Con los tarros de condimentos en su mano, Mario regresó al quincho donde estaban preparando los chorizos. En el interior del quincho se encontraba su hermano y su padre amasando la carne picada mezclada con grasa.
—¿El abuelo no viene?—preguntó Mario con preocupación al notar que su padre no había traído al abuelo para ayudarlos a preparar los chorizos.
—Estaba durmiendo: no quería despertarlo—Comentó Ernesto con algo de pena por tener que estar mintiéndole a sus hijos—Últimamente le está costando dormir más de la cuenta, es mejor dejarlo descansar.
—Bueno—Comentó Mario,notando por el tono de voz de su padre que era mejor no hablar más del tema.
Mario se acercó a la mesa donde estaban trabajando y dejó los tarros con condimentos sobre la mesa, rápidamente el niño se acercó a la mesa para tomar uno de los frascos y mirarlo con curiosidad, pero Ernesto lo detuvo diciendo:
—Los condimentos son la parte más delicada, así que solo vean como lo hago yo y recuerden lo que hago: cuando su abuela estaba viva hacíamos estos chorizos todos los años, pero nunca me ayudaron a hacerlos, así que ahora tienen que aprender la receta de abuela.
—¿La receta es importante?—preguntó el niño con algo de emoción.
—La receta es un recuerdo que la abuela se trajo de España—Respondió Ernesto con calma mientras abría uno de los frascos—En aquellas épocas emigrar era abandonar a su familia para siempre en busca de un mejor futuro para sus hijos: así que estos recuerdos y tradiciones son lo más valioso que trajeron. Ahora, emigrar únicamente es unas vacaciones largas, al menos para nuestra familia.
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Luego de comentar eso, Ernesto procedió a usar sus manos como cucharas y con los condimentos sobre sus manos media la cantidad de condimento a agregar sobre la carne picada. Ya agregados los condimentos, Ernesto le indico a sus hijos que comenzará a amasar la carne picada nuevamente para mezclarlos, mientras decía:
—En unos pocos meses tendremos el casamiento de su tío, por lo que verán que la casa se vuelve más animada que de costumbre: será mejor que ayuden a su madre a que no se ponga más nerviosa de lo que ya está.
—¿Nos traerá regalos el tío Carlos?—preguntó Juan con emoción—Siempre traía un animal nuevo cuando regresaba de sus viajes.
—Se supone que sean ustedes los que les den un regalo por casarse—Comentó Ernesto con una sonrisa—Pero sí, supongo que traerá algo para ustedes dos.
—¿El abuelo va a estar en el casamiento?—preguntó Juan con algo de pena—Hace tiempo no lo veo afuera de esa casa en ruinas.
—No lo sé...—Murmuró Ernesto consternado por la pregunta.
Ernesto había ignorado el problema hasta ese momento, pero sacar a su padre de su cuarto y llevarlo a un lugar lleno de gente era una pésima idea y probablemente no podría, ni querría, ir al casamiento de su hijo. Pero eso era algo que Ernesto había asumido hace mucho, ahora lo que más preocupaba a Ernesto era la reacción de su hermano al ver que el estado de la salud mental de su padre había empeorado tanto.
—Según el doctor: el abuelo se pondría mejor si vivía en esa casa—Comentó Mario con sospechas sobre el estado de su abuelo—Pero desde que murió la abuela, el abuelo no sale de esa casa, ya van 3 años…
—Su abuelo está viejo, chicos...—Comentó Ernesto con algo de pena mientras amasaba la carne picada arriba de la mesa—La vejez no tiene cura, solo podemos acompañarlo hasta que se reúna con la abuela en el cielo.
—¿El abuelo se va a morir?—preguntó Juan con preocupación.
—Todos nos vamos a morir, Juan...—Comentó Ernesto con calma y algo de pena por hablar sobre este tema con su hijo menor—Hay que vivir siendo conscientes de este hecho. El abuelo tuvo una excelente vida hasta la muerte de la abuela, pero ahora el abuelo extraña demasiado a la abuela, así que su cerebro está comenzando a engañarlo. Hay que estar contentos de que haya tenido una hermosa y larga vida.