La oscuridad y el silencio absoluto llenaron toda la habitación, nadie quería decir una palabra que lo condenara a convertirse en la siguiente víctima de la mano que salió de la pantalla. Pero antes de que el silencio incómodo se volviera insoportable, el televisor volvió a prenderse iluminando la habitación.
Sin embargo, ya no había estática en el televisor, sino que en la pantalla del televisor aparecían cuatro gatos caricaturescos sentados en un sillón. Los gatos en el sillón se encontraban silbando con felicidad como al comienzo de la cuenta regresiva; no obstante, el gato en el suelo no se veía en ningún lado y el número de la cuenta regresiva tampoco aparecía en la pantalla.
—¿No hay cuenta regresiva y tampoco hay pistas?—comentó uno de los chicos asustado—¡¿Cómo se supone que saldremos sin pistas?!
Pero antes de que alguien pudiera responder al muchacho asustado, uno de los gatos bajó del sillón de un salto y corrió atrás del sillón con mucha emoción. El resto de gatos dejaron de silbar y se dieron la vuelta para ver qué había detrás de su sillón, mientras movían la cola de un lado a otro de forma sincronizada, como si estuvieran felices con lo que veían.
—¿Atrás nuestro hay algo?...—preguntó uno de los chicos en el sillón para dos; el joven estaba demasiado asustado para tener la valentía de darse la vuelta y ver lo que había detrás de su espalda.
—No veo nada, pero creo que tenemos que hacer lo mismo que hacen los gatos—comentó el chico en el sillón para una persona.
Luego de decir esas palabras, el chico saltó con emoción de su sillón, cayó al suelo y sin perder tiempo, corrió atrás de su sillón. Pero el muchacho no encontró nada atrás de su sillón, por lo que se fue corriendo a buscar detrás del sillón de dos personas.
—¡Hay una caja!—gritó con emoción el chico atrás del sillón—En la caja debe estar la pista que buscamos.
Al escuchar a su amigo, los dos chicos se dieron la vuelta y miraron para atrás del sillón como hacían los gatos, mientras que Dante miraba con curiosidad todo lo que estaba ocurriendo.
—¡Trae la caja delante del sillón!—Comentó Dante con emoción; algo emocionado porque el juego de supervivencia propuesto por la habitación se ponía interesante—¡Dentro de la caja debe estar nuestra pista!
El chico con algo de esfuerzo arrastró la caja delante del televisor, con mejor iluminación todos pudieron ver que era una caja de madera bastante grande con una cerradura en la mitad de la caja.
Cuando terminó de arrastrar la caja, el chico alzó la mirada y vio lo que estaba pasando en la pantalla del televisor para ver una forma de abrir la cerradura. Los gatos de caricatura vieron la caja llegar y se juntaron con emoción alrededor de la caja de madera.
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Uno de los gatos trató de abrir la caja, pero no lo logró. No obstante, otro gato pareció recordar algo y busco debajo de la almohada del sillón rojo una llave. El gato colocó la llave en la cerradura de la caja y abrió la caja.
En el interior de la caja se encontraba un gato encadenado de pies y manos; era el mismo gato que había estado en el suelo y no había logrado subirse al sillón antes de que la cuenta regresiva acabase. El gato tenía lágrimas en la cara y un trapo en la boca, por lo que no podía hablar.
—Al parecer esta noche será algo emocionante...—murmuró Dante para sí mismo, mirando la caja de madera en el medio de la habitación.
Uno de los chicos sentado en el sillón para dos personas, puso sus manos debajo del almohadón donde estaba sentado y encontró una llave. El muchacho con las manos temblorosas le entregó la llave a su compañero en el suelo.
El chico en el suelo tomó la llave con desgana y con una corazonada amarga abrió la caja de madera.
En el interior de la caja de madera se encontraba Sofía encadenada de pies y manos. La mujer tenía un trapo puesto en su boca y miraba a los chicos con desesperación en busca de ayuda.
Al ver que el chico estaba por probar si las llaves funcionan también para liberar a Sofía, Dante comentó con calma:
—No es la misma mujer, solo finge serlo para matarnos. La verdadera chica fue arrastrada por la mano...
Sofía miró con aturdimiento a Dante, pero el joven ignoró la mirada y se concentró en la decisión tomada por los otros tres chicos.
—¿Estás seguro?—preguntó el chico con la llave con algo de miedo; si la chica de verdad fuera una bestia, entonces estaba a punto de morir por tratar de ayudarla.
—No tengo dudas—Comentó Dante con calma y una tranquilidad absoluta—Hay que seguir a los gatos y los gatos no están liberando a su compañero. Estamos juntos en este infierno, si la hubieras liberado sin preguntar a los demás, los cuatro hubiéramos muerto...
El joven con la llave en la mano noto que sus compañeros lo miraban con enojo, provocando que el muchacho soltara la llave para liberarse de la presión de la culpa por casi condenarlos a todos.
Acto seguido, los muchachos miraron que hacían los gatos en la caricatura para saber cómo continuar y si liberar o no a Sofía.
Los gatos en la caricatura se acercaron a la caja y la rodearon por todos los costados. Uno de los gatos sé acercó a la tapa de la caja de madera y mostró cómo había un compartimiento oculto en la tapa. Mostrando unos cuantos serruchos y cuchillos de diferentes tipos.
Los gatos se emocionaron y cada uno tomó una de las herramientas cortantes y miraron con burla al gato encadenado en la caja. Acto seguido cada uno eligió una de las patas del gato y comenzaron a cortarlas con el serrucho mientras el gato lloraba y sangraba sangre negra como la tinta.
Cuando lograron desmembrar las cuatro patas del gato. Los gatos metieron la mano dentro de las patas desmembradas y cada uno sacó un frasquito manchado con tinta. En el interior de ese frasco parecía estar la pista para salir con vida de este lugar.
Cuando las caricaturas mostraron el frasco, el televisor se apagó y la lámpara de la habitación volvió a aprenderse.