que financian nuestras operaciones, estén satisfechos con su parte en este ecosistema.

El tono de Mendelson se volvió casi filosófico, como si estuviera compartiendo una nueva visión del mundo, una que claramente no compartía con el viejo sistema del que Gómez provenía.

—Hoy, lo que prima es complacer. Complacer a la élite que financia nuestras investigaciones y de la cual formamos parte, complacer a los trabajadores que sienten que forman parte de algo grande, algo emocionante —Levantó una mano, haciendo un gesto hacia el aire que impidió que Gomez lo interrumpiera— Ya no se trata de sacrificio ni de heroísmo. La gente joven que viene aquí lo hace para cumplir sus sueños, no para entregarse a una causa. No están dispuestos a sacrificarse por una misión, pero sí lo están para alcanzar sus aspiraciones personales. Y eso, Gómez, es algo que los veteranos hemos tenido que aceptar. Por mucho que a nosotros dos no nos agrade este nuevo enfoque, tenemos que hacer lo que la fundación espera de nosotros de la mejor forma que podamos hacerlo.

Mendelson le lanzó una mirada rápida a la mascota antes de volver a enfocarse en Gómez, quien ahora tenía la mandíbula apretada, resistiendo cada palabra que su superior decía. La aceptación de la tragedia, mezclada con la traición, hervía en su interior. Pero Mendelson continuó, impasible, seguro de su razonamiento.

—A largo plazo, seguir operando bajo el viejo paradigma de miedo y sacrificio es el fin de esta fundación, Gómez. Los chicos de hoy ya no van a aceptar eso, no van a trabajar en condiciones que los empujen al borde del suicidio por algo que no les da nada a cambio. Lo que esperan encontrarse en este laboratorio es un lugar de trabajo donde ellos puedan explorar, entender y disfrutar del misterio que rodea lo paranormal. Si para lograr ese clima de trabajo es necesario dejar de lado a los veteranos que ven esto como una guerra, bueno, es el precio a pagar por adaptarse a los nuevos tiempos.

Mendelson bajó el tono de voz, tratando de hacer que sus palabras parecieran más comprensivas, como si estuviera hablando con un viejo amigo en lugar de un subordinado al que estaba “expulsando” del sistema.

—No puedes culpar a estos chicos por querer algo diferente. Ellos son parte de una generación que tiene opciones, muchas más opciones que la que tuvimos tú y yo cuando comenzamos como reclutas en este laboratorio. Si quieren trabajar en lo paranormal tienen ciento de lugares donde elegir. Eso significa que la fundación tiene que competir por su atención.

Mendelson se inclinó hacia adelante ligeramente, buscando transmitir empatía, pero sin perder de vista el punto central.

—Es natural que ante este nuevo paradigma todo el sistema haya cambiado para satisfacer sus caprichos. Era adaptarse al cambio o cerrar todas las instalaciones de la fundación. Ya no estamos en un tiempo donde se pide sacrificio a cambio de gloria. Ahora, se trata de atraer a esos jóvenes brillantes con lo que ellos quieren: oportunidades, satisfacción personal, y, sí, un poco de diversión.

—¿Y qué se supone que haga ahora, Arthur? —Preguntó Gómez, su voz llena de una amargura que ya no se molestaba en ocultar— ¿Me retiro? ¿Me siento a esperar a que los nuevos reclutas se encarguen del trabajo que nosotros comenzamos, aunque sepa que fracasaran miserablemente en el intento?

Mendelson mantuvo su mirada, y aunque su expresión seguía siendo severa, había un rastro de empatía en sus ojos.

—No estoy diciendo que te retires, Gómez. Pero tu suspensión no es solo un castigo, es una oportunidad para que reconsideres tu papel en todo esto. La fundación está cambiando, y tú tienes dos opciones: o te adaptas a ese cambio, o te apartas del camino.