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Los dos mundos (18)

Los robots que lo escoltaban guiaron al agente hasta el sillón sin pronunciar una palabra. Gómez se recostó obedientemente, y una vez que estuvo acomodado, sintió cómo las esposas magnéticas que le habían estado sujetando sus muñecas se aflojaban, liberándolo. Los robots retiraron las esposas y retrocedieron en perfecta sincronía, abandonando la sala sin hacer ruido. Justo cuando la puerta se cerró detrás de los robots, una figura holográfica apareció de la nada frente a Gómez. Era una caricatura alegre, con un estilo que recordaba a los dibujos animados de los años 60. Se trataba de un pingüino antropomorfo, de cuerpo pequeño y redondeado, vestido con un sombrero de copa que contrastaba con su aire de simplicidad. La criatura tenía unos ojos exageradamente grandes, perfectamente redondeados y llenos de brillo, dándole un aire juguetón y algo infantil. Su pico era pequeño y amarillo, pero flexible, moviéndose al compás de su charla incesante. El toque que lo hacía parecer más caricaturesco era su sonrisa permanente, una curvatura exagerada que se extendía casi de oreja a oreja, casi ridícula para un pingüino. Cada movimiento que hacía era una mezcla de torpeza y exageración, sus aletitas se movían con energía desbordante.

La Prestigiosa Compañía Schmid and Schmitt

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¡Confía en nuestra tecnología! Si no lo puedes ver, nosotros lo atrapamos o lo hacemos explotar Ah, nosotros somos los descendientes de los hermanastros Schmid & Schmitt... si supieras cuántos secretos se han guardado en nuestros sótanos antes del destape. ¡Ah, pero nuestra familia lo sabe todo! ¡Nosotros lo vimos todo! Siglos en la clandestinidad, operando bajo el radar de gobiernos, religiones, y todos esos tontos que se creían los dueños del mundo. ¡Ja! Ellos no sabían nada de lo que realmente habitaba entre las grietas de la realidad. Pero los científicos Schmid & Schmitt, ¡oh, ellos sí! Empezaron en la Alemania industrial, con alquimia y rituales, pero no fue hasta que los otros se hicieron sentir que nuestra familia empezó a tomar en serio el negocio de la ciencia bizarra. Y ahora, con la caída del velo, con el secreto ya revelado, por fin podemos vender nuestra tecnología infernal al público. ¡Sí! Aparatos que te permitirán ver lo que no debería verse, estudiar lo que no debería entenderse, ¡y protegerte de lo que debería haberte matado hace tiempo! Desde trampas dimensionales hasta láseres ectoplásmicos. Lo que Schmid & Schmitt ofrece es lo que ningún otro ha podido crear. Es eficiente, sí, aunque un poco caótico, pero, ¿qué esperas cuando te metes con el otro mundo?

—¡Hola, Alfonso! —Saludó el pingüino con una voz infantil y aguda, casi chirriante, mientras se inclinaba de manera absurdamente exagerada, levantando su pequeño sombrero de copa — ¡Bienvenido al examen J74! Vamos a comenzar con las pruebas de rutina. Por favor, sigue todas las instrucciones con precisión para garantizar la validez del examen. ¡Todo será muy fácil y rápido!

—Llámame Gómez, nadie me llama por mi nombre, no me agrada —Respondió, seco, intentando disimular su irritación. Nunca le había gustado su nombre de nacimiento, y aunque en algún momento había considerado cambiarlo, no tuvo el valor de hacerlo.

El pingüino holográfico abrió los ojos aún más, si es que eso era posible, adoptando una postura dramática mientras llevaba una de sus aletitas a la frente en un gesto que pretendía ser una exagerada disculpa.

—¡Oh, mis más sinceras disculpas, agente Gómez! —Canturreó, girando sobre sus patitas mientras se sacaba su sombrero y lo aplastaba contra su pecho en un acto melodramático— Lamentablemente, no soy parte de la inteligencia artificial del laboratorio 32, por lo que no tengo acceso a tus preferencias ni a tu historial personal. ¡Soy un simple programa diseñado por la prestigiosa compañía Schmid and Schmitt! ¡Ellos me programaron para llevar a cabo este importante examen! —El pingüino hizo una pausa, agitando sus alitas como si tocara un tambor invisible para añadirle dramatismo al momento— Debo informarte que este examen es muy invasivo y que normalmente necesitaría tu consentimiento para proceder… ¡Pero, sorpresa! Estamos en Florida, y me temo que en esta jurisdicción el examen es obligatorio para todos los miembros de personal “de alto riesgo”. ¡Así que, querido amigo, no hay escapatoria!

El pingüino sonrió aún más, como si estuviera disfrutando del ridículo protocolo. Gómez se quedó en silencio por un segundo, tratando de procesar la absurda situación mientras la inquietud le invadía. No era tanto la caricatura parlanchina lo que le molestaba, sino el hecho de lo que el examen podría revelar.

—Sí, eso me temo… —Respondió finalmente, con un tono bajo, sin poder evitar el nerviosismo que crecía en su interior. Sabía que el examen J74 era altamente invasivo, si no se lo hubieran hecho a todos los participantes de la tragedia de la escuela secundaria St Patrick.

El pingüino dio unos pasos ridículamente exagerados hacia un panel holográfico que apareció frente a él y comenzó a teclear con las aletas de manera desproporcionada, haciendo sonidos de teclas que parecían sacados de una vieja película de ciencia ficción.

—¡Muy bien, agente Gómez! —Continuó la caricatura, ahora imitando el tono serio de un presentador de televisión mientras ladeaba la cabeza de forma exagerada— Comenzaremos con las pruebas de rutina. No te preocupes, esto será pan comido para alguien con tú… ¿Cómo lo diría? ¡El último héroe de la humanidad! Seguro ya has pasado por cosas peores —La voz del pingüino se tornó más burlesca, aunque su rostro permanecía en esa sonrisa imperturbable.

Gómez, que ya empezaba a sudar, asintió con desgana mientras el pingüino seguía parloteando con su entusiasmo caricaturesco. Sentía que el tiempo se dilataba mientras el holograma revisaba su historial médico y otros datos personales que se proyectaban en una pantalla flotante.

—¡Ah! —Exclamó el pingüino de repente, con un tono que pretendía sonar sorprendido, aunque era obvio que todo era parte de su programación— Veo aquí que tus últimos resultados mostraron algo interesante. ¡Un poco de estrés elevado! Pero no te preocupes, es normal para alguien en tu posición. ¿Estrés por seguir siendo un alma solitaria en esta época romántica? ¿O tal vez hay algo más? ¿Un novio secreto, un animal exótico que escondes bajo la cama o una encantadora androide que no hemos conocido aún? Vamos, cuéntame, que todo lo que hablemos aquí quedará entre nosotros. ¡Y será borrado al final!

Gómez apretó los dientes. No tenía la menor intención de hablar de su vida personal, y mucho menos con esta máquina. Sin embargo, la insistencia de la IA estaba empujándolo al límite. Con el ceño fruncido, trató de mantenerse calmado.

—Esto es un procedimiento rutinario, ¿verdad? —Preguntó finalmente, con un tono que apenas contenía su irritación— ¿Por qué me preguntas estas estupideces?

El pingüino lo miró con esos ojos brillantes y vacíos de empatía, acercándose ligeramente, como si fuera a contarle el secreto del siglo.

—¡Oh, claro que sí! ¡Completamente rutinario! ¡Estoy obligado a promover un poquito la tasa de natalidad entre humanos! —Su tono se tornó casi conspirativo— ¡Vamos, te aseguro que un par de niños no te matarán! Claro, salvo que seas de esos que se contenta con desquitarse las ganas con una androide de segunda mano… ¡Pero tranquilo, Gómez! No te juzgamos por ser un triste ermitaño en esta época donde las mujeres exóticas y atrevidas sobran a montones—Soltó una carcajada ridícula que retumbó en la sala vacía.

Gómez cerró los ojos por un momento, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no estrangular al pingüino. Todo esto rozaba sus límites. Sin perder más tiempo, decidió acabar con el tormento cuanto antes.

—Vamos, comencemos ya… —Dijo con brusquedad.

El pingüino holográfico dio un par de saltitos hacia adelante, como si fuera la cosa más adorable del mundo, aunque lo único que lograba era aumentar el nivel de irritación de Gómez.

—¡Esa es la actitud! ¡Vamos a ello, agente Gómez! —Exclamó con ese entusiasmo irritante que solo una máquina podría fingir. Y, como si necesitara añadir un toque extra de ridiculez al momento, levantó su pequeña ala y simuló presionar un botón en el aire— ¡Examen J74 en marcha!

Hubo una pausa incómoda mientras el pingüino procesaba algo en su programación antes de lanzar otra indirecta venenosa:

—Por cierto, Gómez, si estás buscando reducir ese estrés acumulado, he oído que en el piso 14 están probando una nueva línea de “compañeras terapéuticas”… Ya sabes, por si te cansas de los juguetes que tienes escondidos en el closet. Dicen por ahí que las nuevas reclutas del área de administración siempre están interesadas en los agentes “formales” como tú, ¿O me estás diciendo que esos músculos solo están para impresionar a los otros agentes?—Añadió con una risita maliciosa.

—Escúchame bien…—Dijo, con la voz controlada, remarcando su tolerancia—Si tu trabajo consiste en fastidiarme hasta el punto de que pierda la paciencia, no lo vas a lograr nunca—Hizo una pausa, clavando los ojos en el rostro sonriente del pingüino, deseando poder borrarle esa sonrisa de una vez por todas— Pero si vuelves a mencionar algo que implique mi vida personal, te juro que voy a demandar estos “graciosos” de la “prestigiosa” compañía Schmid and Schmitt.

—¡Oh, claro, agente Gómez! No hay necesidad de ponerse tan serio. Es todo parte del protocolo de atención psicológica. ¡Tú solo relájate! Además, la bajada de línea viene desde más arriba… muy arriba… directamente del gobierno de Florida… o incluso más arriba… Ya sabes, aumentar la tasa de natalidad y todo eso —Comentó, como si fuera una obviedad, mientras estiraba sus pequeñas alas holográficas en un gesto despreocupado — ¡No te sientas tímido! Es completamente normal. Atiendo a “exploradores” en tu misma situación todo el tiempo. Los chicos de hoy están tan obsesionados con su ganso que no pueden soltarlo ni un minuto. No asumen responsabilidades y, claro, su pobre ganso está cada vez más flaco y desplumado. ¡Ay, ese pobre animalito no ha probado un poco de carne real en su vida! Por eso no te preocupes si sigues siendo de esos a los que les “cuesta” dejar sus juguetitos de la adolescencia. Seguro que con la recluta adecuada hasta tú encuentras la forma de poner “tu granito de arena” en el crecimiento demográfico.

—Mira, te aseguro que…—Trató de responder el agente Gómez con calma.

—¡Oh, agente Gómez! —Exclamó el pingüino, con una risa programada que sonaba como una carcajada de payaso— ¡Siempre tan dramático! Pero, sinceramente, debo agradecerte por algo. Es raro encontrar a un humano con tanta paciencia y modales con los robots. ¿Te los habrá enseñado tu juguetito? … ¿Sabes? En el piso 14 están organizando una fiesta privada lejos de las cámaras del laboratorio. Allí no solo te olvidarás de esos sucios juguetes de segunda mano, sino que también podrías encontrar algo que te haga sentir como un hombre de verdad. ¡El gobierno lo organiza todo! Drogas, alcohol, música, comida… y, por supuesto, las nuevas reclutas. Ellas siempre están buscando algo más que una rutina aburrida en la oficina, y las reglas en ese piso son tan inexistentes como tu habilidad para mantener la compostura.

Gomez apenas tuvo tiempo de procesar lo que el pingüino le estaba diciendo cuando una serie de máquinas comenzaron a emerger de las paredes blancas. Las losas se deslizaron hacia los lados, revelando brazos mecánicos, bandejas metálicas, tubos y una cantidad inquietante de dispositivos médicos. Todo estaba a su disposición, en principio no habría ningún doctor o especialista, el holograma tendría que darle las instrucciones a seguir y controlar que él hiciera bien las cosas.

—¡Se acabó el tiempo pautado para la propaganda estatal! ¡Comencemos con la extracción de sangre! —Gritó el pingüino de forma completamente abrupta, sacudiendo sus pequeñas aletitas como si estuviera a punto de salir a volar. De una pared cercana emergió un dispositivo con la forma de la palma de una mano. El pingüino comenzó a señalar al mismo con entusiasmo desmedido:

— ¡Vamos, Gómez!, coloca tu palma derecha sobre el dispositivo

Gómez obedeció de mala gana, sin apenas pensarlo. Inmediatamente, sintió una serie de pinchazos. Lo habían sedado, así que solo era la molestia de sentir su mano parcialmente dormida siendo toqueteada desde diferentes ángulos. Una barrita indicativa se llenó rápidamente de sangre roja. Mientras tanto, el pingüino aplaudía como un niño emocionado frente a un truco de magia.

—¡Excelente! —Exclamó, dando un salto en el aire como si fuera capaz de volar— ¡Sangre extraída con éxito! Ahora pasamos a la muestra de orina. ¡Por favor, dirígete al dispositivo número dos!

Una pequeña cabina se formó en la pared, iluminada por una luz tenue y azulada, dándole al lugar un aire aún más colorido. Cuando entró a la cabina, Gómez se encontró con algo completamente inesperado. Frente a él, en vez del típico mingitorio para orinar, había un pequeño “tiro al blanco” pintado en la parte trasera de un extraño compartimento de porcelana. Para añadir más rareza, un caballito mecánico como los que se ven en las ferias infantiles se encontraba en la pared, parecía que había que hacer que el caballito ganará la carrera para terminar de dar la muestra. El pingüino apareció a su lado, agitando sus alas emocionado.

—¡Tienes que darle al blanco, amigo! —Chilló con voz aguda— ¡Cada vez que el caballito llegue a la siguiente fase de la carrera sonará una campanita! —El pingüino hizo un gesto exagerado con las alas que dejaba claro lo que quería decir— ¿No es genial? ¡Es como un juego de feria, pero con tu pis!

Gómez se quedó boquiabierto, incapaz de procesar lo que estaba viendo. ¿Un caballito mecánico para mear? Esto tenía que ser una broma de mal gusto. ¿A qué científico loco se le ocurría programar semejante estupidez en un examen médico?

—No tengo tiempo para esto… —Masculló entre dientes, pero el pingüino no lo escuchaba, estaba demasiado ocupado flotando alrededor y dando vueltas como si fuera un fantasma.

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—¡Venga, Gómez! ¡Demuestra tu puntería! —Gritó el pingüino, agitando un banderín que había aparecido entre sus alitas como si estuviera en una competición— ¡Cada vez que aciertes al punto rojo del medio, el caballito correrá más rápido! ¡Esta es la última tecnología en recolección de muestras de orina! ¡La más confiable y moderna tecnología de la prestigiosa compañía Schmid and Schmitt!

El agente miró al caballito, luego al tiro al blanco, y finalmente al pingüino, que le sonreía como un maniático. No tenía más opción que seguir adelante. Se bajó los pantalones con resignación y trató de concentrarse. Justo cuando se disponía a orinar, el caballito comenzó la carrera, y Gómez perdió completamente el control de la situación. El chorrito no dio en el blanco la primera vez, ni la segunda, pero el pingüino no paraba de animarlo.

—¡Vamos, campeón! ¡Solo un poco más de práctica y estarás orinando como un francotirador! —Gritaba, mientras el caballito seguía corriendo y Gómez maldecía para sus adentros. Tras varios intentos fallidos, finalmente logró acertar en el blanco justo cuando el caballito estaba por pasar a la última fase. Sonó una campana y un confeti digital salió disparado desde las paredes.

—¡Sííí! —Chilló el pingüino, batiendo sus alas con entusiasmo exagerado— ¡Has ganado la carrera! ¡La muestra de orina ha sido recolectada exitosamente! —Añadió, como si fuera el mayor logro del día— Ahora pasamos a la siguiente etapa. ¡La recolección de esperma! —Anunció, guiñando un ojo de forma traviesa.

Gómez se quedó congelado. Sabía que esa parte venía, pero después del tiro al blanco con el caballito, no quería imaginar qué clase de aberración había planeado el enfermo que creó este programa para este paso. El pingüino no tardó en aclarar sus dudas.

—¡Vaya, vaya! —Canturreó el pingüino, moviendo sus caderas con una gracia extraña para un personaje tan redondeado— Para esta parte, la prestigiosa compañía Schmid and Schmitt ha diseñado algo muy especial. Te presento al “Venerado Maestro”, un dispositivo único en su especie —El pingüino agitó sus aletas y de la pared emergió una máquina que parecía una mezcla entre una consola de videojuegos y un juguete sexual del futuro.

Gómez sintió que la sangre se le iba a la cabeza. El pingüino, con su sonrisa demente, no paraba de darle explicaciones técnicas que a él le importaban un carajo. Lo único que podía ver era el aparato delante de él, que tenía luces de neón parpadeando, vibraba, chorreaba lubricante y emitía un suave zumbido que hacía que toda la situación fuera aún más incómoda.

—Solo tienes que insertar al pequeño Alfonso por aquí —Dijo el pingüino, señalando un agujero que se abría como una flor mecánica—, y el dispositivo hará todo el trabajo por ti. ¡Es como un masajeador de última tecnología, pero para amiguitos! —Añadió, guiñando el ojo otra vez.

Gómez sintió que iba a vomitar. No podía creer que estuviera viviendo esto. ¿Cómo había llegado a este punto en su vida? Era un agente serio, profesional, y ahora estaba frente a un pingüino animado que le decía cómo masturbarse con una máquina que lo asustaba más que lo excitaba. Con un gesto de resignación absoluta, Gómez se desabrochó los pantalones una vez más y se colocó frente al dispositivo.

—No te preocupes, ¡soy un profesional! —Repitió el pingüino, esta vez casi susurrando, como si fuera una amante buscando satisfacer sus caprichos. El tubo se cerró alrededor de Gómez, y de inmediato la máquina comenzó a moverse. Era demasiado eficiente, demasiado precisa, y Gómez no sabía si sentirse aliviado o completamente humillado.

—¡Vamos, campeón! ¡Tú puedes! —Chillaba el pingüino mientras las luces de neón comenzaban a parpadear al ritmo del aparato. A cada movimiento, el pingüino aplaudía, como si estuviera presenciando la final de un partido de tenis— ¡Solo un poco más! ¡Estamos cerca!

La máquina hizo su trabajo de manera brutal y rápida, y cuando finalmente terminó, Gómez estaba cubierto de sudor y con el rostro más rojo que una señal de alto. La consola arriba del masturbador dejo de reproducir imágenes pornográficas de pingüinos caricaturescos simulando infantilmente tener relaciones sexuales, y la máquina emitió un suave pitido de confirmación, tras lo cual el pingüino soltó una carcajada exagerada.

—¡Vaya, vaya, agente Gómez! ¡Eres un verdadero maestro en esto! ¡Todo un semental, una lástima que no haya una señora Gómez para disfrutar tanto talento! —Dijo, dándole una palmadita en la espalda— ¡Muestra de esperma recolectada con éxito!

Gómez no podía ni responder. Quería desintegrarse en ese momento, desaparecer por completo de la faz de la tierra.

—Ahora, pasamos a la muestra de saliva —Continuó el pingüino, como si nada hubiera pasado, mientras una pequeña bandeja emergía de la pared.

Gómez escupió sin decir palabra. Todo lo que quería era terminar con este examen y largarse de ahí lo más rápido posible. Tras unos breves segundos, la máquina emitió un suave pitido cuando terminó de analizar la muestra, y el pingüino aplaudió nuevamente.

—¡Fantástico! ¡Qué saliva tan maravillosa! —Exclamó el pingüino, lanzando confeti digital otra vez— Y ahora, seguimos con las muestras de cabello y cera de los oídos. ¡Esto va como la seda, agente Gómez!

Unas pequeñas pinzas mecánicas hicieron su trabajo en segundos, arrancando mechones de cabello y extrayendo cera de los oídos con la misma precisión meticulosa de todo el proceso anterior.

—¡Lo has hecho fenomenal, Gómez! —Exclamó el pingüino una vez más, con esa voz aguda y risueña que ya había comenzado a taladrar los nervios del agente— ¡Hemos terminado con las muestras básicas! Ahora pasaremos a la siguiente fase del examen. Por favor, vuelve a sentarte en el sillón.

Gómez soltó un largo suspiro, deseando que todo terminara ya. Cada paso de este examen parecía más ridículo y humillante que el anterior. Miró de reojo al pingüino que flotaba alegremente a su alrededor, con su sonrisa congelada y esos ojos que brillaban con una intensidad inquietante. Sabía que lo peor aún estaba por venir. Las luces en la habitación comenzaron a parpadear, como si fueran parte de un espectáculo de feria. Gómez se sentó en el sillón, sintiendo que se hundía suavemente.

—Ahora, por favor, relájate —Dijo el pingüino, con un tono de voz que pretendía ser tranquilizador, pero que solo aumentaba la incomodidad— Esto no va a doler mucho.

“¿Qué carajos significa ‘no va a doler mucho’?”, pensó Gómez, pero ya no tenía fuerzas para preguntar. Una serie de sensores comenzó a emerger del techo y los costados del sillón. Algunos de ellos flotaban sobre su cabeza, proyectando pequeños haces de luz que escaneaban cada centímetro de su piel. Otros sensores, más grandes, parecían analizar su temperatura, pero había un par que claramente apuntaban a zonas más sensibles de su cuerpo.

—Vamos a empezar con un escaneo profundo —Dijo el pingüino, agitando sus aletas — ¡No te preocupes! Estos pequeños dispositivos están diseñados para ser increíblemente precisos, ¡y solo un poco invasivos!

El sillón de repente comenzó a reclinarse de manera automática, como si estuviera preparándose para alguna clase de examen físico. Gómez sintió cómo una serie de correas lo sujetaban suavemente, dejándolo completamente inmovilizado. “Esto no puede ser bueno”, pensó mientras su cuerpo quedaba atado al sillón.

De repente, uno de los sensores se acercó a su cara y comenzó a emitir una serie de luces parpadeantes, como si estuviera tratando de hipnotizarlo.

—Vamos a empezar con el análisis cerebral —Anunció el pingüino, mientras una especie de casco translúcido bajaba lentamente sobre la cabeza de Gómez— Este dispositivo puede leer tus pensamientos más profundos ¡Y hasta tus fantasías más oscuras! —Añadió con un guiño exagerado— No te preocupes, ¡tus secretos están a salvo conmigo y serán borrados automáticamente tras terminar el examen!

Gómez sintió una mezcla de terror y vergüenza. “¿Pensamientos más profundos?”, ¿qué clase de examen era este? El casco empezó a vibrar suavemente, como si estuviera leyendo su mente, y el pingüino, flotando a su lado, observaba todo con una expresión de curiosidad morbosa.

—¡Interesante, muy interesante! —Exclamó el pingüino, mirando una pantalla holográfica frente a él— ¡No sabía que te gustaba eso, Gómez! —Añadió con una risita maliciosa. Gómez cerró los ojos con fuerza, deseando que el suelo se lo tragara en ese mismo instante.

Mientras tanto, otros sensores se habían desplazado hacia la parte baja de su cuerpo. El pingüino seguía comentando cada detalle, como si fuera un narrador deportivo.

—Ahora vamos a escanear tu sistema digestivo —Dijo con una sonrisa— ¡Espero que no hayas comido nada picante hoy, porque este escaneo puede ser un poco intenso!

De pronto, un dispositivo con forma de pelota de tenis empezó a vibrar cerca de su abdomen. Gómez sintió un cosquilleo incómodo que rápidamente se transformó en una sensación de presión insoportable. La sensación era horrible, como si una pelota de billar tratara de ingresar por su ombligo. El pingüino, sin perder su entusiasmo, continuaba con su relato.

—Este pequeño juguetito va a entrar un poco más profundamente por tu ombligo—Dijo, enfatizando la palabra “profundamente” con una risita traviesa— No te preocupes, ¡es totalmente normal sentir un poquito de incomodidad!

El dispositivo se insertó lentamente en el ombligo mientras vibraba con una intensidad que sacudía el interior de todo su cuerpo. El agente solo pudo apretar los dientes, sintiendo como su dignidad estaba siendo pisoteada una vez más.

—¡Fantástico! —Gritó el pingüino— ¡Tus intestinos están en perfectas condiciones! Ahora vamos a pasar al siguiente paso: ¡La fase final del examen!

“¿Fase final?”, pensó Gómez con pánico. ¿Qué podría ser peor que todo lo que ya había experimentado?

El pingüino se movió rápidamente hacia una consola flotante y presionó un botón. De inmediato, un compartimento en la parte inferior del sillón se abrió y una bandeja con un conjunto de dispositivos aún más extraños emergió.

—Esta es la última parte, te lo prometo —Dijo el pingüino con una voz melosa, mientras señalaba un pequeño aparato que parecía una mezcla entre un estetoscopio y un vibrador— ¡Tenemos que meterte esto por la boca! Vamos a hacer un análisis completo de tus glándulas y estómago ¡Esto es crucial para asegurarnos de que no tengas ningún “parásito” viviendo por ahí!

Gómez miró el dispositivo con horror, pero antes de que pudiera reaccionar, el pingüino ya lo había colocado en posición.

—Te sentirás un poco raro al principio, pero luego será una sensación liberadora —Dijo el pingüino, moviendo las aletas con una sensualidad que no debería tener un personaje tan infantil.

El dispositivo comenzó a vibrar, emitiendo un zumbido que recorría todo el cuerpo de Gómez. Lo peor era que no podía moverse ni un centímetro. Estaba completamente atrapado en el sillón, con la boca abierta y sintiendo como sus arcadas manchaban su ropa nueva.

—¡Excelente, excelente! —Gritaba el pingüino mientras los sensores emitían pitidos de aprobación— ¡Tus glándulas están funcionando a la perfección! ¡Tu estómago no tiene nada raro! ¡Esto es todo un éxito!

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad de humillación, el dispositivo se detuvo. Las correas que lo sujetaban se soltaron, y el sillón volvió a su posición original. Gómez respiró hondo, sintiendo que su cuerpo todavía temblaba por la experiencia.

—¡Lo has hecho increíble, Gómez! —Dijo el pingüino, flotando frente a él con una sonrisa tan amplia que parecía que su cara iba a explotar— ¡El examen ha concluido! ¡Felicidades, has pasado todas las pruebas con éxito!

Gómez no pudo responder. Solo se levantó lentamente del sillón, sintiendo que había perdido parte de su alma en ese proceso. El pingüino continuaba parpadeando y flotando alegremente.

—Ahora, solo tienes que esperar los resultados. No te preocupes, ¡soy muy eficiente! ¡Los tendrás en cuestión de segundos! —Dijo mientras la habitación comenzaba a destransformarse, volviendo lentamente a la normalidad.

El pingüino flotaba a su alrededor, sus aletas moviéndose con un entusiasmo casi contagioso, como si hubiera estado esperando este momento con gran anticipación. Gómez, aún con el cuerpo tenso y la mente abrumada por la incomodidad de las pruebas, se quedó allí esperando el veredicto final.

—¡Y ahora, el momento que todos estábamos esperando! —Anunció el pingüino con un tono de voz grandilocuente, mientras una pantalla flotante se desplegaba frente a Gómez, mostrando gráficos y resultados en colores brillantes y parpadeantes— ¡Es hora de revelar los resultados del examen J74!

La pantalla empezó a emitir un carrusel de gráficos y colores, como una rueda de la fortuna psicodélica, acompañada de una música alegre y excesivamente optimista. Gómez miró los datos que iban y venían, tratando de entender algo, pero todo parecía un galimatías de números y formas geométricas que solo añadían a su creciente ansiedad.

—¡Las pruebas físicas han sido un completo éxito! —Continuó el pingüino con su tono molesto, ese que parecía querer burlarse de Gómez a cada palabra— ¡No hay parásitos en tu cerebro, ni gusanos reproduciéndose en tus bolas, ni bacterias devorando tus entrañas! ¡Ningún bicho asqueroso o alienígena se ha colado dentro de ti, Gómez! ¡Así que, felicitaciones, tu cuerpo es un terreno estéril!

Gómez resopló. Ya lo sabía, no era idiota. No había venido hasta aquí para escuchar un informe sobre algo tan obvio. Pero lo que sí lo tenía incómodo era lo que vendría a continuación. La pantalla frente a él cambió a un gráfico más elaborado, lleno de colores neón y caricaturas de criaturas fantasmagóricas que daban vueltas y bailaban de forma exagerada.

—Hemos descartado todas las posesiones mortales también —Siguió el pingüino con una risita que ya empezaba a poner a Gómez de los nervios— ¡Nada de demonios de tres cabezas ni de espíritus vengativos! ¡Tu organismo está libre de esas criaturillas repulsivas! Pero… —Hizo una pausa dramática, dejando que el aire en la sala se espesara.

Gómez sintió cómo un sudor frío le recorría la espalda. La pantalla se oscureció y de repente se iluminó con una sola imagen. Era una especie de monstruo etéreo, una sombra semitransparente que parecía brotar de la piel de una figura caricaturesca. Una representación caricaturesca, pero perturbadora, de lo que más le aterraba: Las sombras que habían ejecutado la masacre de la escuela St. Patrick.

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—Los resultados han revelado algo… ¡Único! —Exclamó el pingüino con una alegría completamente fuera de lugar— ¡Estás siendo poseído por una criatura fantasmagórica que vive entre tu piel y tu carne! Son conocidas como “Sombras”, y generalmente no son peligrosas. Como se ve tienes un serio problema con el estrés laboral, agente Gómez.

Gómez tragó saliva, pero el pingüino no lo dejo ni procesar lo que estaba escuchando y soltó una última bomba que lo dejó sin palabras:

—Aunque, si te soy sincero, si te hubieras buscado una buena mamada de vez en cuando, esa sombra ya estaría tomando un taxi de vuelta al otro mundo. ¡Una esposa con talento te habría exorcizado en menos de lo que tardas en bajarte los pantalones, y sin necesidad de rituales ni velas!

Gómez sintió su mente tambalearse, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. ¿Qué diablos significaba eso? Antes de poder reaccionar, una densa niebla de color rosa empezó a llenar la habitación, inundando el lugar con un aroma dulce y relajante.

—¡Ah, tranquilo, hombre! —Soltó el pingüino con su sonrisa incómoda— Este humito solo es para relajarte un poco. ¡Y no te preocupes por la sombra esa! Te la sacaremos de inmediato. Un procedimiento de rutina, en el peor de los casos te despiertas sin pene, pero total, ¿a quién le va a importar si ni tienes una esposa para extrañarlo?

Gómez sintió las piernas aflojarse. El humo rosa lo envolvía, y entre suspiro y suspiro, ya le costaba mantenerse de pie. Sus párpados pesaban como piedras, y todo el cuarto se volvió una mancha borrosa. Mientras tanto, el pingüino seguía despotricando con su típica voz burlona:

—¡Iniciamos los protocolos de desinfección ya mismo, agente Gomez! —Hizo una reverencia, como si esta fuera su despedida— ¡Que sepas que estás en las mejores manos! ¡Ninguna sombra se va a atrever a toquetearte en mi noble presencia! Aunque, siendo realistas, esa sombra era la única compañera en tu vida, ¿eh?

Gómez apenas tuvo tiempo de escuchar el último comentario del pingüino antes de que la consciencia se le escapara como arena entre los dedos. Su mente se sumergió en un sueño profundo, arrastrada por la niebla rosa que parecía estar llena de promesas falsas y confort ilusorio.

El pingüino continuó flotando a su alrededor, alegre y despreocupado, mientras las luces de la habitación parpadeaban en un ritmo festivo, marcando el final de otro día inusualmente extraño en el laboratorio 32. La pantalla flotante se desvaneció, y con un último zumbido, la sala volvió a la calma, dejando solo el eco del pingüino resonando en las paredes.