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La Última Misión (5)

Marcus levantó una ceja, visiblemente sorprendido por la línea de pensamiento de Gómez.

—Esa es una idea muy rebuscada, Gómez —Contestó Marcus, rascándose la cabeza con una expresión que denotaba escepticismo— Supongo que solamente un agente de tu calibre podría llegar a pensar algo así. Considerar que hay otro grupo involucrado es difícil de creer, pero no es imposible…

Marcus dejó escapar un largo suspiro antes de continuar contando lo que sabía.

—Al final de la dictadura se estableció un acuerdo tácito entre la sociedad. Fue la única manera de evitar una guerra civil. Ese acuerdo no se anunció oficialmente, no se firmó ningún tratado ni se hizo público, pero era claro para todos los que estaban involucrados. Se trataba de un pacto silencioso entre dos bandos: por un lado, los que se beneficiaron del antiguo régimen, y por el otro, aquellos que se encargaron de cortar las cabezas de los principales responsables. Nadie quería que el progreso de la humanidad se desmoronara tras tanto derramamiento de sangre, así que acordaron que era mejor no revolver el pasado demasiado.

—Ese acuerdo estableció una forma de censura. Si bien en su momento no se había oficializado nada, cuando las ejecuciones de los responsables terminaron surgieron leyes que nos empujaron a no hacer demasiadas preguntas sobre lo que realmente ocurrió durante la dictadura. El mensaje estaba claro: La élite que había sacado provecho tenía que agachar la cabeza, vivir como cobardes y aceptar su derrota. Al mismo tiempo, los vencedores tenían que hacer la “vista gorda” y dejar escapar a la gran mayoría de beneficiados, poniéndose de objetivo lo que verdaderamente importaba: dominar el otro mundo.

—Ambos bandos sabían que, si el pasado se desenterraba, el caos se desataría de nuevo. Así que todos mantuvieron la boca cerrada, mirando hacia adelante, hacia lo que realmente les interesaba. Algunos querían simplemente sobrevivir, mientras que otros comprendieron que tenían entre manos algo mucho más valioso que cualquier tesoro del pasado.

—Por eso me cuesta creer que uno de esos pesos pesados, esos supermagnates que controlan regiones enteras del universo, vaya a molestarse en seguir cazando personas en el planeta Tierra. Aunque, claro, no puedo descartar por completo tu idea. Si estamos hablando de alguien con tanto poder, podrían haber hecho algo mucho más sutil. Tal vez secuestraron a Jonathan, lo mantuvieron fuera del radar por un tiempo remplazándolo por un “sintético” hecho a medida y luego le frieron el cerebro hasta inducirle al suicidio. Ya sabes, un lavado de cerebro estándar.

—Eso es un punto importante a descartar —Interrumpió Gómez, su voz teñida de una curiosidad tensa—¿Los análisis forenses no encontraron nada extraño en el cerebro de Jonathan? Quiero decir, cualquier cosa que pudiera señalar una manipulación, incluso a nivel neuronal.

—Según los informes oficiales, no encontraron nada fuera de lo normal—Respondió Marcus, con un toque de escepticismo en su voz—Pero si estamos hablando de alguien con tecnología lo suficientemente avanzada, nuestro pequeño laboratorio no tiene los recursos ni la capacidad para detectar algo de ese nivel. La tecnología con la que contamos es buena, sí, pero no estamos ni cerca de competir contra los amos y señores de la humanidad. Si alguien así está detrás de esto, entonces nada puede descartarse.

Gómez asintió lentamente, dejando que las palabras de Marcus se mezclaran con los recuerdos del mensaje secreto que había heredado de Jonathan; en el cual se mencionaba la existencia de un segundo grupo. Jonathan insinuaba que uno de estos grupos estaba conformado por miembros de la élite social, mientras que el otro grupo era algo más difícil de definir, algo enigmático, mucho más misterioso. Siendo el secreto detrás de este grupo algo tan importante que Jonathan decidió que únicamente podía decírselo en persona.

Lo que Marcus acababa de contar parecía encajar con esa narrativa, una historia de luchas entre los dos bandos que habían surgido tras la caída de la dictadura: los ganadores y los perdedores. Pero había una tercera figura en esta ecuación, alguien que Jonathan Parker y Thomas Smith habían mencionado con especial cuidado: “El Observador”.

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“El Observador” parecía ser un ser enigmático que había tenido un papel clave durante la dictadura, y cuya influencia continuaba hasta el presente: “Un falso ganador”. Era posible que este Observador hubiera sido uno de los que se beneficiaron del antiguo sistema, pero que al mismo tiempo había sabido cómo mover las piezas del tablero a su favor cuando todo se derrumbaba, logrando mantenerse en las sombras durante la caída del régimen.

Gómez frunció el ceño mientras sus pensamientos giraban en torno a esa figura misteriosa. No sabía mucho sobre “los observadores”, pero había aprendido que no se trataba de una entidad cualquiera. Podían ser cualquier cosa, o más bien, cualquiera. Esa era la parte más desconcertante. Podría ser tu mejor amigo, tu amante, tu padre, tu mascota, unas de tus plantas, alguien que pasaba desapercibido entre las multitudes o algo completamente distinto. Imaginarlo como una criatura alienígena con tentáculos negros acechando desde las sombras era una locura. Esta criatura era demasiado inteligente, al punto que podría presentarse a la sociedad sin el menor pudor, siendo alguien muy conocido: un político importante o un famoso de turno que nadie sospecharía de no ser humano ¿Por qué no? Si el agente Gómez había aprendido algo en todo el tiempo que llevaba investigando casos como este, era que lo imposible muchas veces era lo más cercano a la verdad.

El agente estaba aún muy lejos de comprender el caso por completo, y necesitaba más piezas del rompecabezas para que todo comenzara a tener sentido. Por ahora, solo se movía entre la confusión, buscando respuestas donde parecía haber solo preguntas.

—Ya que no podemos descartar que lo hayan hipnotizado, ¿Por qué no me cuentas más sobre las últimas semanas de Jonathan? —Rebuscó Gómez— Dicen que estaba actuando raro, más nervioso de lo normal, pero que de repente se volvió más tranquilo, como si hubiera aceptado su muerte. Si tú trabajabas tan de cerca con él, debiste haberlo notado.

Marcus se quedó en silencio un momento, el aire entre él y Gómez se tensaba con el peso de lo que estaba por decir. Finalmente, el científico entrelazó los dedos sobre la mesa y exhaló lentamente, como si estuviera tomando un respiro antes de sumergirse en aguas profundas.

—Sí, sí, tienes razón, Gómez —Declaró Marcus, su voz más baja de lo habitual, casi como si temiera decir las palabras en voz alta — Todo cambió luego de que Jonathan decidiera visitar a la familia de Thomas Smith. La excusa de su visita es que el prisionero Thomas Smith resultó ser un historiador con el perfil de las víctimas de las desapariciones que investigamos.

Gómez lo observó en silencio, esperando que continuara.

—Volvió cambiado, completamente diferente a como lo conocíamos. Antes era un tipo brillante, sí, pero muy pragmático. Siempre se apegaba a los hechos, a la lógica. Después de esa visita, regresó algo más desconectado de la realidad —Marcus hizo una pausa, observando cómo Gómez lo seguía con atención— Tranquilamente podría haber sufrido un lavado cerebral. No conozco mucho del tema, pero sufría todos los síntomas, eso está claro.

—¿Y no consideras la posibilidad de que pudo haber sido otra cosa? —Preguntó Gómez, bajando la voz, casi en un susurro— ¿Algo más relacionado con el mundo paranormal?

—¿De verdad me estás preguntando eso, Gómez? ¿Insinúas que soy idiota? —Ironizó Marcus con un tono mordaz, sacudiendo la cabeza—Por favor, después de toda la mierda que vivimos con esa maldita “sombra” que te poseyó, no dejé nada al azar. En cuanto noté que Jonathan empezaba a hablar como un filósofo fanfarrón, decidí que había que someterlo a un examen J74. No era paranoia, solo precaución. Recuerda que Jonathan había estado en contacto con la viuda de alguien que había sido poseído, para colmo mostraba ciertos síntomas similares a una posesión de alto grado de complejidad. El resultado del examen fue negativo. No había ningún indicio de posesión ni de ningún tipo de influencia externa. Jonathan Parker estaba limpio. O siguiendo tu teoría: sufría una manipulación mental imposible de detectar por nuestros sistemas.

Marcus hizo una pausa, como si estuviera esperando que Gómez dijera algo, pero cuando el silencio se mantuvo, continuó:

—Si nos ponemos más racionales por un momento, lo más lógico es que su cambio de actitud fuera por el simple hecho de liberarse de una vida cargada de estrés acumulado. No necesitamos ciencia ficción ni teorías conspiranoicas para explicar eso, ¿verdad? Jonathan probablemente tomó la decisión de suicidarse porque ya no podía soportar más la triste vida de un agente. A veces, Gómez, las respuestas más sencillas son las correctas. Y, sinceramente, no hace falta mucha imaginación para entender qué lo llevó a ese punto.