Unas semanas pasaron y el casamiento se acercaba. El día de hoy toda la familia se encontraba parada en la puerta de la estancia, salvo por el abuelo que se encontraba en su habitación. Hoy era importante para la familia porque el tío Carlos y su prometida estaban por llegar a la estancia luego de un largo viaje.
Luego de esperar unos minutos, los familiares en la tranquera de la estancia notaron que dos caballos se aproximaban por el camino de tierra que conducía a la estancia. En uno de los caballos se encontraba Ernesto, el cual estaba liderando el camino.
En el otro caballo se encontraba un hombre y una mujer; el hombre tenía entre 30-40 años, era rubio y tenía los ojos negros, pero sus ojos se encontraban escondidos por unos lentes con bordes redondos hechos de oro.
El hombre tenía un cuerpo bastante tonificado y estaba vistiendo ropa de explorador de color blanco y en entre sus manos y la rienda del caballo se encontraba una mujer de entre 40-45 años. La mujer tenía el pelo negro y los ojos negros, no parecía ser muy bonita y lo llamativo que tenía era que también estaba vistiendo ropa de explorador: lo cual no era tan común para estos lugares.
—¿Y los regalos?—preguntó Juan decepcionado, mirando que solo dos personas se acercaban a caballos desde el horizonte sin traer ningún equipaje con ellos.
Al escuchar la queja del niño, la madre rápidamente dejó de abanicarse y le pego con abanico en la espalda para que no sea notado por las personas que se estaban acercando y murmuró desde atrás del abanico con tono enojado:
—No seas desubicado. Cuando tu tío y su prometida lleguen, salúdalos cortésmente, felicitarlos por su compromiso y luego te compraré un regalo si lo haces bien.
El niño asintió con algo de enojo por el reto y miro como los dos caballos estaban a punto de llegar a la tranquera de la estancia. Cuando Ernesto pasó la tranquera, se aproximó a su familia y bajó del caballo con habilidad.
Inmediatamente, un peón de campo se acercó al caballo sin jinete y lo tomó de las riendas para poder llevar el caballo a los establos a descansar.
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Lo mismo ocurrió cuando, Carlos y su prometida bajaron, pero antes de que pudieran saludarse, Carlos preguntó con impaciencia:
—¿Dónde está papá? ¿Sigue durmiendo la siesta a la 6 de la tarde?
Al escuchar a su hermano hablar de su padre, la cara de Ernesto se entristeció y respondió con un tono cansado:
—Después hablamos del tema. Por el momento, ponte cómodo y no te angusties más. Te dije por correo que nosotros nos encargaremos de los problemas de armar tu casamiento y así será.
—¿Qué tan mal está la salud mental de mi padre?—preguntó Carlos mirando a la esposa de Ernesto; Carlos conocía lo suficiente a su hermano como para saber que no hablaría del tema hasta el último minuto posible, por lo que busco respuestas en la esposa de su hermano: que siempre se caracterizó por ser directa y dominante.
—¡Ve a verlo tú mismo,Carlos! ¡También eres su hijo!—Respondió la señora con enojo, parecía que el tema era algo sensible para ella y se molestó porque el hermano de su esposo buscará meterla en el medio del problema—No somos los niñeros de tu padre. Ahora que vas a ser un hombre casado, tendrías que empezar a lidiar por tu cuenta con los problemas de la familia.
Juan se quedó mirando de forma aturdida a su madre: su madre acaba de regañarlo por ser un maleducado; no obstante, ella atendía a la visita con gritos.
Notando que su esposa le estaba mostrando los colmillos a su hermano, Ernesto rápidamente trato de mantener la situación calmada y antes de que su hermano pudiera decir una sola palabra que empeorara la situación, Ernesto dijo con apuro:
—Ven Carlos, iremos a ver a papá. El viejo está viviendo en la casa antigua: según el doctor, vivir en esa casa podría ayudar a papá, pero últimamente su estado de salud mental está algo delicado.
—¿A qué te refieres con un estado de salud mental delicado?—preguntó Carlos con preocupación.
Carlos hace tres años no había venido a la Argentina. La última vez que Carlos regresó fue para el entierro de su madre, no estaba al tanto de que la salud de su padre había empeorado tanto y su hermano nunca hablaba de este asunto en las cartas.
Pero Carlos noto que su hermano no respondía, sino que miraba a sus hijos con bastante dolor. Notando que el tema era algo delicado para hablarlo frente a un niño, Carlos comentó:
—Está bien, vamos a ver a papá.
—Bueno…—Comentó Ernesto con la voz cansada, mientras le decía a su esposa—Atiende a la prometida de Carlos: la chica es de Estados Unidos y solo habla inglés. Por lo demás, los criados todavía deben estar buscando las pertenencias de mi hermano en el puerto, así que encargarte del asunto si nos demoramos.
Luego de decir eso, los dos hermanos caminaron juntos hacia la parte más antigua de la estancia.