Gómez se hundió en su silla, incapaz de procesar todo lo que estaba pasando. Sabía que su jefe no le estaba mintiendo, esto no podía ser una grabación hecha por inteligencia artificial, pero también sabía que Jonathan no podía irse de forma tan abrupta. Si hubiera algo más detrás de su muerte, no lo descubriría tan fácilmente.
—Algo no me cuadra... —Dijo Gómez, rompiendo el silencio— Quizás no lo “mataron” de una manera evidente, ni fue afectado por un fenómeno paranormal, pero lo llevaron al límite. Ponte en mi lugar, Arthur. ¿Cómo es posible que salga de la enfermería y me encuentre con esta noticia? Es ridículo. Él no se suicidó, lo mataron.
Mendelson lo observó detenidamente, evaluando cada palabra. Sabía que la opinión de Gómez, el mejor agente del laboratorio 32, no podía tomarse a la ligera.
—Si realmente crees eso, Gómez, vas a necesitar pruebas —Dijo finalmente Mendelson— Pruebas más contundentes que una simple corazonada. Mi opinión es que se mató. Tenía motivos. Dejó grabaciones, hizo un testamento… Nos proporcionó demasiada evidencia de que fue su propia decisión, para que la encontráramos. Evidentemente, él estaba preocupado de que no pudiéramos dormir porque pensáramos que algo o alguien lo mató. Pero con todas estas pruebas a la vista, es difícil creer que alguien haya logrado encubrir su muerte de forma tan impecable solo por unas deudas bancarias.
Gómez apretó los dientes, sabiendo que Mendelson tenía razón. Necesitaba pruebas. Y eso significaba que tendría que ir a preguntarle al resto de los veteranos su opinión del asunto o no encontraría nada.
—Entonces iré a buscarlas —Murmuró, decidido.
Mendelson suspiró profundamente, apoyando las manos sobre el escritorio como si estuviera cargando un peso invisible. Sabía que Gómez tenía motivos de sobra para sentirse inconforme con los resultados de la investigación. Él acababa de despertar y no había visto lo mal que estuvo Jonathan durante toda la última semana, pero si hasta la inteligencia artificial del laboratorio lo había catalogado como posible suicida, era difícil opinar otra cosa sin pruebas.
—Créeme cuando te digo que hicimos todo lo que estaba en nuestras manos —Respondió Mendelson con tono solemne— Jonathan era uno de los nuestros, y si hubiéramos visto alguna señal de algo paranormal, habríamos intervenido. Pero no podemos salvar a alguien que no quiere ser salvado, y eso es lo más difícil de aceptar.
Gómez se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas y cubriéndose el rostro con las manos. La frustración seguía ahí, pero la tristeza comenzaba a apoderarse de todo. Se sentía impotente, incapaz de procesar el hecho de que Jonathan, alguien con quien había compartido tantos momentos, se hubiera ido de esa manera tan abrupta.
Después de un largo silencio, Gómez alzó la vista y preguntó lo que había estado rondando en su cabeza desde que Mendelson mencionó el suicidio.
—¿Qué va a pasar ahora con él? ¿Qué harán con su cuerpo? —La pregunta salió con dificultad, como si hablar de ello hiciera todo más real.
Mendelson lo miró con una mezcla de compasión y gravedad en los ojos; su tono reflejaba la delicadeza con la que estaba a punto de abordar el tema.
—Ya sabes cómo son estas cosas, Gómez. Cuando un agente de la fundación muere en circunstancias como estas, su cuerpo es sometido a un análisis exhaustivo. Se investigó cualquier posible rastro de anomalías, algún indicio de algo paranormal que pudiera haber influido en su decisión. Revisaron todo, desde su estado físico hasta su historial psicológico reciente, y no encontraron nada fuera de lo común —Mendelson hizo una pausa, permitiendo que la información se asentara antes de continuar— Al no haber hallado nada sospechoso, el siguiente paso será el funeral.
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La palabra “funeral” pareció golpear a Gómez como una piedra, y Mendelson lo notó, pero siguió adelante, aunque con más cautela.
—Jonathan firmó un acuerdo hace unos días que estipula que, en caso de fallecimiento, Ortega sería el responsable de organizar su funeral. Sin embargo, cuando intenté obtener más detalles de Ortega sobre el funeral, fue bastante evasivo. Se mostró reacio a darme información, lo cual me resultó extraño.
Gómez frunció el ceño, y Mendelson, previendo su reacción, se inclinó hacia adelante, tratando de aclarar la situación.
—Indagué un poco más, y resulta que Jonathan eligió un tipo de funeral un tanto inusual. Al parecer, se había adherido a una religión o creencia no muy común en estos tiempos, algo que no muchos conocíamos. Ortega está teniendo dificultades para cumplir con todas las exigencias de ese rito. Parece que la logística es complicada, y eso es lo que ha estado causando su incomodidad. Pero… —Mendelson suspiró, como si intentara aliviar la tensión que se había acumulado en la conversación— Ortega se encargará de todo. Cuando tenga todo listo, enviará las invitaciones a los veteranos. Nosotros éramos lo más cercano a una familia para Jonathan, así que seremos los primeros en ser notificados.
Mendelson hizo una pausa y lo miró con una expresión más suave, casi paternal.
—Sé que es mucho para procesar, pero no te preocupes tanto por esas cuestiones. Lo que puedas necesitar saber te llegará a su debido tiempo. Y si tienes preguntas, Ortega tendrá que aclararlas tarde o temprano.
Gómez miró al alienígena flotante, que ahora lo observaba desde la comodidad de su rincón con sus ojos inusuales y brillantes. Una criatura completamente ajena a la tragedia humana que se desplegaba en esa habitación. Se sintió extrañamente identificado con la criatura, atrapado en un mundo que no entendía del todo, observando desde el otro lado mientras todo lo que conocía se desmoronaba.
Mendelson lo observaba en silencio. Sabía que no había nada que pudiera decir para aliviar el dolor que Gómez sentía, pero tampoco era su papel hacerlo. Mendelson no estaba ahí para consolar; estaba ahí para asegurar que las decisiones difíciles se tomaran y que el laboratorio siguiera funcionando. Esa era la realidad de liderar una organización tan oscura y cruel como la fundación.
Finalmente, Gómez se levantó de la silla, sin mirar directamente a Mendelson. Su mente estaba en otro lugar, en todos los recuerdos que tenía de Jonathan, en todas las veces que habían bromeado sobre retirarse de la fundación y empezar una nueva vida lejos de todo lo paranormal. Nunca pensaron que el destino los llevaría a esto.
—Tengo que irme —Dijo Gómez, su voz carente de emoción— Necesito tiempo para procesar todo esto.
Mendelson asintió, levantándose también de su silla.
—Lo entiendo, Gómez. Tómate todo el tiempo que necesites. Sabes que puedes volver si decides quedarte con nosotros, aunque las circunstancias sean complicadas. No hay prisa para tomar una decisión ahora mismo.
Gómez asintió, sin decir nada más. Mientras se dirigía hacia la puerta, Mendelson lo llamó una vez más.
—Gómez… —Dijo, con una leve suavidad en su tono— Te deseo lo mejor. Siempre has sido un buen agente. Si decides no regresar, quiero que sepas que respeto tu decisión y te deseo éxito en lo que sea que decidas hacer a partir de ahora.
Gómez se detuvo por un breve instante en la puerta, pero no se dio la vuelta. Simplemente asintió en silencio y salió de la oficina, dejando atrás el aire pesado de la conversación y todo lo que había perdido en el proceso. Mendelson se quedó observando la puerta cerrarse, volviendo a su escritorio en silencio. Silarus flotaba tranquilamente, ajeno a todo lo que acababa de suceder, mientras la oficina recuperaba su calma.