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26-Los muchachos

—¡¡Corran!!—Gritó Henry con todo su pulmón, mientras corría con desesperación al sillón para dos personas.

Al notar que la mano estaba por volver a formarse, Dante corrió hacia los sillones rojos siguiendo la idea de los muchachos de la habitación. Cuando todos llegaron a los sillones, la mano formada por motas negras y blancas, ya había logrado salir del televisor y se estiraba hacia el sillón para dos personas.

Todos permanecieron en silencio mientras miraban cómo la mano se aproximaba; nadie quería ser el desafortunado que logrará llamar la atención de la mano y se ganara una marca en su cuello con varias ampollas por quemadura.

Pero esta vez la mano no dobló exageradamente para comprobar los sillones de los costados y en su lugar, la mano formada por estática se dirigió con lentitud hacia los sillones para dos personas donde estaba sentado Benjamín.

Al notar que la mano se le acercaba, el cuerpo de Benjamín comenzó a temblar con violencia y sudor frío se resbaló por su pecho. El joven maldecía haberle dicho al oficial su nombre y recién ahora Benjamín pudo comprender el significado de los gatos encerrados en los dibujos.

No obstante, el muchacho no salió corriendo del sillón; ya que este asiento rojo era su última esperanza. Si la mano no atacaba a las personas sentadas, entonces saldría con vida, pero por desgracia la mano avanzaba con lentitud como si buscara torturarlo psicológicamente antes de matarlo y la incertidumbre acerca de su plan estaba carcomiendo la mente de Benjamín.

La mano con lentitud se acercó a los chicos en los sillones, pero esta vez ignoró a Henry y se dirigió directamente a donde estaba Benjamín. Cuando estaba a unos pocos centímetros, la mano se estiró como una serpiente y tomó el cuello de Benjamín.

Una vez la mano lo tomó del cuello, el muchacho comenzó a pelear por liberarse del agarre, pero por mucho que intentara no lo logró. La mano no volvió a empujar al muchacho al sillón y en su lugar lo fue llevando hasta el televisor con lentitud.

Ver a su compañero siendo arrastrado por la mano estática, provocó la desesperación de sus dos compañeros, que no sabían qué hacer. Si los muchachos salían de sus sillones para ayudar, podían morir por no estar en sus sillones y los jóvenes tampoco sabían cómo derrotar a esta mano con certeza.

Estando a unos pocos pasos del televisor, Benjamín entre lágrimas miró de forma suplicante a sus amigos, provocando que la desesperación de sus amigos alcanzará otro nivel. El joven quería gritarles que lo ayudaran, pero por más que intentara solo mugidos salían de su garganta ahorcada.

Al ver a su amigo a punto de morir, William tomó coraje y con un cuchillo en la mano corrió hacia la mano para apuñalarla. Al ver la valentía de su amigo, Henry pudo vencer el temor a lo desconocido que lo estaba paralizando y con un cuchillo en la mano corrió hacia el televisor para romperlo.

William apuñaló y apuñaló la mano, no obstante la mano parecía estar hecha de plástico caliente, por lo que por más que su cuchillo se clavara en la mano que sostenía a su amigo, el agarre de la mano no estaba aflojándose. William noto que la mano estaba ignorando su ataque, por lo que parecía que la mano no podía hacer otra cosa mientras sostenía el cuello de Benjamín.

Mientras William apuñalaba con violencia, Henry logró llegar al televisor, probó apuñalar su pantalla, pero parecía estar hecha de plástico caliente. Al notar que no servía de nada atacar la pantalla, Henry golpeó con su cuchillo la parte de atrás del televisor, al parecer eso si funciono, ya que creo un rasguño en el televisor.

Notando que había esperanza, Henry soltó el cuchillo y en su lugar tomó el televisor del mueble y con violencia lo arrojó a una pared, provocando que el televisor se partiera en mil pedazos. Acto seguido, la mano desapareció y Benjamín cayó al piso.

En silencio, Dante miró con una sonrisa la escena que ocurría delante de sus ojos desde su sillón; el joven se encontraba sorprendido por la valentía de los dos muchachos al arriesgar sus vidas para salvar a su amigo.

Para Dante este tipo de actos heroicos eran los más raros y los más lindos de observar en este terrible sitio. Cada vez que el muchacho veía estos actos de valentía le recordaban lo hermosa que podía ser la humanidad en momentos desesperados.

Sin la luz emitida por el televisor, la habitación se encontraba en completa oscuridad y al parecer nadie quería hablar por el temor que la oscuridad generaba.

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En silencio y con incomodidad, Dante esperó a que las lámparas se encendieran.

El silencio en la habitación estaba siendo anormalmente silencioso, al punto que dante no podía escuchar su propia respiración. Esto estaba provocando que Dante se impacientara por no poder observar, ni escuchar como los héroes festejaban su victoria.

Los minutos pasaron y la oscuridad no había cambiado, justo cuando Dante estaba por probar gritarle algo a los otros muchachos, la lámpara en el techo se prendió y permitió a Dante observar el festejo de los valientes que luchaban en este infierno.

Los tres chicos se encontraban crucificados en una de las paredes amarillas de la habitación. Todos los chicos tenían un clavo en cada una de sus extremidades que los clavaban en la pared y se encontraban desnudos; mostrando los tumores y deformidades que los muchachos escondían debajo de sus ropas.

En la garganta de cada joven se encontraba clavado un clavo que fue el que provocó la muerte de los muchachos. Mientras que en la cabeza de cada chico había un cono de papel con una frace escrita: "Soy un idiota que no sigue las reglas"

—Al menos volvieron a casa...—Murmuró Dante mirando la horripilante escena.

Sin nadie más en la habitación, Dante no sabía muy bien que hacer, no le gustaba jugar estos juegos solo, pero salir de este sitio para ir al manicomio tampoco le era tan atractivo, no porque le desagradara su celda.

Sino más bien porque a Dante le desagradaba su marchito cuerpo: en este lugar él era un joven que podía correr y saltar con alegría, mientras que en el manicomio él sería un viejo que a veces no puede controlar su vejiga.

Pero para Dante había una razón fundamental para no quedarse en este sitio y era que todavía buscaba morir con dignidad e ir al cielo con su esposa; no obstante, Dante tendría que esperar su muerte en el otro mundo para que eso pasara.

Tomando la decisión de probar algunas cosas más por su cuenta antes de irse, Dante decidió caminar hasta el teléfono y marcar el 2332-0110 en lugar del número para llamar a la comisaría que era el 0110-2332.

La razón de la decisión de Dante era porque había un espejo arriba del televisor y no había muchos muebles en la sala, por lo que según la experiencia de Dante: todos los muebles y objetos debían significar algo.

En este caso el espejo podría significar que hay que mirar el número al revés. Otro motivo era porque el número de teléfono escrito de forma al revés era muy similar al original y solo se debía cambiar la posiciones de los 4 números iniciales y finales.

Si bien Dante sabía que era un teléfono, no tenía ninguno en su estancia porque estaba en el medio del campo, por lo cual el joven agradeció haber prestado atención a cómo se marcaba con este teléfono con disco marcador. Luego de que Dante marcará el número y esperara un rato, alguien con una voz infantil lo atendió desde el otro lado:

—Hola, ¿Alguien llamó por este teléfono?

—Hola, pueden ayudarme, estoy atrapado—Comentó Dante, algo aturdido por la voz infantil de la otra persona

—¿Estás atrapado? ¿En qué piso estás? ¡Iremos a ayudarte!—Gritó el niño con una valentía inédita.

—No lo sé...—Comentó Dante—Pero es una habitación que se parece a un living y tiene una puerta similar a la de una caja fuerte.

—¡Estás en una de las habitaciones de la casa de la señora Piernavieja!—Gritó el niño con emoción al descubrir que reconocía el lugar—Iremos en unos minutos a rescatarte: no toques nada, esa casa es peligrosa. ¿Cómo te llamas, humano?

—Dante...—Respondió el joven recordando lo que había ocurrido cuando Benjamín dijo su nombre la última vez.

—¡Solo ayudamos a los humanos extraviados!—Gritó el niño con impaciencia—¡Tú eres un observador, Dante! Únicamente tienes que matarte y volverás al inicio de tu inspección.

—...—Dante no contestó y sé quedó meditando unos segundos las palabras del niño—Soy un humano, niño. Un humano que le gusta observar las extrañezas de este sitio, pero un humano al fin al cabo.

—A mí me parece que eres un lunático que perdió sus recuerdos y vive como un humano—Comentó el niño con tono infantil—Como todos los observadores, pero por algún motivo tú escapas de los pisos humanos...

—Niño, tengo padre, hermanos, hijos, nietos y dentro de poco tendré bisnietos...—Comentó Dante con tono algo cansado por la insistencia del niño—¿Acaso crees que eres el primero en tratar de engañarme? No y lamentablemente tampoco serás la última bestia idiota con la que me cruzo.

—Tú no tienes familia: ¡el humano que devoraste tenía esa vida!—Gritó el niño haciendo un berrinche—¿Por qué piensas que te decimos observador? Porque como un enfermo mental observaste a una persona hasta que te obsesionaste con su vida y se la arrebataste.

—¡Me cansé de esta charla inútil, muchacho!—Gritó Dante con enojo sin darle valor a las palabras que la bestia decía—¿Entonces me vas a ayudar a escapar o no?

—¡No! ¡Te mataría si pudiera!—Gritó el niño con odio—¡Los seres que atacan a los indefensos humanos en sus pisos son los seres más asquerosos de este infierno! ¡Cuando pierdas tú máscara te darás cuenta quien eres y qué tan enfermo estas!

Luego de gritarle, el niño cortó la llamada, dejando a Dante incómodo y con molestia. Sin tener los ánimos para mantenerse en este lugar, Dante tomó su cuchillo y procedió para volver al manicomio.